Día 18. Bajando la persiana

Por: | 13 de agosto de 2012

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El estratosférico partido de nuestro equipo de baloncesto supuso un brillante cierre a la participación española en los Juegos. Me quitaría el sombrero ante ellos si no fuese porque de tanto quitármelo en los últimos doce años, he terminado por perderlo. Una vez más superaron mis expectativas. Me costaba imaginar un partido mejor que el de Pekín de hace cuatro años, una actuación tan redonda, unos aprietos para los estadounidenses mayores que los que sufrieron en aquel histórico partido. Pero me equivoqué. Me pareció que España jugó mejor y estuvo aún más cerca si cabe de hacer la machada. No pudo ser porque hacía falta una gran España y un regular Estados Unidos. Ocurrió lo primero, no lo hizo lo segundo. Los cinco supercracks que tiene a su disposición Coach K, Kobe, Lebron, Durant, Anthony y Paul hicieron acto de presencia, tuvieron momentos demoledores (a Durant había que haberle prohibido jugar) y terminaron por resultar decisivos. En Pekín la derrota no me molestó ni un poquito ante el deslumbrante partido que vimos. Aquí ha sido algo distinto, y por las caras de los jugadores españoles al final sospecho que para ellos también. Esta vez sí que tuve la sensación de haber estado cerca, muy cerca, a un par de tiros, ese triple de Rudy o este tiro de Pau. O de algún fallo más de Chris Paul en los últimos minutos. Pero de las 25 condiciones que se tenían que dar para ganar, sólo concurrieron 24. Un pena muy gorda que el tiempo seguro que atenuará pero que no borrará por completo la sensación de oportunidad perdida y a la vista de que unos cuantos ya no estarán en Río 2016, pues se antoja difícil de repetir. En Brasil tendremos equipo competitivo seguro, pero esta conjunción de talentos como la que hemos disfrutado en los últimos seis años, esto ocurre cada muchos años. Si es que ocurre. 

Pero no hablemos de futuro, que no toca todavía, sino de presente. España vuelve a casa con 17 medallas. Ni bien ni mal sino todo lo contrario. En el bagaje, pues de todo, como en botica. Vencedores y vencidos, sorpresas y confirmaciones, risas y lágrimas. Como entiendo que un medallero no es del todo fiable para hacer una radiografía del estado del deporte de un país, me quedo con la sensación de que “el milagro del deporte español” que con tanto orgullo recordamos a la menor oportunidad y que supuestamente nos ha granjeado envidias en muchos países, pues quizás no sea para tanto. Que si bien en deportes de equipo, algunos tan mediáticos como el fútbol o el baloncesto, damos la talla, y algún nombre como Nadal y Alonso son conocidos en el mundo entero, seguimos siendo casi inexistentes en un montón de especialidades, algunas de ellos de primer orden olímpico como el atletismo o la natación. Que más de una y más de dos de nuestras 17 medallas no son producto de estructuras consolidadas sino más bien de empeños individuales o de pequeños grupos. Y que una vez pasadas estas dos semanas, volveremos al monocultivo futbolístico con esporádicas apariciones de otros deportes. Vamos, lo que llevamos diciendo hace unos cuantos Juegos Olímpicos. 

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Me quedo con el progreso de las chicas, auténticas animadoras de los Juegos, con alguna historia como la de las ovejas y los quesos de Iron Maider y momentazos como la plata en 800 de Mireia Belmonte, toda una liberación, las bajadas en aguas bravas, la portentosa remontada de David Cal, las dos prorrogas del España-Corea de balonmano femenino o el partido de ayer de baloncesto. Ha habido tiempo para volver a flipar con Bolt y Phelps, los dos nombres propios con mayúsculas, y con un montón de deportistas superlativos en especialidades diversas, algunas de ellas semiclandestinas en nuestro país. Y también para tener un nudo en la garganta viendo llorar a Sugoi Uriarte o a la coreana Shin A Lam sentada durante una hora desconsolada ante un error del cronómetro que le supuso la derrota. No diré que han sido los mejores juegos de la historia que eso se lo dejo al superanimado Presidente del COI, pero sí que ha dado motivos para disfrutarlos suficientemente. 

De todo ello he intentado dar cuenta en este diario que hoy termina, lo que evidentemente ha sido imposible. Cierro la persiana después de más de dos semanas de sobredosis deportiva que necesitan otra al menos de poso y reposo. Agradecer a todos los lectores que entre tanto acontecimiento y tanta información hayáis sacado un ratito para pasaros por aquí y si creéis que merece la pena, os espero en mi ubicación de siempre, en El Blog del Palomero, donde retomaré en breve mis devaneos mentales. 

Hasta entonces, buen resto de verano y que el otoño nos sea propicio, por muy difícil que esté.  

 

 

 

Día 17. Nos vemos en Londres

Por: | 12 de agosto de 2012

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“Nos vemos en Londres” debió decirle Pau Gasol a Kobe Bryant cuando se abrazaron nada más terminar la extraordinaria final olímpica de Pekín. “Nos vemos en Londres” debieron pensar los jugadores españoles, mientras se reunían justo al lado de los eufóricos estadounidenses. “Nos vemos en Londres” ansiaba la afición todavía discutiendo sobre qué hubiese pasado si los árbitros hubiesen pitado algún que otro paso de más de dieron los estadounidenses. Pues como decía aquel, “ten cuidado con lo que deseas, no vaya a ser que se cumpla”. 

Y aquí estamos, con el deseo cumplido y a pocas horas de uno de los momentazos de los Juegos. Y no sé que pensar, la verdad. Cuando me he despertado se me ha puesto una nube en la cabeza en forma de “nos van a meter de veinte”. Mientras me duchaba he tenido una visión, la de España haciendo el partido perfecto. Lavándome los dientes veía volar a Lebrón una y otra vez machacando nuestra canasta y mientras desayunaba Navarro reaparecía como el Navarro del año pasado en Lituania. Total, que ahora, mientras escribo la penúltima entrega de este diario, no tengo ninguna intuición sólida para compartir. Sobre todo con respecto a España. Lo que va a hacer Estados Unidos lo tengo bastante claro, pues será lo mismo que lleva haciendo desde que llegó a Londres. No podemos esperar ningún truco de prestidigitador de su entrenador, ningún jugador que pueda sorprender, ninguna forma de hacer daño a los rivales diferente de las habituales. Mazazos de tres, transiciones meteóricas, intensidad defensiva, superioridad física, aprovechamiento de tiradores en racha, mucho robo de balón y jugadores que pueden hacer casi de todo. 

Lo que no tengo tan claro es la España que vamos a encontrarnos. Creo que será una buena versión, desde luego mucho mejor que la que hemos estado viendo durante todo el torneo. Pero mis dudas residen en si va a ser suficientemente buena para que el partido sea como el que deseamos. El listón, queramos o no, lo marca Pekín. Allí se jugó un encuentro tremendo, a tumba abierta, a ver quien mete más y más rápido. Ese es el partido que tenemos metido entre ceja y ceja y que soñamos con mejorar.  Y para que se cumpla no basta con una buena España, sino que se va a necesitar la España de los grandes días. La que corre, frena, mete, defiende, rebotea, no pierde balones, tiene la mente clara, arriesga, compite. La equilibrada, la compacta, la astuta, la agresiva, la feliz. La mejor España posible. La España de esta foto. De otra forma, nos meterán un carro. 

