Diario de un ex olímpico

Sobre el blog

El Palomero hace mudanza durante 17 días y abre espacio dedicado a los Juegos. Y es que unos Juegos dan para mucho. O al menos lo suficiente como para un diario "palomérico" sin más pretensiones que pasar revista a lo importante, secundario, anecdótico y también al más puro y duro chismorreo. Ah, y alguna batallita del abuelo.

Sobre el autor

Juanma Iturriaga

es muchas cosas en una, pero de lo que más orgulloso se muestra siempre es de haber sido olímpico en dos ocasiones. También le gusta recordar que en su segunda participación, en Los Angeles 84, se trajo para España una medalla de plata, que en aquella época fue algo histórico. Fue tal el exitazo que ha llegado hasta ahora viviendo de ella y contando que secó a Michael Jordan y que Jack Nicholson le invitó a su casa después de verle jugar, lo que nunca se ha confirmado al 100%. Le gustan todos los deportes olímpicos, Pentatlón moderno incluido.

TWITTER

El palomero

Facebook

Archivo

agosto 2012

Lun. Mar. Mie. Jue. Vie. Sáb. Dom.
    1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 31    

Día 16. Se nos están quedando cortos estos Juegos

Por: | 11 de agosto de 2012

1344428748_695922_1344434424_album_normal

¡Qué rápido pasa el tiempo cuando las cosas van bien! Atrás, muy atrás, quedan los días aquellos de la primera semana de competición donde íbamos de decepción en decepción, recibiendo patadas en nuestra ilusión como la que se lleva este pobre hombre de la foto, con nuestro botín metálico bajo mínimos, compartiendo ubicación en el medallero con países de los que hasta nos cuesta ubicarlos en el mapa y preguntándonos si sería cierto eso de que España es una potencia deportiva mundial, cuestión de la que nos llevamos vanagloriando hace tiempo a caballo de nuestros constantes éxitos en las especialidades más mediáticas. Dicen los expertos en ciclismo que las grandes vueltas se ganan en la tercera semana. En estos Juegos, España ha dejado lo mejor para el final y desde el supermartes pasado, vivimos en época de abundancia. Tanta, que hasta da un poco de pena que esto se vaya a acabar mañana. Una semana más y el record de Barcelona 92 habría caído con toda seguridad. Que menudos somos cuando nos embalamos, no hay quien nos pare. 

No es que crea que unos buenos resultados, o unos malos, vayan a cambiar sustancialmente las cosas. Como decían las chicas de waterpolo, una de las grandes alegrías de estos días, el apoyo a este deporte seguirá siendo el que era y su liga se seguirá disputando en recintos casi vacíos y con el único calor que dan familiares y amigos de las deportistas. Y esto es extensible a casi todas las especialidades Guadiana, esas de las que solo nos ocupamos cada cuatro años. Pero al menos se ha demostrado que no solo del futbol, baloncesto y tenis vive el deporte español, lo que nunca está de más recordar en un país demasiado interesado en unos deportes y excesivamente despreocupado en otros. Manel Estiarte, mito del waterpolo español, explicaba el éxito en otros términos. “Lo más grande que han conseguido estas chicas es eso: que una niña quiera ser como ellas, que quiera jugar al waterpolo como ellas”. Si es cierto lo que dice Estiarte, que seguro que lo es, ya solo faltaría que esa niña encuentre las mínimas facilidades para cumplir el deseo que nació y creció viendo a nuestras excelentes deportistas. Y esto es algo más discutible que ocurra.

1344628668_313744_1344629175_portadilla_normal

Aun así, está demostrado que éxitos como los que estamos viviendo alimentan futuros éxitos. El gran cambio del deporte español se alcanzó cuando de forma esporádica en los 80 y más constante a partir de Barcelona 92, llegaron los triunfos y las nuevas generaciones pudieron crecer viendo ganar, observando que nada era imposible, disfrutando de unos ídolos que competían de tú a tú con cualquiera. Todo lo contrario que hasta entonces, donde a los que ya cumplimos los 40-50 no teníamos muchos mayores recuerdos triunfales que la medalla del añorado Paquito Fernández Ochoa. En cada uno de los Juegos Olímpicos no solo nos estamos jugando el presente, sino también parte del futuro. Y ahí es donde la reflexión de Estiarte resulta muy interesante.

Suele contar Pau Gasol que él quiso ser jugador de baloncesto y llegar a la NBA cuando vio al Dream Team en los Juegos de Barcelona. Las ilusiones, las decisiones de practicar un determinado deporte, suelen surgir así, a caballo de una determinada admiración, un hecho que nos marca, un ídolo que nos seduce. El casi monopolio que vive España con su fútbol durante buena parte del tiempo complica la multiculturalidad deportiva, no da espacio al conocimiento de otras especialidades, deja sin otros posibles referentes a los que emular. Esto no va a cambiar, seguro, pero al menos durante este breve espacio de exposición que son los 17 días de Juegos Olímpicos cada cuatro años, algunas especialidades los han aprovechado al máximo. Como el remo, que mientras escribo esto Saúl Craviotto ha ganado otra medalla de plata, y ya llevamos 16.

Se nos acaban los Juegos, ohhhhh, pero todavía quedan unos cuantos asuntos a los que atender. Alguno tan esperado y deseado como la final de baloncesto. Cuatro años hablando de “la revancha de Pekín” y ya está aquí, a poco más de 24 horas. La España baloncestística en estos juegos ha sido como una película de James Bond, donde siempre hay un momento en el que la trama le lleva a un supuesto callejón sin salida. Atado, amordazado, pegado a una bomba nuclear y metido en un avión sin control que cae en picado, te preguntas cómo narices va a ser capaz de salir de una situación así. Evidentemente, Bond, James Bond, termina encontrando la forma de salir airoso y protagoniza la escena final donde se besa con la chica mientras Monny Penny intenta contactar con él para pasarle al Primer Ministro. Pues eso mismo ha hecho España. Sin juego, sin tiro, sin encontrar a Pau, perdiendo buena parte del tiempo contra Francia y Rusia, y soportando las críticas por su (totalmente defendible) dejadez ante Brasil, la bomba de su eliminación estaba a punto de estallar. Pero como le ocurre a James Bond, mantuvo la calma y en el momento más comprometido sacó a relucir su capacidad para la supervivencia, su inigualable espíritu competitivo.

Ahora, mañana, toca besar a la chica. Solo queda un problema por resolver. Es de las que no se dejan. Igual para conseguirlo hay que tirar alguna puerta abajo  

 

 

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal