
Pocos productos más atacados que las porcelanas de Lladró, convertidas a un mismo tiempo en símbolo de estatus para unos y en epítome de un kitsch refinado para otros. Hace años que la empresa valenciana abandonó el mundo del circo y el ballet para indagar no solo en otras iconografías sino también en otros modos de producción, otras sensibilidades y otras maneras de entender la sutileza desde una óptica actual. En esa búsqueda, y tras sucesivos intentos con otros profesionales, Jaime Hayón se ha convertido en su diseñador de referencia. Tal vez el exceso del madrileño (incluido el incuestionable derroche de imaginación) atrajera a la legendaria empresa. El caso es que a Hayón obedecen hoy muchas de las decisiones que están transformando, sin revolucionarlos, el producto y la propia casa de porcelanas. Así, ha sido Hayón (instalado por cierto en Valencia) quien ha firmado el nuevo local de la firma en la avenida Madison de Nueva York. Una tienda que no anuncia una llegada (Lladró tiene escaparate en Manhattan desde 1986) sino más bien una puesta al día. Tal vez esa aparente contradicción, la idea de poner al día un supuesto clásico, explique el diseño paradójico del local.