
Urbanismo vertical del estudio JDS. Torre de 1.111 metros de altura para la ciudad de Shenzhen.
Vitruvio dejó bien claro que el sol afectaba a la vida en los edificios dependiendo de su orientación. ¿Por qué lo olvidamos? Este conocimiento se extendió a la planificación de ciudades cómodas y lógicas. ¿Por qué dejamos de proyectar con la naturaleza? ¿Puede llamarse pionero a alguien a quien no sigue nadie? –Eso pregunta el profesor francés Bruno Latour en el libro Urbanismo Ecológico (Gustavo Gili), recopilado por Mohsen Mostafavi y Gareth Doherty.
La velocidad, el inmediatismo y, sobre todo, la codicia generalizada –no solo de unos pocos dictadores- de las últimas décadas han derivado en las ciudades actuales. En La venganza de la Tierra, James Lovelock pronosticó para 2040 zonas desérticas en el centro de Europa. El Sahara en Berlín o París es una acusación contra nuestro estilo de vida: la advertencia de que la economía de mercado no es el único modelo de existencia.
Por eso, el decano de la Graduate Scool of Design de la Universidad de Harvard y editor de Urbanismo ecológico, Moshen Mostafavi, se pregunta si puede el diseño sostenible ser excelente e innovador. “¿Necesita serlo?”, parece contestar desde otro artículo en el mismo libro el profesor de teoría y crítica Sanford Kwinter haciendo una defensa de la pretecnología y del sistema exhaustivo de reciclaje que se produce en las ciudades indias.
La innovación y la excelencia eran una preocupación, efectivamente, cuando se comenzó a hablar de ecología y sostenibilidad. La arquitectura sostenible, rudimentaria de por sí, a menudo entrañaba un estilo de vida alternativo de renuncia desprovisto de muchos placeres.