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Tampoco vamos a darle más vueltas al asunto de las que ya se han dado (en este artículo encontrareis opiniones de grandes nombres de nuestro baloncesto) y para cuya resolución no vamos a tener que esperar más que unas pocas horas. Mientras tanto, regocijémonos una vez más con nuestras chicas. Por si alguien deseaba saber exactamente qué es lo que se quería decir cuando una y otra vez se ha utilizado el adjetivo de “guerreras” para definir el espíritu de nuestras deportistas en estos Juegos, ayer por la tarde tuvo otros dos ejemplos. Primero con Tamara Echegoyen, Sofía Toro y Ángela Pumariega, las del Elliot 6m, oro después de una final tremenda ante Australia. Sólo con un talante muy especial (y muy guerrero) se puede recorrer un tortuoso camino como el que han debido hacer este trío antes de llegar a los Juegos y luego competir como lo han hecho. Después con el equipo que primero se ganó el apodo que finalmente han hecho suyo con todo el derecho y honores otros grupos. Las chicas de balonmano. El partido frente a Corea (otras guerreras) fue épico, extenuante física y emocionalmente y terminó poniéndome un nudo en la garganta con los abrazos y las lágrimas finales. ¡Qué grandes!

En honor a ellas y otras muchas, no sólo las que finalmente han conseguido metal sino también las que han dado todo por lograrlo quedándose finalmente a las puertas, aquí está todo un clásico, un impagable y viejuno video clip que nos transporta a otros tiempos. Objetivo Birmania, La Bola de Cristal, Las chicas son guerreras. 

 

 

 

 

Día 16. Se nos están quedando cortos estos Juegos

Por: | 11 de agosto de 2012

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¡Qué rápido pasa el tiempo cuando las cosas van bien! Atrás, muy atrás, quedan los días aquellos de la primera semana de competición donde íbamos de decepción en decepción, recibiendo patadas en nuestra ilusión como la que se lleva este pobre hombre de la foto, con nuestro botín metálico bajo mínimos, compartiendo ubicación en el medallero con países de los que hasta nos cuesta ubicarlos en el mapa y preguntándonos si sería cierto eso de que España es una potencia deportiva mundial, cuestión de la que nos llevamos vanagloriando hace tiempo a caballo de nuestros constantes éxitos en las especialidades más mediáticas. Dicen los expertos en ciclismo que las grandes vueltas se ganan en la tercera semana. En estos Juegos, España ha dejado lo mejor para el final y desde el supermartes pasado, vivimos en época de abundancia. Tanta, que hasta da un poco de pena que esto se vaya a acabar mañana. Una semana más y el record de Barcelona 92 habría caído con toda seguridad. Que menudos somos cuando nos embalamos, no hay quien nos pare. 

No es que crea que unos buenos resultados, o unos malos, vayan a cambiar sustancialmente las cosas. Como decían las chicas de waterpolo, una de las grandes alegrías de estos días, el apoyo a este deporte seguirá siendo el que era y su liga se seguirá disputando en recintos casi vacíos y con el único calor que dan familiares y amigos de las deportistas. Y esto es extensible a casi todas las especialidades Guadiana, esas de las que solo nos ocupamos cada cuatro años. Pero al menos se ha demostrado que no solo del futbol, baloncesto y tenis vive el deporte español, lo que nunca está de más recordar en un país demasiado interesado en unos deportes y excesivamente despreocupado en otros. Manel Estiarte, mito del waterpolo español, explicaba el éxito en otros términos. “Lo más grande que han conseguido estas chicas es eso: que una niña quiera ser como ellas, que quiera jugar al waterpolo como ellas”. Si es cierto lo que dice Estiarte, que seguro que lo es, ya solo faltaría que esa niña encuentre las mínimas facilidades para cumplir el deseo que nació y creció viendo a nuestras excelentes deportistas. Y esto es algo más discutible que ocurra.

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Aun así, está demostrado que éxitos como los que estamos viviendo alimentan futuros éxitos. El gran cambio del deporte español se alcanzó cuando de forma esporádica en los 80 y más constante a partir de Barcelona 92, llegaron los triunfos y las nuevas generaciones pudieron crecer viendo ganar, observando que nada era imposible, disfrutando de unos ídolos que competían de tú a tú con cualquiera. Todo lo contrario que hasta entonces, donde a los que ya cumplimos los 40-50 no teníamos muchos mayores recuerdos triunfales que la medalla del añorado Paquito Fernández Ochoa. En cada uno de los Juegos Olímpicos no solo nos estamos jugando el presente, sino también parte del futuro. Y ahí es donde la reflexión de Estiarte resulta muy interesante.

Suele contar Pau Gasol que él quiso ser jugador de baloncesto y llegar a la NBA cuando vio al Dream Team en los Juegos de Barcelona. Las ilusiones, las decisiones de practicar un determinado deporte, suelen surgir así, a caballo de una determinada admiración, un hecho que nos marca, un ídolo que nos seduce. El casi monopolio que vive España con su fútbol durante buena parte del tiempo complica la multiculturalidad deportiva, no da espacio al conocimiento de otras especialidades, deja sin otros posibles referentes a los que emular. Esto no va a cambiar, seguro, pero al menos durante este breve espacio de exposición que son los 17 días de Juegos Olímpicos cada cuatro años, algunas especialidades los han aprovechado al máximo. Como el remo, que mientras escribo esto Saúl Craviotto ha ganado otra medalla de plata, y ya llevamos 16.

Se nos acaban los Juegos, ohhhhh, pero todavía quedan unos cuantos asuntos a los que atender. Alguno tan esperado y deseado como la final de baloncesto. Cuatro años hablando de “la revancha de Pekín” y ya está aquí, a poco más de 24 horas. La España baloncestística en estos juegos ha sido como una película de James Bond, donde siempre hay un momento en el que la trama le lleva a un supuesto callejón sin salida. Atado, amordazado, pegado a una bomba nuclear y metido en un avión sin control que cae en picado, te preguntas cómo narices va a ser capaz de salir de una situación así. Evidentemente, Bond, James Bond, termina encontrando la forma de salir airoso y protagoniza la escena final donde se besa con la chica mientras Monny Penny intenta contactar con él para pasarle al Primer Ministro. Pues eso mismo ha hecho España. Sin juego, sin tiro, sin encontrar a Pau, perdiendo buena parte del tiempo contra Francia y Rusia, y soportando las críticas por su (totalmente defendible) dejadez ante Brasil, la bomba de su eliminación estaba a punto de estallar. Pero como le ocurre a James Bond, mantuvo la calma y en el momento más comprometido sacó a relucir su capacidad para la supervivencia, su inigualable espíritu competitivo.

