¿Cómo defiendes tu inocencia cuando la Casa Real te aparta por comportamiento “no ejemplar”?
Iñaki Urdangarin presencia la Copa del Rey de vela el pasado 6 de agosto. Reuters
Cuando todo parecía indicar que no había presunción de inocencia más magullada antes del juicio que la del expresidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps, llega Iñaki Urdangarin y consigue el más difícil todavía, que la suya sea literalmente pisoteada y desde la Casa Real. Sin duda, un récord Guinness.
Porque como usted sabe, querido lector, la presunción de inocencia es el derecho que tiene todo acusado de que se le considere inocente de aquellos cargos que haya contra él, mientras no se demuestre su culpabilidad. Y Camps, al que estos días se está juzgando por el asunto de los trajes, tiene difícil articular su defensa con credibilidad después de haber tenido que dimitir de sus cargos por exigencia de su partido; de que dos colegas de proceso implicados en la misma mecánica de recepción de regalos hayan reconocido su culpabilidad, devuelto los trajes y pagado las multas para no tener que sentarse en el banquillo; o que toda España haya leído la transcripción de sus conversaciones con El Bigotes, uno de los jefes de la trama de corrupción Gürtel, al que llega a calificar de “amiguito del alma”. Si Groucho Marx viviera, probablemente, les diría aquello tan suyo de “disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien”.
Pero en el caso de Camps ha habido un proceso ante el Tribunal Superior de Justicia de Valencia, en el que el expresidente ha tenido la oportunidad de defenderse y con eficacia, ya que el caso solo ha llegado a juicio después de que en mayo de 2010 el Supremo revocase la decisión de exculparle que en agosto de 2009 había adoptado un tribunal presidido por su “más que amigo” Juan Luis de la Rúa.
Resulta que Iñaki Urdangarin, esposo de la infanta Cristina y por tanto yerno del Rey, ex jugador de balonmano del Barcelona y de la selección española que conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta, está siendo investigado desde hace tiempo por corrupción y desviación de caudales públicos en Baleares, Valencia y Barcelona, por lo menos, pero ni ha sido imputado ni citado a declarar. Y es difícil de explicar por qué la Fiscalía Anticorrupción no lo ha solicitado, ni el juez encargado del caso Palma Arena, José Castro, lo ha acordado, a la vista de que hace seis meses que está imputado su socio, Diego Torres, y que este ha declarado que el propio Urdangarin tenía poderes ejecutivos en el Instituto Nóos, una entidad sin ánimo de lucro que el duque de Palma presidía y que recibió encargos por varios millones de euros de los Gobiernos de Camps (Comunidad Valenciana) y Jaume Matas (Baleares) a los que presuntamente se facturó de forma desproporcionada y a veces por servicios inexistentes. Parte de los fondos públicos obtenidos, según las investigaciones en curso, parece que fueron desviados a la sociedad Aizoon, de la que Urdangarin es propietario junto con la infanta Cristina.
Desde hace algún tiempo, no hay día que la prensa no publique el expolio de dinero público que se desprende de los entresijos del sumario que se tramita en Palma de Mallorca e incluso la voluntad de las autoridades judiciales de imputarle en la causa antes de dos meses. Ello ha supuesto un importante quebranto en la imagen de Urdangarin, al que en las redes sociales ya se le moteja como “duque de Palma Arena”. Se destaca que su fortuna es reciente, puesto que antes de casarse con la infanta Cristina no era precisamente rico. Y es que, como decía Groucho: “¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!”.
Sin embargo, la puntilla a la presunción de inocencia del yerno del Rey no la han puesto los medios de comunicación, sino las autoridades. La Casa del Rey le ha apartado de la vida oficial por su comportamiento “no ejemplar” y le ha dejado a los pies de los caballos. El jefe de la Casa del Rey explicó que es como quien tiene un hijo. “Este no puede dejar de serlo, aunque no te caiga simpático o le tengas que reprender”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
La hasta hace unos días tercera autoridad del Estado, el expresidente del Congreso, José Bono, al que recientemente también se ha investigado su patrimonio, dijo sobre el caso: “Padres y hermanos, parientes lejanos. ...y no le digo nada de los yernos”. Finalmente, el presidente de Baleares, José Ramón Bauzá, manifestó el otro día: “Aquí no cabe un chorizo más”.
No parece que ninguna de estas manifestaciones haya hecho feliz a Urdangarin, aunque como decía el inmortal Groucho: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…”. Quizá el todavía duque ya lo sabe.