
No todo es paz en el agua. A quien ni en vacaciones consigue relajar su afán de superación dedicamos esta pieza de libro Guiness. Con 150 metros de largo, no es la piscina más larga del mundo, pero sí es la piscina descubierta más larga del planeta ubicada a mayor altura. Informamos de ella hace dos años, cuando se inauguró el hotel que la sustenta. Y, desde entonces se ha convertido en un icono en el skyline de Singapur. Sobre la azotea de un hotel de lujo, el Marina Bay Sands, formado por tres torres de 55 pisos, la piscina ocupa un cubierta a 200 metros del suelo. Y convive con un jardín botánico compuesto por 250 árboles y 650 plantas. Además del agua, admite hasta a 900 visitantes del hotel, que, a esa altura, pueden tomar copas, comer o dedicarse a observar los cambios de la ciudad desde el mirador. O desde el agua. Es cierto que la piscina pone, como ninguna otra, la ciudad a los pies de quien nada. También que permite la fantasía de sentir que el nadador es capaz de vencer a los elementos y aunque ciertamente no llega nadie a volar, sí ofrece la posibilidad de hacer algo parecido a nadar en el aire. Con todo, salta a la vista que la arquitectura ha resuelto ese reto con torpeza. La propia piscina recuerda más un avión a punto de despegar que a un edificio.