Ahora, mañana, toca besar a la chica. Solo queda un problema por resolver. Es de las que no se dejan. Igual para conseguirlo hay que tirar alguna puerta abajo  

 

 

Día 15. De aniversario

Por: | 10 de agosto de 2012

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A lo largo de este diario he intentado tener controlado al Abuelo Cebolleta. Para aquellos más jóvenes, este encantador anciano era un personaje creado por el inigualable Vázquez, patriarca de la familia Cebolleta, y que en cuanto te descuidabas te clavaba una de sus historias, todas ocurridas hace muchos, muchos años. Alguna batallita se me ha escapado, pero pocas. Ahora bien, hay veces que no puedes escapar a tu destino. O al calendario. Y este dice que cada 10 de Agosto, o sea, en días como hoy, que diría Juan Ramón Lucas (y ya no volverá a decir, eso le pasa por hacer un buen programa y multiplicar audiencia, a quién se le ocurre) se cumple aniversario de la medalla de plata de los Juegos de Los Ángeles 84.  No siempre es notorio, pero es imposible escapar a su influjo cuando cumple quinquenio o en año de Juegos. 

Como es fácil de imaginar pasados ya veintiocho años de aquello y con tanta celebración por medio, me resulta complicado contar algo que no haya contado nunca. Me encantaría, pero entre las veces que se nos ha solicitado que lo recordásemos y que veintiocho años no pasan sin que la memoria vaya tirando a la basura partes de lo acontecido, es tarea hercúlea. También suele pasar con un hecho acaecido hace casi tres décadas, algunas cosas de las que ocurrieron se han ido transformando en cosas que NO ocurrieron. Como eso que suelen decir mi ex compañeros de que a Jordan no le vi hasta la entrega de medallas. Si os fijáis en la foto que hay en la parte superior derecha de esta página, veréis un momento del partido en el que Jordan no sabe qué hacer conmigo. Ante mi juego malabar con la pelota, Michael está desconcertado. No sabe si la pasaré, si me daré la vuelta y se la tiraré en su cara, o si con un finta a un lado y saliendo por el otro, le dejaré atrás y lograré otra canasta. Todo lo contrario que le pasó a Epi, que por muy súper que fuese, mirar en esta foto como las pasó siguiendo al de la lengua fuera

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Este desconcierto dolió mucho a Jordan y me la guardó durante muchos años. A mediados de los noventa y cuando iba acumulando anillos, vino a Barcelona a jugar un partido de exhibición. Aprovechando su estancia, el País consiguió una entrevista y me mandó para allá. Al entrar en la habitación del hotel y a modo de presentación rompehielos, le dije eso tan original de “no te acordarás de mí, pero yo jugué contra ti en la final de Los Ángeles”. Estoy seguro que no se había olvidado de mí, unos de los primeros jugadores que le trajo por la calle de la amargura, pero el muy rencoroso hizo como que no sabía quien era. Mentirosooooo. 

Son unas cuantas las leyendas que corren sobre aquel día. Otra clásica es la que dice que Fernando Romay, afamado bailarín y hombre clave para muchos de los éxitos de aquella generación, se acercó a Patrick Ewing antes del salto inicial. Miró a aquel armario con brazos eternos y mirada fiera y le preguntó: “¿Os rendís?. Al parecer Ewing le dijo que no, a lo cual respondió Fernando: “Pues nosotros sí” y se marchó. Yo no puedo ni confirmar ni desmentir la historia, pues no estaba cerca, ya que Antonio decidió aquel día que fuese el Matraco Margall el que acompañaría a Corbi, Epi y los dos Fernandos en el quinteto titular, lo que me hizo gran ilusión como es fácil de imaginar. 

No sólo hay historias sin confirmar, sino también recuerdos de los que en un determinado momento comienzas a dudar. Por ejemplo lo de los telegramas. La parte contrastada es que antes de la final, y cuando nos estábamos cambiando y preparándonos para salir, nos trajeron un saco de telegramas que habían llegado después de la victoria en semifinales ante Yugoslavia, que nos daba ya la plata. Era un saco de verdad, 5.000 decía que habían llegado. Tentación irresistible, cogimos algunos para leerlos. Y aquí viene la parte de la no sé si es un recuerdo o una alucinación. En un momento dado apareció uno de ¡Mónica Randall!. Sí, sí, de Mónica Randall, actriz, presentadora y de muy, pero que de muy buen ver que se decía antes. Como es lógico, el telegrama fue celebrado y comentado con esa elegancia clásica de vestuario de machotes con exceso de testosterona. ¿Cierto o soñado? Pues no lo sé pero tampoco hay que preocuparse mucho por la realidad o no de ciertas historias. Llegados a este punto, veintiocho años después, lo importante, como dijo Federico Fellini, es que sean buenas historias. Como una que suelo contar de la fiesta a la que nos invitó Jack Nicholson donde iban a estar Diane Keaton, Katheleen Turner y Bianca Jagger y a la que no pudimos asistir porque teníamos partido al día siguiente. Y es que éramos unos profesionales como la copa de un pino. 

Tuvo mucho mérito aquella plata. Pillar metal cuando pocos días antes de empezar a competir nos invitaron al primer concierto de Julio Iglesias en Estados Unidos no es fácil. Sí, sí, allí fuimos, a ver al “Gran Hey” requeridos por Toncho Nava, ex jugador del Madrid y amigo de Julio. Recuerdo que había mucha mujer que se sabían todas las canciones y que gritaban muy alto, pero lo que más me impactó fue el encontrarme con Vahitiare, una novia de Churches y habitual del Hola, en la copa posterior al concierto. Si ya de por sí no anda sobrada de centímetros, a nuestro lado parecía no levantar un palmo del suelo. Ah, y me entrevistaron para la NBC, ABC o CBS, una de las tres. Preguntaron quien podía hablar en ingles y nos presentaron “voluntarios” a Juan Corbalán y a mí. Juan, que fue primero, contó todo lo que yo tenía pensado contar, por lo que me tuve que ir por los cerros de Úbeda en mis contestaciones para no repetirnos. Eso sí, por cortesía hable de Julius como personaje legendario de nuestro país, gran profesional y mejor persona y del que, por supuesto, tenía todos sus discos. 

 

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Total, que entre conciertos, alguna que otra celebración anticipada y mucho glamour, hace 28 años una banda de deportistas vestidos con pantalones demasiado ajustados para la buena salud de nuestros espermatozoides y camisetas que te dejaban los pezones en carne viva, fuimos capaces de llegar a una final olímpica donde por no estropear la fiesta a los estadounidenses, terminamos en la segunda altura del pódium. Todo un momentazo del que alguno, y no voy a dar nombres, lleva sacando provecho desde entonces. 28 años después quiero decir a Antonio, al Pitu Lluís, a Manolo Padilla, Cristóbal, al Romano y por supuesto a Corbi, Iñaki Solozábal, Llorente, Matraco, al Abuelo Arcega, SuperEpi, Beirán, Martín, Romay, Jiménez y Lagarto De La Cruz, que fue todo un placer. Sé que sin mí no lo hubieseis conseguido, pero eso no quita mérito a lo que hicisteis vosotros. Aprovecho para mandaros una abrazo, a los que estáis y a los que desgraciadamente no lo pueden volver a celebrar con nosotros. Que sepáis que a pesar de lo difícil que fue convivir con vosotros durante los cuatro meses de preparación y de lo poco que sacasteis la cartera alguno para pagar unas cañas, os sigo queriendo. 



