Glamour italiano con flema británica

Por: | 08 de abril de 2014

Desfile en la Sala Bianca del Palazzo Pitti de Florencia en 1995. (Archivo Giorgini)

Por RAFA RODRÍGUEZ

A finales de junio del año pasado, el senado de la moda italiana quiso hacerse oír en rueda de prensa ante el mundo, acuciado por una crisis existencial como nunca antes había conocido. “No tenemos grandes problemas ni retos que superar hoy por hoy. Sin Italia, el sistema de la moda al completo se sumiría en el caos”, anunciaba entonces Patrizio Bertelli, la cabeza recién coronada con los laureles de la vicepresidencia de la Camera Nazionale della Moda Italiana (CNMI). Junto al signore Prada comparecían también como flamantes próceres de la institución –no gubernamental, no lucrativa, pero en connivencia con la Cámara de Comercio milanesa- Gildo Zegna y Diego della Valle, flanqueando a su veterano director, Mario Boselli. Sangre vieja para la antigua y oxidada máquina. Vaya cuatro clavos para un ataúd, vinieron a decir los periodistas convocados, sobre todo los británicos, enzarzados como andan en una cruzada chovinista (otra más) que pretende comerle terreno a Milán.

Las fichas están revueltas en el tablero geopolítico de la industria indumentaria: París hace movimientos estratégicos para sacar tajada de Nueva York (Balenciaga instauraba allí el nuevo orden comercial de la era Wang a principios de año con su recalculada boutique insignia y Dior se va en mayo a presentar su colección crucero), mientras Milán trata de frenar el embate de Londres. Es este último el frente más activo y encarnizado, espoleado por la prensa de Su Graciosa Majestad con su bullying sistemático y despiadado contra los escaparates de la moda transalpina, una maniobra de desgaste que tendría como fin último derrocar las fashion weeks milanesas -y hasta manifestaciones estrictamente comerciales como la feria Pitti Immagine Uomo de Florencia- en beneficio de las plataformas homólogas británicas, en especial la aún tierna London Collections: Men, la pasarela masculina que echó a andar en plan arrollador en enero de 2012.

Paulette Goddard outside of Ferragamo, 1954, (c) Banca Dati dell'Archivio Foto Locchi, Firenze

Paulette Goddard a la salida de Salvatore Ferragamo en 1954. (Banca Dati)

 

Los perros de presa de la prensa lo tenían fácil por el lado comercial con el dinosaurio económicamente derrumbado, o casi, en los mercados desde el azote de la crisis financiera, demoledora para el producto de moda italiano (la facturación llegó a caer casi un 6% en 2012 y el año pasado apenas había remontado tres puntos, según reconoce la propia CNMI, que para el curso corriente augura al fin una recuperación que “debería” igualar los resultados anteriores a 2008), así que solo les faltaba humillarlo por la parte creativa. Y por ahí le están yendo a la yugular los primeros espadas de la crítica british, que acusan al fashion-system rival de “involucionista” y “estancado”, “viciado y asfixiante con sus jóvenes talentos” (en palabras de Alex Fury desde su tribuna en The Independent), al tiempo que no paran de sugerir que el proverbial Made in Italy es un clamoroso Made in China tiempo ha.

Simoetta Evening Gown of Embroidered Silk, Photo Genevieve Naylor, Courtesy Staley-Wise Gallery New York

Vestido de Simoetta. (Genevieve Naylor, cortesía de la galería Staley-Wise New York)

