
Cuando una pareja de arquitectos tiene hijos pequeños, siempre llega el día en que éstos preguntan:
- Papá, mamá,... ¿Vosotros sois arquitectos, verdad?
- Sí...
- ¿Y hacéis casas a la gente?
- Si, claro...
Y entonces viene la pregunta trampa:
-¿Y por qué no nos hacéis una casita a nosotros?”
A esa conversación remontan Anna y Eugeni Bach el origen de esta casita de madera para sus hijos, Uma y Rufus, colaboradores de excepción en la construcción de la cabaña. El escenario, la granja de los abuelos maternos en Finlandia, lo puso fácil. El resto fue un trabajo en equipo. Fue el abuelo quien cortó los abetos que había plantado su padre. El padre y la madre quienes dibujaron la vivienda y los hijos y los padres los que juntos la construyeron. Tardaron dos semanas. Emplearon el sistema tradicional para levantar graneros que deja la distancia de un clavo entre listones para que la casa ventile. También las tablas ranuradas de la cubierta están superpuestas para evitar, con la ayuda de vierteaguas de chapa galvanizada, la entrada de agua y para proteger los cortes de la madera de la fachada.