 

 

 

 

 

 

Día 14. Cuando la cabeza toma el mando

Por: | 09 de agosto de 2012

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Mucho sabemos sobre como entrenan esos deportistas que estamos viendo competir en los Juegos. Sobre todo cuando alcanzan el éxito. Los medios de comunicación y los mismos protagonistas nos explican sus cargas de entrenamiento, las horas dedicadas a poner cuerpos y tácticas en la mejor disposición posible, los sacrificios que tienen que hacer para poder llegar a la élite. A veces, unas cuantas, nos sorprendemos, pues resulta difícil entender como un ser humano es capaz de soportar esas exigencias físicas. En los Juegos de Moscú tuve ocasión de charlar un rato con Jose Luis Korta, remero que el tiempo, la televisión y su controvertida personalidad han terminado por convertirle en personaje tan popular como polémico en el Pais Vasco. Cuando me contó las series de abdominales que hacía diariamente casi me da un pasmo. Eran miles en tandas de cientos. 

Pero lo que todavía resulta menos conocido es saber a ciencia cierta qué es lo que les pasa por la cabeza cuando compiten. Cuando observo como Javi Gómez Noya lleva cara de sufrimiento prácticamente desde que deja la bici y se pone a correr, me gustaría que en la televisión apareciesen “bocadillos” que nos descubriesen qué táctica mental usa para seguir corriendo a toda pastilla, qué es lo que se dice a sí mismo, cómo consigue que su cuerpo no diga basta, como se mantiene alerta ante las estrategias que pueden poner en práctica los hermanos Brownlee. Lo mismo me ocurre al día siguiente en la carrera del ya legendario David Cal. La carrera estaba perdida, o al menos eso daba la impresión cuando faltaban 250 metros. Muchos hubiesen tirado la toalla, desesperados al ver como se les escapaba el sentido de tantos años de entrenamiento. David aguantó las embestidas de los posibles malos pensamientos y se concentró en dar paladas, cada vez más rápido, hasta lograr una plata que un par de minutos antes parecía imposible. Tiró de brazos, pero le sostuvo su cabeza. 

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Muchas de las cosas que ocurren, algunas de las más importantes, sólo se pueden explicar a través de parámetros mentales. Nuestras chicas de waterpolo y balonmano, por ejemplo. No resulta difícil adivinar que más allá de lo bien que puedan jugar a sus respectivos deportes, la clave que les hace competitivas y capaces de derrotar a selección con mayores talentos físicos y técnicos son cualidades que tienen que ver con lo que llevamos debajo del pelo. Esa ambición, esa confianza, esa falta de miedo, ese afán de superación, esa pelea hasta el último instante tiene su origen en lo que conocemos como mentalidad, que como su propio nombre indica, surge de la mente. Y la de nuestras chicas funciona como un reloj.  Como lo hace, seguro, la de nuestros medallistas de Taekwondo, que deben encontrar durante cuatro años los estímulos suficientes para prepararse para los quince minutos de gloria que le puede ofrecer unos Juegos Olímpicos,  y una vez en ellos, dar lo mejor de sí mismos. 

Otro tanto se puede decir del equipo de baloncesto. Llegado el momento crítico, acuciado por su mal juego anterior y escocido por las críticas sobre su comportamiento ante Brasil, les salvó lo bien amueblada que tienen la cabeza. “Cuesta abajo, hasta la mierda corre” reza un dicho popular. El problema, la prueba del algodón, es cuando llega la cuesta arriba. Y cuesta arriba, la España baloncestística funciona bien, sobrevive, aguanta, se une (aunque sea para tapar bocas que creen equivocadas o excesivas, que también vale como fuente de motivación) y termina encontrando el camino hacia otra victoria. Ayer se agarró a Llull y a la defensa, aguerrida, numantina, no vista hasta este momento en el torneo. Pero sobre todo supo aguantar mucho mejor que Francia la descomunal tensión que supone el jugarte el futuro en cinco minutos y que llegó un momento donde parecía que les incapacitaba a unos y a otros para conseguir una sola canasta. Finalmente, en este juego agónico, en esta tortura mental, acabaron perdiendo los franceses, que no pudieron soportar una doble realidad adversa que apareció en el horizonte. El verse apeados de una semifinal con la que soñaban y que los que les privaban de ello fuesen los mismos que en los últimos años les han llevado por la calle de la amargura. Le entró el tembleque, les sobrevino el miedo que luego se transformó en rabia y con el nubarrón ya instalado en sus cerebros, se vinieron abajo, bien abajo. 

¿Qué cambió de la Mireia Belmonte del inicio de los Juegos a la de sus últimas carreras? ¿Aprendió alguna técnica nueva que le hacía nadar más rápido? ¿Se puso en forma de repente su cuerpo? Lo dudo mucho. El único cambio que se produjo durante la competición tuvo lugar en su hasta entonces agitado cerebro. Con el mismo entrenamiento, con el mismo talento, con la misma musculatura, pasó de fracasada a exitosa. Casi nada. 

Los que mejor saben esto son los propios deportistas, de ahí que otro de los atractivos que podemos exprimir en estos días multideportivos es observar como intentan interferir unos en los cerebros de otros. ¿Acaso lo que hace Usain Bolt antes de las carreras tiene como único objetivo su propia motivación? No lo creo. Con su puesta en escena también quiere lanzar un mensaje a su rivales. Estoy bien, soy el mejor, no tenéis ni la más mínima oportunidad, el estadio y la gloria me pertenece. O esa portera de waterpolo española, con pinta de mosquita muerta, que cada vez que hace una parada le lanza mensajes gestuales o directamente verbales a la lanzadora haciéndole ver que este va a ser el destino de todos sus tiros. Por cierto y hablando de waterpolo femenino. Esta noche juega España la final contra Estados Unidos. Vi el partido del grupo y flipé con la boya de los norteamericanos. ¡Qué bestia! ¡Qué forma de repartir estopa! A la enésima expulsión, salió del agua y entendí lo que debe ser sufrirla. Un armario de tres cuerpos con muy mala uva a pesar de la sonrisa angelical que muestra en esta foto

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Quedan cuatro días de Juegos y mucho todavía que ganar y perder. Si nos atenemos al ideal olímpico, “citius, altius, fortis” se llevarán la gloria aquellos que corran más rápido, salten más alto o sean más fuertes. Pero para poder hacerlo deberán controlar sus mentes para que se conviertan en el mejor aliado y no en el peor enemigo. La frontera resulta muy fina. A veces demasiado. 

 

 

 

 

 

Día 13. ¡Tiembla China!

Por: | 08 de agosto de 2012

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¡Redoblen las campanas! ¡Ondeen las banderas! ¡Suba la bolsa! ¡Baje la prima de riesgo! ¡Tres medallas en un día! ¡Y otra asegurada! ¡Vaya festín! Rajoy debería, entre recorte y recorte, declarar el 7 de agosto día festivo para que todos los años recordemos una jornada donde pasamos de que todo nos saliese al revés, a darnos un atracón de éxitos. Se pasarían vídeos en todas las televisiones recordando las gestas al ritmo de “soy español, español, español” y los protagonistas recordarían una y otra vez esta jornada. ¡Qué menos!

