En la decimoquinta Bienal de Venecia, la muestra Ephemeral Urbanism recuerda que la estabilidad doméstica es un lujo para la mayoría de la población del mundo e ilustra el caso de Kumbh Mela, una fiesta religiosa que cada 12 años congrega en Ujjain (India) a 19 millones de creyentes en una macro-ciudad temporal.
De celebraciones religiosas a desastres naturales, de grandes eventos deportivos a actuaciones militares, de consecuencias de la guerra a festivales culturales, son muchos los acontecimientos que generan ciudades temporales. Partiendo de esa idea, el arquitecto indio Rahul Mehrotra (1959) –catedrático de urbanismo en Harvard- y el chileno Felipe Vera (1984) –profesor de ecología y urbanismo en la Universidad chilena Adolfo Ibañez y profesor visitante en Harvard- han investigado el potencial de los asentamientos efímeros a la hora de lidiar con la inmigración masiva que reciben las ciudades.
En el Arsenal veneciano, su muestra Kumbh Mela expone la ciudad temporal que se forma junto al río Shipra, para acoger, durante tres meses, a un total de 19 millones de personas, “de los que llegan a convivir hasta siete millones”, explican los arquitectos.
Basta navegar un poco por la web para comprobar que Kumbh Mela no es un caso aislado. Sólo en India se celebran festivales religiosos periódicamente (desde cada 144 años hasta cada tres), según la tradición y la localidad) y existe todo un negocio turístico montado en torno a esas festividades. Es evidente que la llegada de varios millones de personas a un lugar transforma el urbanismo y la naturaleza del sitio. Ha sido el inmediatismo de esas transformaciones –no solo pacíficas sino también festivas- lo que ha hecho reflexionar a los arquitectos que han analizado el acontecimiento para poder extraer de él lecciones urbanísticas.
Mehrotra asegura que la principal lección está tanto en la ubicación de los servicios –vivienda, tiendas, edificios sanitarios, policía- como en la infraestructuras: cada carretera termina en un puente que atraviesa el río Shipra “maximizando la conectividad del territorio”.
La ciudad itinerante se monta empleando exclusivamente cinco materiales reciclables. Por eso la posibilidad de levantar un asentamiento a gran velocidad es el legado de un festival como este en el que la iniciativa individual se suma a un objetivo colectivo. Así, más allá del valor antropológico y cultural del festival, su lección arquitectónica es la de una arquitectura inmediata y efímera -cuando llega el monzón, el nivel del río aumenta y no quedan huellas de la ciudad que ocuparon siete millones de personas-. Por eso, para Mehrotra, “la condición efímera de las ciudades podría ser una de las claves para tratar con mayor respeto al planeta”.
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