Arquitectura para aprender a vivir

Por: | 13 de julio de 2012

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Cuando una pareja de arquitectos tiene hijos pequeños, siempre llega el día en que éstos preguntan:

 

-         Papá, mamá,... ¿Vosotros sois arquitectos, verdad?

-         Sí...

-         ¿Y hacéis casas a la gente?

-         Si, claro...

 

Y entonces viene la pregunta trampa:

 

-¿Y por qué no nos hacéis una casita a nosotros?”

 

A esa conversación remontan Anna y Eugeni Bach el origen de esta casita de madera para sus hijos, Uma y Rufus, colaboradores de excepción en la construcción de la cabaña. El escenario, la granja de los abuelos maternos en Finlandia, lo puso fácil. El resto fue un trabajo en equipo. Fue el abuelo quien cortó los abetos que había plantado su padre. El padre y la madre quienes dibujaron la vivienda y los hijos y los padres los que juntos la construyeron. Tardaron dos semanas. Emplearon el sistema tradicional para levantar graneros que deja la distancia de un clavo entre listones para que la casa ventile. También las tablas ranuradas de la cubierta están superpuestas para evitar, con la ayuda de vierteaguas de chapa galvanizada, la entrada de agua y para proteger los cortes de la madera de la fachada.

 

Las franjas verticales blancas de dan a la casa carácter de caseta de feria. Los listones sin tratar envejecerán tornándose grises a medida que los niños crezcan y el pelo de los padres pierda también el color.

 

La sección de la casa es la estructura y esta repite dos módulos iguales orientados en direcciones opuestas. Uno de los módulos tiene doble altura. Eso permite que la escala de los niños conviva con la de los adultos sin que estos tengan que agacharse. El otro módulo está partido en dos plantas. Conectada por una escalera la superior funciona como una buhardilla o un dormitorio.

 

El interior es un espacio con dos alturas, un rincón y un altillo. 13,5 metros cuadrados para vivir o convertir en barco, mazmorras, escuela o castillo.

 

Anna y Eugeni Bach recuerdan la construcción de la casa de sus hijos como un proceso gratificante y educativo: “los niños vieron y entendieron que las cosas se consiguen con esfuerzo, y que uno mismo puede fabricarse sus propios sueños”.

 

 http://www.youtube.com/watch?v=DPg4buxzzV4

 

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Hay 5 Comentarios

Lo que mola es ser finlandes, o noruego como en otro articulo

Tambien mola este mundo tan guay de arquitectos, hijos de arquitectos con casitas para jugar, despachos de arquitectos en crisis pero sin dejar de ser guays......yo tambien lo soy (arquitecto) y esta imagen no se corresponde a la realidad

La casita mola, pero mola todavía más el jardín.

Una forma divertida de hacer arquitectura, solo hace falta ver la cara de los niños en las fotografías.

Todos de niños hemos soñado con tener un espacio así donde escaparnos de los mayores.

Un post divertido la verdad. Aunque recuerda un poco a los baños en las playas o a las torres de vigilantes

¿Han pensado que, a lo mejor, digo yo, por la fotografía más que nada, sus hijos al subir la escalera al altillo se pueden dar un golpe tremendo en la cabeza y caerse hacia atrás?¿No?¿De verdad no lo han pensado? Que raro, con lo bien que diseñan las cosas los arquitectos, pensando siempre en las personas que tienen que usarlas, con ese sentido de la usabilidad y la ergonomía que les caracteriza.

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Del tirador a la ciudad

Sobre el blog

Del tirador a la ciudad. Ése era para Mies van der Rohe el ámbito de su oficio. La arquitectura, como la sanidad o la educación, nos afecta a todos. Puede también fascinarnos. Como todo informador, me valdré de lo que creo saber. Trataré de no enmascarar lo que ignoro.

Sobre el autor

Anatxu Zabalbeascoa

La periodista e historiadora escribe sobre todas las escalas de la arquitectura y el diseño en El País y en libros como The New Spanish Architecture, Las casas del siglo, Minimalismos o Vidas construidas, biografías de arquitectos.

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