Por RAFA RODRÍGUEZ
A finales de junio del año pasado, el senado de la moda italiana quiso hacerse oír en rueda de prensa ante el mundo, acuciado por una crisis existencial como nunca antes había conocido. “No tenemos grandes problemas ni retos que superar hoy por hoy. Sin Italia, el sistema de la moda al completo se sumiría en el caos”, anunciaba entonces Patrizio Bertelli, la cabeza recién coronada con los laureles de la vicepresidencia de la Camera Nazionale della Moda Italiana (CNMI). Junto al signore Prada comparecían también como flamantes próceres de la institución –no gubernamental, no lucrativa, pero en connivencia con la Cámara de Comercio milanesa- Gildo Zegna y Diego della Valle, flanqueando a su veterano director, Mario Boselli. Sangre vieja para la antigua y oxidada máquina. Vaya cuatro clavos para un ataúd, vinieron a decir los periodistas convocados, sobre todo los británicos, enzarzados como andan en una cruzada chovinista (otra más) que pretende comerle terreno a Milán.