
Imagen cedida por Foster+Partners
En 2007, el entonces alcalde de Londres, Ken Livingston, consiguió que el Tour de Francia arrancara en su ciudad para cruzar luego el Canal de la Mancha. El político laborista era un consumado defensor de la bicicleta como medio de transporte urbano. Sin duda Red Ken, como era conocido, hizo mucho por retirar los coches del centro de la capital británica y por llenar las calles de ciclistas que obtienen su dosis diaria de ejercicio físico al tiempo que llegan hasta el trabajo sin contaminar. El caso es que, en parte como resultado de tanto apoyo público, el número de ciclistas aumentó en las calles de Londres y, con él, el número de accidentes.
En 2013, 14 ciclistas perdieron la vida atropellados en las calles de esa ciudad y Norman Foster, otro británico que se reconoce como “apasionado ciclista”, decidió hacer algo. Así, presentó su red de vías elevadas: 220 kilómetros de pasarelas que recorren la ciudad y su extrarradio con una capacidad de acoger más de 12.000 ciclistas por hora.