Pues en esas estábamos cuando va la joya de la corona de la instituciones museísticas londinenses con calado fashion y le dedica su magna exposición anual al enemigo: El glamour de la moda italiana, 1945-2014. No podía haber término más hueco, vacío de significado, para titular la muestra del Victoria & Albert que se inauguró el pasado viernes y cuyo recorrido se inicia con una vista de una calle de Florencia reventada por las bombas, fechada en 1946. Toma metáfora. “Nunca hasta ahora se había hecho un repaso en profundidad del tema, por eso propuse esta exposición, una oportunidad para el V&A de explorar la vibrante y compleja historia de la moda italiana”, explica desde Londres la historiadora del vestir Sonnet Stanfill, comisaria de la muestra al frente del departamento de Moda del Siglo XX y Contemporánea del museo, que hace notar de paso la inexistencia de una institución de carácter nacional dedicada al diseño en Italia y la poca importancia que parece dársele allí al estudio del legado de sus creadores. Lo del “glamour”, apostilla, es para que todo el mundo lo entienda: “Tenemos visitantes de todas partes que hablan muchas y diferentes lenguas, así que elegimos un título ampliamente expresivo”.

Evening dress of silk, 1987-1988, courtesy Roberto Capucci Foundation, Photo (c) Victoria and Albert Museum, London

Vestido de Roberto Capucci de 1987. (Cortesía de la Fundación Roberto Capucci)

Estructurada en dos partes, las tres primeras salas abundan en el posicionamiento como fuerza estilística del país tras la Segunda Guerra Mundial, toda vez obtenido el visto bueno de los compradores estadounidenses, según certifica un recorte del Womens Wear Daily de 1951. Hay fotografías de los desfiles seminales de Giovanni Battista Giorgini –inventor del Made in Italy- en la Sala Bianca del Palazzo Pitti florentino, detalles de la suntuosa costura romana y aristocrática de Simonetta Colonna di Cesarò y un magnífico y caracoleante vestido del revolucionario Roberto Capucci que, con permiso de Balenciaga, hizo por la curva en la moda lo que Oscar Niemeyer en la arquitectura, aunque hoy nadie parece echarle cuentas (la última vez en 2003, cuando Bernhard Willhelm se encargó de la etiqueta en una colaboración efímera, aunque el maestro sigue ahí, a sus casi 84 años, al frente del excelso museo-fundación que lleva su nombre en Florencia y apoyando a los jóvenes diseñadores con un concurso, para que luego digan). “El problema es que, a excepción de Emilio Pucci, todas las grandes casas que desfilaban en la Sala Bianca ya han cerrado. En comparación, las firmas parisinas, como Dior, han sabido apoyarse en su herencia, haciendo a veces de ella una potente herramienta de marketing, y por eso sus historias se recuerdan tan bien”, arguye Stanfill.

Elizabeth Taylor wears Bulgari jewellery

Elisabeth Taylor con joyas de Bulgari.

La narración continúa revisitando los tópicos de la Dolce vita y los jetsetters de los años 60 que dieron fama internacional al estilo italiano. Y ahí, Elizabeth Taylor enjoyada de Bulgari (patrocinador de la muestra, por cierto) aparte, es donde aparece la que, para la comisaria, es la pieza estelar de la exposición: el vestido de lentejuelas blancas y plateadas que llevara Lee Radziwell –la hermana pequeña de Jackie Kennedy- en el legendario Black & White Ball organizado por Truman Capote en Nueva York, en 1966: “Vogue describió el evento como ‘la fiesta de la década’, y Radziwell, que pudo haber elegido entre los diseños de cualquier casa de París o de Londres, escogió aquel vestido de Mila Schon. Que alguien como ella prefiriera lucir una creación de un diseñador italiano ejemplifica lo importante que llegó a ser la moda italiana a mediados de los 60”, concede Stanfill.

Valentino posing with models, 1967, courtesy The Art Archive, Mondadori Portfolio, Marisa Rastellini

Valentino junto a varias modelos en 1967. (Cortesía de The Art Archive, Mondadori Portfolio)

A partir de ahí, lo que sigue ya es cultura popular: la irrupción del prêt-à-porter con el malogrado Walter Albini, el Halston transalpino; el ascenso de los emperadores Valentino Garavani, Giorgio Armani y Gianni Versace; la instauración del culto al diseñador-estrella y la apoteosis de la industria del lujo, con sus trajes de Prada, sus baguettes Fendi y sus mocasines Tod’s expuestos bajo una bóveda de seda blanca. En total, casi un centenar de piezas maestras reunidas para la ocasión entre los fondos del V&A  y las generosas cesiones de las marcas interesadas, algunas de las cuales pasarán a formar parte de la colección permanente del museo, como el vestido-túnica enjoyado de la colección de este último otoño/invierno de Dolce & Gabbana (con su corona y sus zapatos dorados ad hoc) y uno de los exquisitos vestidos de alta costura de la renovada Valentino también de la temporada pasada.