Aparecería Javi Gómez Noya para explicar cómo se puede prolongar la fase de agonía física hasta extremos casi inhumanos durante más de hora y media donde en un ejercicio casi masoquista, te hacen nadar 1.500 metros, andar en bici durante 43 kilómetros y correr otros diez. Que hay que tener mala leche para inventarse una competición así. Y le preguntarían qué se siente cuando tus rivales son dos hermanos, los Brownlee, que vete tú a saber lo que tramaban. Gómez Noya hablará de Londres 2012 y seguramente también de Pekín 2008, donde se quedó a las puertas de la medalla y que seguro que le sirvió de motivación y aprendizaje. Andrea Fuentes y Ona Carbonell, por su parte, explicarían (esperemos que para entonces Ona sea un poco más locuaz que ayer en las entrevistas) una y otra vez qué se les pasó por la cabeza durante esos interminables segundos donde después de un ejercicio impactante, no sabían si los jueces les respaldarían dándoles los suficiente para superar a las chinas (un gran ejercicio el suyo también, reconocido hasta por Gemma Ristro Mengual) o por lo contrario tendríamos una razón más para sacar a pasear “la injusticia”. A Marina Alabau le preguntarían qué se siente cuando subes a lo más alto del podium y escuchas el himno de tu pais y de paso que explique cómo su propia federación votó a favor de la desaparición de su especialidad de cara a los siguientes Juegos Olímpicos. El programa especial de esos próximos 7 de agosto debería terminar con una mesa redonda donde jugadoras de waterpolo y balonmano debatiesen, como especialistas que son, sobre el “gen competitivo”. Y por supuesto que la portera del agua, Laura Ester, tendría que revelar lo que les decía a las jugadoras rivales cada vez que les paraba un lanzamiento. Así, año tras año. 

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La verdad es que no nos puede sorprender mucho la explosión de ayer. Nos guste o no, somos así. Pasamos del 0 al 100, de la depre a la euforia, de ser la leche de malos a ser la pera de buenos (y viceversa), del “este año no nos comemos nada” al “este año nos lo comemos todo” con más rapidez de la que desaparecieron millones de euros en Bankia. ¿10 días para tres medallas? Pues 10 horas para cuatro. Para chulos nosotros. Y espera, que esto no se ha acabado. La fiesta (sí, estos Juegos ya no son un funeral sino una fiesta) continúa hoy mismo. De entrada tenemos a David Cal, un tipo de fiar. Luego el waterpolo frente a Montenegro. Esto me da mala espina, pero sé (o me lo imagino) que los chicos están picados en su orgullo por el éxito de las chicas. Además, si tienen problemas, que se tire Maica García, la boya española, y lo arregla en un santiamén. 

Davil Cal, taekwondo, vela, Bolt otra vez en la pista, muchas cosas para ver y disfrutar. Pero sobre todo de 14.30 a 19.00 más o menos tenemos no un enfrentamiento deportivo, sino ¡UNA MISIÓN! Que digo una misión, ¡DOS MISIONES! Dos oportunidades más de vengarnos de las afrentas de nuestro enemigo más cercano, que nos menosprecia constantemente, que se ríe de nosotros poniendo en duda nuestros éxitos con sus guiñoles. Sí, dos España-Francia seguidos. Tienen suerte los franceses de que Hollande y Rajoy se llevan bien y a los dos les cae mal Angela Merkel, que si no, de paso les invadiríamos, intervendríamos los canales de televisión, suprimiríamos programas y pondríamos al mando a “unos de los nuestros” para acabar con las noticias contrarias a nuestros intereses y por supuesto con el espíritu crítico de los malditos guiñoles. Andá, como ha pasado en Televisión Española. 

 Hablando en serio. El España-Brasil de baloncesto sigue arrastrando polémica. Lógico, pues resultó meridiano que si bien y por supuesto España no jugó a perder (¿cómo se hace esto?) sí que no quemó las naves por la victoria. Con todo el derecho del mundo, según mi opinión. Ahora bien, aceptando que salgan voces críticas y siendo evidente que el prestigio de España se ha visto afectado negativamente, algunas no son de recibo. Como por ejemplo que Le Figaro, periódico francés (no ha sido el único) acuse al equipo español de violar la Carta Olímpica. Hay que tener morro cuando el año pasado pasó lo que pasó en el Europeo de Lituania. Resulta inevitable pensar que más que la supuesta dejadez que daña el espírituo olímpico, lo que les ha molestado por allí es que esto haya provocado tener a España como rival. No es extraño, pues desde que está Pau Gasol, y son muchos años, cada partido ha sido un soponcio para ellos, sobre todo en los últimos Europeos, donde más que ganar, España arrasó.  

Día grande ayer. Día grande hoy. Los Juegos llegan a su clímax y no sé si tendré a mano suficientes pantallas como para poder llegar a todo (estar en misa y repicando que decía mi madre) sueño de cualquier seguidor olímpico. 

POSTATA DE ÚLTIMA HORA. Me pilla la carrera de David Cal en plena escritura. ¡Qué crack! ¡Qué remontada! ¡Qué bestia! Lo que ha hecho este hombre en los últimos 250 metros, ha sido excepcional. Pedazo de deportista que con su quinta medalla se convierte en el mejor de la historia. Si ya lo decía yo, estoy no hay quien lo pare. ¡Tiembla China, que vamos a por vosotros!

 

 

 

 

Día 12. Viviendo de esperanzas

Por: | 07 de agosto de 2012

 

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Una de las características de unos Juegos Olímpicos es que ante el aluvión de acontecimientos, nada dura demasiado. Ni las alegrías ni tampoco las penas. Cualquier éxito o fracaso se convierte rápidamente en pasado y deja su sitio al presente o al futuro. Lo de Mireia, nuestra mayor satisfacción hasta el momento (la verdad es que no tiene mucha competencia por ahora en este apartado) o lo del fútbol, aspirante cualificado para el premio al gran fiasco de los juegos, parece que ocurrieron hace un siglo. Hasta que llegue el último día, donde lo más importante quede a salvo de los avatares de la memoria, no hay tiempo para grandes celebraciones (desgraciadamente esto no ha sido problema hasta ahora) ni sobre todo a sonados funerales. Cualquier programa radiofónico da fe diaramente de esto. A cada traspies responden inmediatamente con una nueva propuesta de éxito. “¿Qué tal nos ido en yudo? Mal. Vale, gracias, pues pasemos rápidamente a la natacion sincronizada, donde esta tarde…..” En esta venta del optimismo y la ilusión, los Carreño, Lama y compañía son unos auténticos cracks. 

