La mayoría de las casas victorianas, o de las georgianas no se esforzaban demasiado en diferenciarse unas de otras. Más bien buscaban parecerse. ¿Sucede lo mismo con las modernas? A veces parece que más que distanciarse, las nuevas viviendas busquen “referenciarse”. Una imagen parcial de una casa refiere siempre a otra. En ocasiones sucede lo mismo con las plantas que las organizan.
Le ocurre, por ejemplo, a esta vivienda, Casa IV, levantada en Matola, en el campo de Elche, por los arquitectos del estudio barcelonés Mesura. Los de Barcelona vemos bóvedas y pensamos en La Ricarda. Pero los arquitectos Jaime Font, Carlos Dimas, Marcos Parera, Benjamín Iborra y Jordi Espinet defienden, con razón, que la bóveda empleada en la gran Casa Gomis es un recurso muy utilizado. Y citan ejemplos lejanos levantados por Aurelio Galfetti en Suiza. ¿La razón? La bóveda es a la vez celebración y cobijo.
Por eso ellos la emplearon en el campo ilicitano. Además de ser uno de los sistemas constructivos locales, la “bóbila”,, o el tejar dota a los espacios de una atmosfera singularmente confortable. Por eso estos arquitectos desarrollaron junto a ceramistas locales una pieza horizontal, texturada de cocción manual. Se trata de un acabado cambiante, irregular y artesano. Las medidas de estas grandes piezas organizan la arquitectura de esta vivienda.
Así, en este proyecto la bóveda funciona ante el paisaje soleado y húmedo del campo de Elche y también ante quienes habitan ese espacio. Lo curioso de la vivienda es que a los arquitectos les encargaron reformar la casa existente. Y ellos respondieron levantando “un manto abovedado”, explica Bejamín Iborra. Bajo las curvas: una nueva sala, un nuevo dormitorio y un espacio exterior cubierto evocan también el magisterio de La Ricarda con una planta que trata de extender las líneas horizontales como desplegándose en el campo. El resultado es una ruptura de la jerarquía que diferencia entre espacio exterior e interior en un clima cálido y húmedo.
La sombra organiza ahora la vivienda, separando estancias comunes y privadas y reconectando la casa con el lugar y la vegetación. Sólo un pino interrumpe la cubierta que a un lado descansa sobre la estructura y al otro, pende de ella extendiéndose suspendida de una gran viga que hace posible un espacio indefinido. Ese espacio sin normas ni nombre es lo mejor de cualquier vivienda.
Precio por metro cuadrado: 890 euros, según arquitectos.
Hay 0 Comentarios