FOTO: Adrià Goula
La Escuela Súnion de Barcelona basa su pedagogía en el respeto sustentado en dos actitudes aparentemente contrapuestas: la concentración en el propio esfuerzo y la participación en la construcción de una comunidad.
Este ideario, en principio paradójico, le sirvió a los arquitectos del estudio Archikubik para diseñar la reforma y ampliación del centro. ¿Cuál es la traducción espacial de la concentración y de la vida en comunidad?
El arquitecto Miquel Lacasta cuenta que la conexión visual entre los diferentes volúmenes edificados y la transparencia en los espacios de trabajo -sean aulas, seminarios o despachos- fueron sus respuestas inmediatas. “Es una escuela transparente, en contraposición a la escuela cerrada y opaca del edificio original”, detalla. Sin embargo, el nuevo edificio es también un colegio con rincones, a la manera que defendía Aldo van Eyck. Se trata de espacios fuera del recorrido o alejados de la vista en los que un alumno puede toparse con lo inesperado, puede concentrarse en público o puede recogerse en un rato de descanso. Los mejores de esos escondites no escondidos están en la fachada, entre dentro y fuera del colegio, forman los miradores –cajas de madera- para ver dentro de uno mismo, un lugar de descanso para los estudiantes. Eso dice la fachada de un colegio: que el centro es uno y a su vez la suma de muchos.
Lacasta y sus socios, Marc Chalamanch y Carmen Santana, hablan de circulaciones activas y áreas de intercambio como la idea motriz de su propuesta. Querían inyectar un nuevo dinamismo al centro “favorecer espacios de roce” esto es, de juego y diálogo. Para multiplicar ese diálogo, la escuela está organizada en torno a un espacio polivalente, un fórum en el que se organizan charlas y juegos. La cubierta de ese atrio es también un plaza, en este caso exterior, con vegetación y asientos que ocultan los lucernarios y acotan los espacios para que la concentración cohabite con la convivencia.
Una terraza exterior, con un gran porche, permite a los alumnos descansar o charlar bajo el sol apartados del bullicio de las zonas de recreo. La intervención de los arquitectos ha sido mayoritariamente en seco, a partir de piezas desmontables. Se trataba de ganar tiempo y de prever futuros cambios en la escuela que ofrece así una lección añadida, la del espacio cambiante, la de saber adaptarse a los cambios.
Cada aula tiene su caja, su mirador, su espacio intermedio que funciona como un rincón añadido para el encuentro o, en algunos casos, como espacio de almacén. Estas cajas de madera forman organizan y caracterizan la nueva fachada, la que suma individualidades. El otro elemento lo conforman lamas de madera, una protección solar pasiva que respeta las vistas pero evita el caldeamiento del edificio. El doble colorido de las lamas -blancas por fuera y grises por dentro- altera la visión del colegio desde arriba y desde abajo y le suma dinamismo a la fachada.
A la escuela se llega, finalmente, sin abandonar la acera, que se mete hasta el interior del colegio para evitar invadir la calle durante la salida de los alumnos. Todo eso dice la fachada nueva de una vieja escuela.
Precio del proyecto según los arquitectos, 933 euros por metro cuadrado.
Hay 2 Comentarios
Ocurrente solución. Para los metros cuadrados que dispone la vivienda sale airosa en todas sus funciones básicas, pero..., puede incluso atreverse con una celebración multitudinaria y eso es un PLUS. Me gusta !!.
Publicado por: Pancho Atanes | 13/06/2016 12:29:14
Me parece una propuesta muy práctica y funcional.
Publicado por: Termos Sevilla | 06/06/2016 16:50:35