Diario de un ex olímpico

Sobre el blog

El Palomero hace mudanza durante 17 días y abre espacio dedicado a los Juegos. Y es que unos Juegos dan para mucho. O al menos lo suficiente como para un diario "palomérico" sin más pretensiones que pasar revista a lo importante, secundario, anecdótico y también al más puro y duro chismorreo. Ah, y alguna batallita del abuelo.

Sobre el autor

Juanma Iturriaga

es muchas cosas en una, pero de lo que más orgulloso se muestra siempre es de haber sido olímpico en dos ocasiones. También le gusta recordar que en su segunda participación, en Los Angeles 84, se trajo para España una medalla de plata, que en aquella época fue algo histórico. Fue tal el exitazo que ha llegado hasta ahora viviendo de ella y contando que secó a Michael Jordan y que Jack Nicholson le invitó a su casa después de verle jugar, lo que nunca se ha confirmado al 100%. Le gustan todos los deportes olímpicos, Pentatlón moderno incluido.

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Día 11. ¿De qué planeta ha llegado este tío?

Por: | 06 de agosto de 2012

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Se marchó Phelps con su baúl lleno de medallas y llegó Usain Bolt para ocupar el hueco. Y lo hizo a su estilo, ruidoso, a lo grande, que nada tiene que ver con el del nadador estadounidense. Phelps es discreto, todo calma, y sólo sonríe cuando sube a lo más alto del podium. Bolt lleva la fiesta con él allá por donde vaya. Antes, durante y después de las carreras se adueña del escenario y no deja que nadie le haga sombra. A veces se podría llegar a pensar que es un poco payasete, pero es que a la hora de la verdad, cuando toca correr, lo que hace este tipo no es normal, por lo que le está permitido casi todo. 

Si hay un momento para marcar con un círculo rojo en el calendario olímpico, esa es la tarde-noche donde se corren semifinales y final de los 100 metros, especialidad que corona al hombre más rápido del mundo. Casi nada. La memoria olímpica está llena de momentos gloriosos en esta especialidad. Por no remontarme a Jesse Owens, uno de los primeros mitos olímpicos, mi primer recuerdo es el de Jim Hynes en México 68. Tenía 9 años y fue el primer hombre que bajó en unos Juegos de los 10 segundos (9,97) algo casi extraterrestre en aquellos tiempos. Luego flipé con Valery Borzov, en Munich 72, un blanco reinando en coto habitual de velocistas negros, y en mi primera participación olímpica en Moscú ganó un inglés, Allan Welles, en una lamentable final debido a las ausencias por el boicot (hizo 10,25, la peor marca desde Melbourne 56). Y entonces llegó Carl Lewis, al que vi de cerca en Los Angeles y no era tan alto como parecía. Y luego Ben Johnson. Y la carrera de Seúl 88 atrajo la atención mundial como ninguna otra antes, y la marca de Johnson fue una barbaridad. A la gacela se la había merendado un vitorino que tenía un cuerpo donde se marcaban músculos que estoy casi seguro que yo no tengo. 

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Todo se vino abajo días después, cuando el canadiense fue descalificado en uno de los mayores escándalos que se recuerdan. La rivalidad Johnson-Lewis, hasta que el doping la destrozó, revitalizó la prueba y aunque algunos de los campeones posteriores tampoco pasaron siempre la prueba del algodón del doping, el espectáculo de ver esta carrera resultaba siempre fascinante. 

Hace cuatro años en Pekín surgió el huracán Bolt y dado el taco que montó, esperaba desde entonces la siguiente cita olímpica. Según se iba acercando el momento, aparecieron noticias que no hacían sino acrecentar el interés. A Bolt le sale en su propia Jamaica Yohan Blake, un colega respondón que aprovechó su descalificación en el Mundial del año pasado para ganar la prueba y que en los trials de clasificación sorprende a todos doblegando al genio dos veces, en 100 y 200. Como es normal, corren rumores de que Bolt no está en plena forma. Estados Unidos, mientras tanto, presenta una tripleta que da miedo. Total, que la habitual mística que siempre representan los 100 metros, se unía una serie de corredores excepcionales al asalto del trono del rey. Un rey que tal y cómo se las gasta, vete tú a saber lo que iba a ser capaz de hacer. 

20.45. Comienzan las tres series semifinales. En el estadio se está disputando la clasificación de altura masculina y la final de triple salto femenina, pero en cuanto aparecen los velocistas, todo lo demás deja de tener interés. A mi me encantan verles correr, pero tampoco me pierdo nunca la presentación. La tensión que transmiten es tremenda. Joder, y vaya cuerpos. Alguno, como Justin Gattlin, lleva el maillot tan comprimido que parece que le va a estallar. No paran de moverse, como si estuviesen encerrados, y cuando se arrodillan y se ponen en posición de salida, temo que algún músculo reviente de la tensión a la que le someten. Suena el pistoletazo. Como si abriesen la puerta de chiqueros, allí salen volando. Gana Gattlin y Martina, un holandés, supera en el último momento a Asafa Powell, todo un clásico. Primero y segundo chocan pechos para celebrarlo. Si es que donde esté un encontronazo entre dos cajas torácicas bien musculadas, que se quite un apretón de mano.  

Segunda semifinal. Habitual show de Bolt, que mientras el resto de toros no sabe como quedarse quietos, el atiende a todo. La cámara, el público, lo que haga falta. En las eliminatorias ha estado discreto. ¿Y si no está bien? 9.87 segundos después, 100 metros recorridos de los cuales los 25 últimos los hizo al trote, no hay duda posible. Este está que se sale. Me pongo hasta nervioso pensando en la final, más cuando en la tercera y última su amiguete Yohan Blake hace 9,85 dejándose llevar. Siete de los ocho clasificados han bajado de 10 segundos, algo histórico. Tres jamaicanos, tres estadounidenses, un holandés y uno de Trinidad. Mejor cartel imposible. Queda hora y media larga para la final. ¿Y si ceno algo?

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22.50. Salen a la pista los ocho galgos. La electricidad que se genera en el Estadio traspasa la televisión. La presentación es espectacular, con puestas en escena de todo tipo (hay que ver cómo les gusta a los estadounidenses lo del saludo marine. ¡Señor, sí señor! ¡Estamos en una misión!) La carrera, casi de ficción. Bolt gana otra vez con una marca sideral. Su correr es ágil y elegante sin dejar de  ser poderoso y el triunfo es otra vez claro, incuestionable. Las dudas y los aspirantes quedan reducidos a la nada. Sólo hay foco para un tipo que parece de otra galaxia. Una vez más y como ocurrió en Pekín, tengo la sensación de haber asistido a un acontecimiento de los que no se olvidan, de esos que contaremos dentro de muchos años.  Quizás entonces ya sabremos de qué planeta ha venido este personaje estratosférico, esta bendición para el deporte. 

 

 

 

 

 

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