A veces lo tienen difícil. Ayer fue un mal día. Otro mal día. Ni rascamos metal ni tampoco nuestros equipos, protagonistas de la tarde noche, emitieron excesivas señales para el optimismo. Empezando por el baloncesto, uno de los buques insignia. Mucho se ha escrito antes y despues de este guiño del destino en el que se convirtió el España-Brasil. Lo curioso del tema es que la preocupación por la salvaguardia de la reputación ha dado paso a la preocupación por cuestiones puramente deportivas. La España baloncestística, un valor seguro a tenor de su reciente historia, ha dado muestras suficientes de alcanzar el día D y la hora H (el crucial cruce de cuartos) demasiado enredada y con un buen número de cabos sueltos. Falta de solidez defensiva, sube y bajas contantes en su intensidad y productividad, desequilibrio entre el juego interior y exterior y finales de partidos erráticos no son buenos augurios cuando llegamos al terreno donde no existen segundas oportunidades.  Si bien en el partido ante Brasil alguno de estos déficits pueden ser explicados por las circunstancias que rodeaban al encuentro, la repetición de problemáticas anteriores apunta hacia el juego puro y duro, lo que resulta cuanto menos inquientante. Ya lo apuntó Pau Gasol al término del partido. “Más nos vale mejorar, porque si no nos vamos para casa”. Toda una demostración de que la preocupación no es sólo del periodista o del aficionado, sino que anida en el propio grupo. Tampoco en balonmano o waterpolo las cosas fueron mucho mejor, y nos esperan unos cruces de aupa. 

Pero todo esto ya es pasado y no hay tiempo para pararse en ello ni un segundo más de lo necesario. Dejemos a Brasil y hablemos de Francia, a los que estoy seguro no ha hecho ni puñetera gracias volverse a encontrar con España, habituales verdugos en los últimos años. Pasemos por encima el fracaso del 1.500 en Atletismo y hablemos de las semis de 800, donde tenemos a tres atletas clasificados. Olvidemos a Iker Martinez y Xavi Fernandez y concentrémonos en la Medal Race de Marina Alabau en windsurf. Que los equipos masculinos tropiezan, ahí estan el waterpolo y el balonmano femenino. Y no olvdemos que las de sincro nunca fallan.

Hoy llega lo que se ha empezado a llamar el Super-Martes, con varias opciones para aumentar nuestro raquítico medallero y mañana el futuro casi definitivo de nuestros equipos quedará marcado en los cuartos de final. Independientemente de cómo han llegado, el caso es que están, vivitos y coleando y eso alimenta ilusiones, el mejor antídoto para sobrellevar decepciones. A falta de medallas, no nos queda otra que seguir viviendo de esperanzas. Ya lo dice el refrán: "La esperanza es lo último que se pierde"

 

 

 

Día 11. ¿De qué planeta ha llegado este tío?

Por: | 06 de agosto de 2012

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Se marchó Phelps con su baúl lleno de medallas y llegó Usain Bolt para ocupar el hueco. Y lo hizo a su estilo, ruidoso, a lo grande, que nada tiene que ver con el del nadador estadounidense. Phelps es discreto, todo calma, y sólo sonríe cuando sube a lo más alto del podium. Bolt lleva la fiesta con él allá por donde vaya. Antes, durante y después de las carreras se adueña del escenario y no deja que nadie le haga sombra. A veces se podría llegar a pensar que es un poco payasete, pero es que a la hora de la verdad, cuando toca correr, lo que hace este tipo no es normal, por lo que le está permitido casi todo. 

Si hay un momento para marcar con un círculo rojo en el calendario olímpico, esa es la tarde-noche donde se corren semifinales y final de los 100 metros, especialidad que corona al hombre más rápido del mundo. Casi nada. La memoria olímpica está llena de momentos gloriosos en esta especialidad. Por no remontarme a Jesse Owens, uno de los primeros mitos olímpicos, mi primer recuerdo es el de Jim Hynes en México 68. Tenía 9 años y fue el primer hombre que bajó en unos Juegos de los 10 segundos (9,97) algo casi extraterrestre en aquellos tiempos. Luego flipé con Valery Borzov, en Munich 72, un blanco reinando en coto habitual de velocistas negros, y en mi primera participación olímpica en Moscú ganó un inglés, Allan Welles, en una lamentable final debido a las ausencias por el boicot (hizo 10,25, la peor marca desde Melbourne 56). Y entonces llegó Carl Lewis, al que vi de cerca en Los Angeles y no era tan alto como parecía. Y luego Ben Johnson. Y la carrera de Seúl 88 atrajo la atención mundial como ninguna otra antes, y la marca de Johnson fue una barbaridad. A la gacela se la había merendado un vitorino que tenía un cuerpo donde se marcaban músculos que estoy casi seguro que yo no tengo. 

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Todo se vino abajo días después, cuando el canadiense fue descalificado en uno de los mayores escándalos que se recuerdan. La rivalidad Johnson-Lewis, hasta que el doping la destrozó, revitalizó la prueba y aunque algunos de los campeones posteriores tampoco pasaron siempre la prueba del algodón del doping, el espectáculo de ver esta carrera resultaba siempre fascinante. 

Hace cuatro años en Pekín surgió el huracán Bolt y dado el taco que montó, esperaba desde entonces la siguiente cita olímpica. Según se iba acercando el momento, aparecieron noticias que no hacían sino acrecentar el interés. A Bolt le sale en su propia Jamaica Yohan Blake, un colega respondón que aprovechó su descalificación en el Mundial del año pasado para ganar la prueba y que en los trials de clasificación sorprende a todos doblegando al genio dos veces, en 100 y 200. Como es normal, corren rumores de que Bolt no está en plena forma. Estados Unidos, mientras tanto, presenta una tripleta que da miedo. Total, que la habitual mística que siempre representan los 100 metros, se unía una serie de corredores excepcionales al asalto del trono del rey. Un rey que tal y cómo se las gasta, vete tú a saber lo que iba a ser capaz de hacer. 

20.45. Comienzan las tres series semifinales. En el estadio se está disputando la clasificación de altura masculina y la final de triple salto femenina, pero en cuanto aparecen los velocistas, todo lo demás deja de tener interés. A mi me encantan verles correr, pero tampoco me pierdo nunca la presentación. La tensión que transmiten es tremenda. Joder, y vaya cuerpos. Alguno, como Justin Gattlin, lleva el maillot tan comprimido que parece que le va a estallar. No paran de moverse, como si estuviesen encerrados, y cuando se arrodillan y se ponen en posición de salida, temo que algún músculo reviente de la tensión a la que le someten. Suena el pistoletazo. Como si abriesen la puerta de chiqueros, allí salen volando. Gana Gattlin y Martina, un holandés, supera en el último momento a Asafa Powell, todo un clásico. Primero y segundo chocan pechos para celebrarlo. Si es que donde esté un encontronazo entre dos cajas torácicas bien musculadas, que se quite un apretón de mano.  

Segunda semifinal. Habitual show de Bolt, que mientras el resto de toros no sabe como quedarse quietos, el atiende a todo. La cámara, el público, lo que haga falta. En las eliminatorias ha estado discreto. ¿Y si no está bien? 9.87 segundos después, 100 metros recorridos de los cuales los 25 últimos los hizo al trote, no hay duda posible. Este está que se sale. Me pongo hasta nervioso pensando en la final, más cuando en la tercera y última su amiguete Yohan Blake hace 9,85 dejándose llevar. Siete de los ocho clasificados han bajado de 10 segundos, algo histórico. Tres jamaicanos, tres estadounidenses, un holandés y uno de Trinidad. Mejor cartel imposible. Queda hora y media larga para la final. ¿Y si ceno algo?