Lo mejor, sin embargo, es lo que se puede leer más o menos entre líneas e incluso de forma muy explícita. “El glamour de la moda italiana” hace uso inteligente de la airada polémica entre las facciones enfrentadas y no escatima referencias a la actual coyuntura económica, social y hasta política de Italia. “Por supuesto, una de nuestras intenciones era traer este debate al V&A y por eso les pedimos a sus protagonistas que se unieran a la conversación. Sus opiniones sobre la situación se recogen en varios vídeos que pueden verse en la sala final. Sus respuestas son tan variadas como honestas e incluyen, por ejemplo, comentarios dirigidos directamente al Gobierno italiano, para que tome en serio de una vez su industria de la moda”, explica Sonnet Stanfill.

Gianfranco Ferre advert, Fall  Winter 1991, (c) GIANPAOLOBARBIERI-1

Anuncio de Gianfranco Ferre de 1991. (Gianpaolo Barbieri)

Pues algo de eso hay. Resulta que, mientras se ultimaba la exposición, no hace ni un mes, la CNMI lograba acercar posiciones con la Chambre Syndicale de la Mode Masculine de París para asegurar que sus desfiles de hombre sigan siendo los que inauguren en calendario oficial del prêt-à-porter. Ambos organismos han cerrado las fechas para los próximos tres años con la que esperanza de que el British Fashion Council entre en razón. Londres todavía no se ha pronunciado, pero la agenda, que enlaza las presentaciones de Florencia, Milán y París sin solución de continuidad, le deja poco margen de maniobra: o se aviene a cerrar el circuito o lo arranca justo al término de las vacaciones de Navidad, para fastidio de marcas, compradores y prensa. Claro que la tercera opción es aún peor: que vuelvan a solaparse London Collections: Men y Pitti Uomo, como ha ocurrido en las dos últimas ediciones (el pasado enero, la organización de esta última llegó a gastarse casi 30.000 euros en fletar un avión privado para que los periodistas y compradores que asistían a los ‘shows’ londinenses pudieran llegar a tiempo al día grande de la feria florentina). De momento, las espadas siguen en alto.

The Glamour of Italian Fashion, 1945-2014, hasta el 27 de julio en el museo Victoria & Albert de Londres. www.vam.ac.uk

Hay 6 Comentarios

La tendencia de los diseñadores de crear sus propios estampados.

Es una forma maravillosa de expresar la identidad de una marca y su visión creativa.

Hablando de marcas con una fuerte identidad, me gustaría mencionar a Laura Vita. Esta marca francesa, conocida por su estilo flamboyante y colorido, ha estado creando calzado único desde 2004. Sus sandalias y cuñas de verano son especialmente notables.

Las cuñas de Laura Vita son la elección perfecta para aquellas que buscan añadir un poco de altura sin sacrificar la comodidad. Cada par está hecho con atención al detalle, utilizando cuero de alta calidad y adornos coloridos. Además, muchos de los modelos cuentan con una plantilla de espuma con memoria, lo que las hace increíblemente cómodas para llevar durante largos periodos de tiempo.

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Entresijos y entretelas. La moda vista desde el forro de sus prendas. Otra mirada de los desfiles, los diseñadores, las tendencias, los héroes y los villanos que pueblan el ecosistema fashion y todos sus aledaños. Una bitácora sobre estilos de vida y maneras de vivir coordinada por y .

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