06 jun 2011

El fracaso de discrepar

Por: José Yoldi

Almudena Lastra ARC7535777 
La vocal Almudena Lastra, en un pleno del Consejo del Poder Judicial. Claudio Álvarez

“Todo voto particular es un fracaso”. Así se expresaba la vocal del Consejo General del Poder Judicial Almudena Lastra cuando yo elogiaba su valentía al discrepar en un pleno del organismo contra todos los demás consejeros.
El Consejo es el órgano de gobierno de los jueces y el teórico encargado de defender la independencia judicial. Sin embargo, su vicepresidente Fernando de Rosa —que había sido conseller de Justicia y Administraciones Públicas en el Ejecutivo valenciano presidido por Francisco Camps— había arremetido contra ella cuando en una entrevista televisiva acusó al juez Baltasar Garzón de “estar pasando una línea roja muy importante, que es la prevaricación”. Garzón era entonces el instructor del caso Gürtel, en el que ya aparecía la implicación de Camps en el asunto de los trajes gratis total y la supuesta financiación irregular del PP.
De Rosa, que había sido elegido a propuesta de ese partido, fue denunciado por atacar a la independencia judicial, pero el Consejo no le reprobó, sino que admitió las disculpas que este presentó. Lastra, sin embargo, consideró que eso no era suficiente y por eso emitió un voto discrepante, en el que dejaba claro que ella no respaldaba esa decisión.
“El voto es un fracaso”, argumentaba, “porque no has podido convencer a la mayoría de que tus puntos de vista son los correctos”. Sin duda tiene razón en estricta puridad. Lo que ocurre es que en un momento en el que casi todo el mundo vota de acuerdo con la adscripción ideológica o política del partido que te ha llevado a la institución, un voto particular contra todos tus compañeros por no reprobar al vicepresidente es un voto que demuestra coraje y valentía.
El caso es que varios profesionales del derecho me han hecho ver la proliferación desmedida de votos discrepantes en todo tipo de resoluciones y tribunales, algo que hace 20 años no pasaba. Antes era raro o tenía que haber una diferencia de criterio muy grave para que un magistrado redactara un voto particular. La votación se producía y si se quedaba en minoría, se asumía la postura mayoritaria. Generalmente, no solía haber problemas, o a lo sumo se arreglaba tomando unas cervezas en el bar, según varios magistrados.
De un tiempo a esta parte, no hay sentencia que no tenga uno o varios votos discrepantes. Parece que, igual que las posturas políticas se han enconado, la necesidad de comunicar a los tuyos tu posición también se ha exacerbado.
Ocurre en todos los tribunales: Supremo, Audiencia Nacional, Tribunales Superiores de Justicia, pero quizá, donde más se aprecia, seguramente por el carácter más político del organismo, es en el Tribunal Constitucional (TC).
En un recuento no exhaustivo, pero muy significativo, elaborado por Julio M. Lázaro, los votos discrepantes en el TC son como un tsunami, desbordantes.
Así, en la cuestión de inconstitucionalidad de la Ley del Matrimonio Homosexual hubo cuatro votos particulares, de los 12 que integran el alto tribunal; en el Estatuto de la Comunidad Valenciana, por la cuestión del agua, hubo cinco votos; en la ley de Igualdad, un voto; en el plan Ibarretxe, cinco votos; en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, en la que el pleno estaba compuesto por ocho magistrados, hubo tres votos discrepantes; en la de Derechos y Deberes de los Extranjeros en España, tres votos; en la de Violencia de Género, cinco votos; en el Reglamento del Senado, tres votos; en la suspensión cautelar de la Ley del Aborto, cinco votos; y en el Estatuto de Cataluña, cuatro votos sobre el articulado, porque respecto al Preámbulo, en el que se decía que Cataluña es una nación, dos de los integrantes de la mayoría votaron con la minoría, para invalidarlo. 
 
Últimamente, el Supremo rechazó el acceso de Sortu a las elecciones del 22-M por nueve votos a favor y siete en contra: mientras que sobre la participación de Bildu se denegó por casi idéntica votación: nueve frente a seis. El Constitucional autorizó finalmente la participación de Bildu, pero por seis votos contra cinco. Los cinco magistrados que habían quedado en minoría acusaron a sus seis compañeros de haber invadido competencias del Supremo, cuando habían hecho exactamente lo mismo que en 2009, cuando por unanimidad autorizaron la candidatura de Iniciativa Internacionalista. ¿No les parece un fracaso muy poco edificante?
Decía Nietzche: “Hay almas esclavizadas que agradecen tanto los favores recibidos que se estrangulan con la cuerda de la gratitud”.

Hay 2 Comentarios

Seguro que lo he explicado mal, porque Almudena Lastra no fue elegida a propuesta del PP, sino del PSOE. Tras la metedura de pata de De Rosa, vicepresidente propuesto por el PP, fue arropado por los vocales conservadores, pero los progresistas tampoco quisieron hacer sangre porque llevaban poco tiempo en el Consejo y les pareció que una reprobación de De Rosa iba a soliviantar los ánimos y que el funcionamiento de la institución iba a ser mucho más difícil. No obstante, el mérito de Lastra fue optar por defender la independencia judicial frente a todos los demás, porque es lo que correspondía, independientemente de si los vocales propuestos por el PP convertían el Consejo en un campo de batalla. Espero que esto aclare un poco el artículo.
Saludos.

Que vergüenza de actitud la señora. Que valiente es discrepando cuando no tiene nada que perder. Que diga qué votacion ha perdido su partido politico por alguna de sus disensiones. Valiente será aquel vocal que por integridad personal vote contra algun interes del partido que la ha instaurado en el puesto y no esta señora. Los ejemplos que han presentado en el articulo solo demuestra la tipica actitudo de "...y yo más": Soy del PP, los vocales de PP votan en contra, pues yo más, no solo voto en contra si no que hago un voto particular aun mas extremista que el de mis compañeros del PP.

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Sobre el autor

(Donostia-San Sebastián, 1954)
es periodista licenciado en la Universidad
de Navarra. Lleva en El País desde 1983, donde ha
sido corresponsal de Interior y miembro del equipo de
Investigación. Como redactor jurídico ha cubierto casi todos los
juicios importantes que ha habido en España, desde el 23-F, el
síndrome tóxico o el crimen de los Urquijo hasta los atentados del 11-M.

Sobre el blog

Este blog es un lugar de encuentro sobre temas jurídicos, pero no es para todo el mundo. Es muy recomendable tener mucho sentido común y ganas de sonreír, ya que el humor es síntoma de inteligencia. La única norma es el respeto a los demás. Si usted prefiere insultar es muy libre, pero le agradecería que no se molestase en seguir leyendo, yo también preferiría estar en la playa.
El blog se alimentará también -o principalmente- con la serie de artículos que bajo el título “El último recurso” se publican los lunes en El País

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El último recurso El último recurso. Los artículos que forman parte de este compendio fueron publicados en EL PAÍS bajo el epígrafe El último recurso durante los años 2010 y 2011. Todos ellos fueron escritos durante esas horas de la noche en la que todo parece estar parado y en silencio. Mi objetivo era centrar el foco o aportar un punto de vista particular hacia algunas noticias que me parecía que merecían mayor atención que la que se les había prestado. La otra finalidad, no menor, era que el lector se lo pasara bien y que, a ser posible, esbozara una sonrisa. Y ello, aunque el tema a tratar fuera tan tremendo como la rebaja de cinco años en la condena de un tipo que dejó a su mujer parapléjica a golpes.

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