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22.50. Salen a la pista los ocho galgos. La electricidad que se genera en el Estadio traspasa la televisión. La presentación es espectacular, con puestas en escena de todo tipo (hay que ver cómo les gusta a los estadounidenses lo del saludo marine. ¡Señor, sí señor! ¡Estamos en una misión!) La carrera, casi de ficción. Bolt gana otra vez con una marca sideral. Su correr es ágil y elegante sin dejar de  ser poderoso y el triunfo es otra vez claro, incuestionable. Las dudas y los aspirantes quedan reducidos a la nada. Sólo hay foco para un tipo que parece de otra galaxia. Una vez más y como ocurrió en Pekín, tengo la sensación de haber asistido a un acontecimiento de los que no se olvidan, de esos que contaremos dentro de muchos años.  Quizás entonces ya sabremos de qué planeta ha venido este personaje estratosférico, esta bendición para el deporte. 

 

 

 

 

 

Día 10. ¿Y ahora qué hacemos?

Por: | 05 de agosto de 2012

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Desgraciadamente, mi indeseable suposición de ayer se cumplió y tenemos debate ético. España perdió ante Rusia y además de alimentar análisis y reflexiones sobre lo que nos faltó, sobró, cómo estamos realmente, a quién tenía que haber sacado Scariolo o si los Gasol no defienden todo lo que deberían, el equipo español se colocó en una situación sumamente incómoda. Olvidado el primer puesto, resulta que el tercero ofrece un camino hasta la final más accesible que el del segundo. Dicho de otra forma. Mañana, ante Brasil, la victoria penaliza. 

Vaya por delante que lo de elegir rival en la última jornada no es nada nuevo. Cualquiera que haya ido a unos cuantos campeonatos ha visto como en ese último día de grupos, algunos equipos no se han partido el pecho en la búsqueda de la victoria, han reservado jugadores con la excusa del cansancio o problemas físicos y su intensidad de juego no ha sido la habitual. Sin ir más lejos, el año pasado en el Europeo de Lituania, Francia tiró descaradamente el partido ante España en la lucha por el primer puesto del grupo, pues de esta forma se quitaba del camino la amenaza del anfitrión. Seguramente para su dejadez influyó que dos años antes, en el Eurobasket de Polonia, Nando de Colo metió la canasta del triunfo ante Grecia (no parecieron muy tristes los griegos, desde luego) que les cruzó con España en cuartos de donde salieron bien escaldados. A De Colo le llamaron de todo menos guapo empezando por algunos medios. Al año siguiente, el prestigioso L´Equipe, antes de ese partido frente a España daba toda una serie de razonamientos para tirar el partido. Normalmente se suele hacer de forma menos llamativa que aquellos bostezos de Toni Parker que representaron inmejorablemente el pasotismo francés, o como lo hicieron las de bádminton, que terminaron por cabrear al público y al COI y fueron expulsadas. Pero hacerlo, se hace. Por la cara o disfrazados de “hay que reservar fuerzas” o “tengo a unos jugadores tocados” o “hoy en defensa no hemos estado agresivos”. 

Dicho esto, vayamos con el espíritu olímpico. Ese que dice que hay que buscar siempre la victoria. Perfecto. Estoy con él al 100%. Pero lo que no especifica el ideairo olímpico es a qué victoria se refiere. ¿A la de cada partido? ¿A la de cada etapa? ¿A la de cada serie de natación o atletismo? ¿O habla de la victoria final? Porque no es lo mismo. Ayer ví a muchos atletas perdiendo series porque se dejaban llevar una vez conseguido el objetivo de clasificarse y en vistas a ahorrar energía. Los ciclistas no buscan la victoria en cada etapa de un Tour, yendo al tran tran en muchas de ellas. En un Mundial de fútbol, por ejemplo, si llegas clasificado al tercer partido de la fase de grupos, muchos entrenadores optan por sacar a gente no habitual y se suele ver como normal. Todas estas situaciones, si nos ponemos estrictos, van en contra del ideario del máximo esfuerzo en busca de la victoria. Si España se ha clasificado ya para cuartos que era el objetivo principal y por lo que sigues en competición ¿por qué Bolt o Phelps, en aras de un objetivo superior al puntual de esa seria, se pueden dejar llevar y perderla y en otro deportes está mal visto no pelear en todos y cada uno de los partidos? Con jugadores bastante cargados de piernas y mente, ¿no les vendría bien un descanso? ¿Esto supondría un comportamiento éticamente reprobable? 

Hace un año, en aquella ocasión, la de Francia, escribí en este periódico: El transcurrir del campeonato a partir de las disputas de los cruces de cuartos de final dictará sentencia y puede que dentro de una semana esta patochada pase a convertirse en una decisión supuestamente inteligente, pero mientras veía el partido no dejaba de felicitarme por ser seguidor del equipo que no especuló, que no hizo cábalas, que se tomó en serio el partido y que buscó y consiguió una nueva victoria. Un equipo que ha venido a ganar el campeonato sin dobleces ni atajos, que confía en su potencial, que se prepara para lo que venga sin elegir rival, respetando a todos pero no temiendo a nadie. Un equipo que no entiende otra cosa que no sea ir de frente y buscar en todos y cada uno de sus partidos la victoria. Lo otro, incluso contemplando que el futuro les pueda dar la razón, no deja de ser recurso de equipo menor, temeroso, pequeño. Este razonamiento, en el que me corroboro, me lleva a la pregunta que quizás debería ser pertinente y esclarecedora. ¿Cuál es el objetivo real de España? ¿Pensamos o no pensamos que EE UU resulta inalcanzable? Si es ganar el campeonato, el disputar semifinal o final frente a EE UU resulta casi irrelevante, pues para conseguirlo tienes que vencer a todos antes o después. En cambio, si pensamos que nuestro techo es el segundo puesto, entonces entiendo que puedan surgir dudas.

Resumiendo. Creo, espero y deseo que España vaya a por el partido. Creo que las derrotas no deberían ser subsanadas con otras derrotas. Creo que Rusia se ganó el derecho a evitar a EE UU y España no. Creo que hablando de las semifinales se deja de hablar de los cuartos de final, donde esperan Francia o Argentina. Creo que la victoria crea hábito, y la derrota dudas, y ya llevamos una. Creo que teniendo ya este grupo la plata, sólo nos engrandece aún más el oro, por lo que no veo enormes diferencias entre ser segundo o tercero. Creo que si algo ha demostrado este equipo hasta ahora es que nunca ha tenido miedo a nada ni a nadie. Creo que es más importante recuperar el juego que hacer cábalas, por lo que no podemos desperdiciar ninguna oportunidad para mejorarlo. Ahora bien, no comparto la descalificación total hacia otro tipo de comportamiento que no sea el de afrontarlo al 100%. Una cosa es buscar la derrota y otra no emplearse a fondo para buscar la victoria parcial en aras a la victoria total. En este caso, además, no habría daños a terceros. Sea como sea, difícil papeleta la de Scariolo. Si Navarro no juega, ¿cómo se va a interpretar? 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Día 9. Sin siesta

Por: | 04 de agosto de 2012

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En mi rutina olímpica siempre hay espacio para una buena siesta. Me levanto pronto, sobre las ocho de la mañana, desayuno mientras repaso la prensa por internet intentando evitar las noticias económicas, que no son horas para sustos, me pongo a escribir este diario, a las 10 hago mi resumen radiofónico en el Hoy por Hoy de la SER entregando Palomero de Oro y Palomero de hojalata, exprimo mis neuronas matemáticas haciendo el KenKen de 9x9 de los pasatiempos del país, me doy una ducha -pues sigo en pijama-, y bien fresquito me conecto a rtve.es, magnífica web donde puedo seguir hasta cuatro eventos a la vez. Así hasta la hora de comer. Una vez llenado el buche, me meto en mi habitación, me pregunto por qué he tardado 17 años en instalar aire acondicionado y descanso los ojos lo que mi cuerpo quiera, dejando a grabar, si es pertinente, alguna cosa importante que pueda ocurrir durante esa hora, hora y media de ensueño. 

Así había sido hasta ayer, donde cometí un error. Antes de zamparme unos maravillosos huevos a la cubana, comencé a ver el Federer-Del Potro. La aventura de Federer en estos Juegos tiene su aquel. Estamos hablando del mejor jugador de la historia al que su inigualable palmarés tiene un único agujero. El título individual en unos juegos. Federer no es español, aunque algunos pensamos, viéndole jugar, que es de Bilbao, ahondando en la teoría de que los de Bilbao nacemos donde nos da la gana. Pero me cae tan bien que mientras no se enfrente a uno de los nuestros, lo que no ocurrirá, mis simpatías van con él. Se lo ha ganado después de muchos años disfrutando de su tenis elegante como ningún otro. Sospecho que no soy el único al que le pasa esto, y solo hace falta ver cómo la mayoría de los espectadores que asisten en directo a sus partidos se decantan por el maravilloso jugador suizo. Además, estamos hablando de Wimblendon, su segunda casa (o tercera o cuarta, pues con la pasta que tiene supongo que su cartera inmobiliaria no se limitará a su vivienda habitual). 

El partido me atrapó desde el principio. Tanto que no hubo manera de dejarlo ni tan siquiera para disfrutar de uno de los grandes placeres que te ofrece el verano. Resultaba tan hipnótico que una vez comenzado el tercer set, deseché por completo mantener mi rutina. No habrá muchas veces que me arrepienta menos de hacerlo. Lo que nos depararon suizo y argentino fue épico, sobre todo en lo que a la resistencia de Del Potro, que tuvo perdido el partido en varias ocasiones antes de la definitiva. Pero cada vez que estaba con el agua al cuello, ocurrían dos cosas. Una, que él se resistía a su suerte con ese gen competitivo tan argentino. Dos, que a Federer le temblaba la raqueta y era incapaz de cerrar el partido y asegurar al menos la plata. Sí, a Federer, al de los 17 Grand Slams, al tipo que ha estado en la cumbre del tenis más tiempo que nunca. A veces, a algunos deportistas estelares les suponemos inasequibles a la enfermedad que nos ataca al resto de los mortales cuando la presión se hace considerable, pero no existe nadie inmune. En determinados momentos y situaciones, incluso a los más grandes les tiemblan las piernas como a todos. 

Aun así y gracias a su saque, no dejó a lo largo de los 36 juegos del tercer set que Del Potro disfrutase de una sola bola de partido. Despues de 4 horas y 26 minutos de tenis agónico y con decenas de puntos maravillosos, Federer venció y mientras los dos se dirigían a la red para darse un abrazo, me pareció que hacían un esfuerzo para que no apareciesen las lágrimas de alegría y de pena, dependiendo de cada uno. El partido fue uno de esos momentazos que siempre te regala los Juegos. 

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Metido ya en harina tenística, salté lógicamente a la pista 1, donde Feli y Ferru buscaban la final. Esta vez el drama del tercer set no fueron 36 sino 34 juegos, donde lo tuvimos en la mano. No una, sino cuatro veces. Lo suyo no fue una derrota, fue una putada despues de rozarlo con la punta de los dedos. La verdad es que el sistema en el que se juega el tenis en este torneo, a tres sets y el último sin límite de juegos hasta que uno consiga dos de ventaja, es tremendo. Los jugadores, individuales o por parejas, se acercan a la gloria en un momento para dos minutos más tarde ver de cerca el abismo. No es de extrañar que como demostraron Federer, Del Potro, Ferrero, Feliciano, Tsonga y Llodra, que los altibajos tanto de juego como emocionales fuesen constantes. Y lo difícil que es dar el paso, cruzar la línea de meta, ganar el último juego, el último punto. 

Total, que entre unas cosas y otras, mi sesión tenística duró un montón de horas que me dejaron tan bien servido que salí a cenar perdiéndome en directo la hazaña de Mireia que luego ví de madrugada. Pero mereció la pena el atracón. Eso sí, hoy, despues de ver el España-Rusia de baloncesto, donde nos jugamos mucho, hago tumbing seguro. 

Posdata. Supongamos (espero que no) que  España hoy pierde ante Rusia. En este caso, el lunes nos jugaríamos con Brasil el segundo puesto. Este lugar te coloca en el lado del cuadro de EEUU, con el que te encontrarías en semifinales (siempre que ganes los cuartos, claro) cosa que no ocurre siendo tercero. Brasil estará en la misma tesitura. El segundo tendrá a Argentina en cuartos, y el tercero a Francia, lo que es prácticamente lo mismo. Pero no es lo mismo una semifinal con Rusia que con Estados Unidos. La pregunta es inevitable. ¿Estaría justificado no poner toda la carne en el asador? Lo hemos visto con anterioridad en muchos torneos (sutil a veces, descarado en otras) pero la expulsión de las de bádminton abre debate.

Diario de un ex olímpico

Sobre el blog

El Palomero hace mudanza durante 17 días y abre espacio dedicado a los Juegos. Y es que unos Juegos dan para mucho. O al menos lo suficiente como para un diario "palomérico" sin más pretensiones que pasar revista a lo importante, secundario, anecdótico y también al más puro y duro chismorreo. Ah, y alguna batallita del abuelo.

Sobre el autor

Juanma Iturriaga

es muchas cosas en una, pero de lo que más orgulloso se muestra siempre es de haber sido olímpico en dos ocasiones. También le gusta recordar que en su segunda participación, en Los Angeles 84, se trajo para España una medalla de plata, que en aquella época fue algo histórico. Fue tal el exitazo que ha llegado hasta ahora viviendo de ella y contando que secó a Michael Jordan y que Jack Nicholson le invitó a su casa después de verle jugar, lo que nunca se ha confirmado al 100%. Le gustan todos los deportes olímpicos, Pentatlón moderno incluido.

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