Diario de un ex olímpico

Sobre el blog

El Palomero hace mudanza durante 17 días y abre espacio dedicado a los Juegos. Y es que unos Juegos dan para mucho. O al menos lo suficiente como para un diario "palomérico" sin más pretensiones que pasar revista a lo importante, secundario, anecdótico y también al más puro y duro chismorreo. Ah, y alguna batallita del abuelo.

Sobre el autor

Juanma Iturriaga

es muchas cosas en una, pero de lo que más orgulloso se muestra siempre es de haber sido olímpico en dos ocasiones. También le gusta recordar que en su segunda participación, en Los Angeles 84, se trajo para España una medalla de plata, que en aquella época fue algo histórico. Fue tal el exitazo que ha llegado hasta ahora viviendo de ella y contando que secó a Michael Jordan y que Jack Nicholson le invitó a su casa después de verle jugar, lo que nunca se ha confirmado al 100%. Le gustan todos los deportes olímpicos, Pentatlón moderno incluido.

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Día 8. Mr. Catering al rescate

Por: | 03 de agosto de 2012

Calde

Cuando ocurre lo que le pasó ayer a la selección de baloncesto me suelo acordar de la película Alien, el octavo pasajero. La primera vez que aparece el bicho, en el comedor de la nave y saliendo de la tripa de uno de los tripulantes, es como un gusano, canijo (aunque ya apuntando maneras de bicharraco) y que se escapa más por la sorpresa de su aparición (y la maniobra disuasiva del que luego descubrimos que es un androide) que por sus habilidades, todavía muy poco desarrolladas. Una hora de película después, ese gusano excanijo mide dos metros y medio, tiene varias filas de dientes y se ha cargado uno a uno a todos, excepción, claro, de Sigourney Weaver y su gato, que finalmente encuentra la manera de acabar con él. Sigourney, no el gato.

Alien es ficción (espero), pero su guion resulta metafórico para explicar partidos como el de ayer de la selección española de baloncesto. La travesía estaba siendo hasta placentera, con la superioridad manifiesta que se presupone al enfrentarse dos equipos distantes en potencial, experiencia y talento. Lejos de deslumbrar y demasiado dependientes de lo que hiciese su juego interior, España dominaba sin grandes apuros el partido, instalado en esa supuesta barrera psicológica de los 10 puntos de diferencia. El alien no era peligroso y estaba controlado, pero no terminábamos de rematarlo. Se veía que íbamos hacia una faena de aliño, sin brillo, pero al fin y al cabo lo más importante parecía fuera de peligro. Pasaban los minutos, y el golpe definitivo, algo por cierto bastante habitual en el comportamiento de este grupo, no llegaba. Y el alien empezó a crecer. Cuando se alcanzó el último cuarto los jugadores de Gran Bretaña ya habían transformando un sueño casi irrealizable en una realidad factible. Y se vinieron arriba. El viaje placentero viró hacia una posible pesadilla, y encima el público asistente iba con el monstruo.

Muy espesos en general, sin chispa, con versiones menores de casi todos y con cara de "esto no estaba en nuestro guion", necesitábamos a la teniente Ripley para salvar los muebles. Y justo a tiempo apareció Jose Manuel Calderón, alias Mr. Catering, uno más de los acertados motes que puso el añorado Andrés Montes. No es un secreto la debilidad que siento hacia Calde. En lo deportivo y en lo humano. Me parece un tipo sensacional, sensato, humilde, currante y que en su carrera con la selección lo ha pasado desde muy bien hasta muy mal. Después de triunfar en Japón y ser nuestro mejor jugador (y probablemente del campeonato) en el Europeo de España 2007, llegaron los malos tiempos. No pudo jugar la final de los Juegos de Pekín por una lesión, tuvo que renunciar al Europeo de Polonia 2009 por problemas físicos (lo que le convirtió en un compañero de retransmisiones que resolvió con notable alto) y en el 2010 se rompió en el último partido de preparación ante EE UU y no pudo participar tampoco en el Mundial de Turquía. Para un tipo como Calderón, a quien le sale la pasión por el baloncesto y por la selección por todos los poros de su cuerpo, la mala racha fue muy dura de soportar. Por fin, el año pasado se dio un alegrón al estar sano, y además lo coronó con un partidazo en la final ante Francia del Europeo de Lituania. Para todo el que recuerde ese partido, le diré que estoy seguro de que dentro de la alegría general el más contento era el jugador de los Raptors.

Mr. Catering es uno de los líderes de este equipo (forma parte del esqueleto básico de este exitoso colectivo junto a Navarro y Pau Gasol) y se dedica como nadie, y de ahí el mote, a labores de intendencia. Aporta presencia, racionalidad, temple, intensidad emocional, espíritu guerrero y productividad ofensiva. Es un tipo al que no le suele temblar el pulso y a él se agarró ayer España para que la película no terminase con una derrota que complicaba demasiado el recorrido en estos Juegos. Como dijo Xavi Hernández en la Eurocopa (“a mí me gusta ser trascendente”) a Calderón tambien le gusta y ayer lo fue más que nunca. A la espera de Alien 2, 3 o las que haga falta, el primer Ripley español apareció en el momento justo.

Como siempre que se produce un partido entre regular y malo como fue el de la selección ayer, la pregunta viene rodada: ¿Una mala noche o el indicio de algo más profundo?. Viendo el histórico de este equipo, yo no me detendría por ahora en ahondar en posibles problemas de mayor enjundia. En casi todos los campeonatos tienen un partido tonto. Cierto que los problemas que causó Gran Bretaña fueron demasiados y que donde habíamos visto finura y fluidez ayer no pasamos del trazo gordo. Los Gasol no dominaron, Ibaka no encontró su sitio, los jugadores que salieron del banquillo aportaron bien poco y en general no se entró casi nunca en ritmo de partido. Tampoco vamos a tener que esperar mucho para saber el estado exacto de jugadores y mecanismos. Mañana llega Rusia, con Kirilenko al mando y su batallón de gente físicamente poderosa y con grandes dosis de talento baloncestístico. Termina la primera fase, llega el momento de jugar dos partidos (el otro ante Brasil) donde se decidirán posiciones y futuro. Resultarán ser una vara de medir más fiable que la película que vimos ayer. Que ese tema de las posiciones y los cruces puede tener su miga, y más después de lo ocurrido en bádminton. Ya hablaremos. 

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Mientras tanto los Juegos siguen y la soledad de la medalla de Mireia Belmonte (anda que no le ha sentado bien ahuyentar fantasmas y nadar más ligera de equipaje, vaya semifinal de 800m que se marcó) terminó rapidamente con el bronce de Maialen Chourraut en aguas bravas, donde a la tercera sí fue la vencida. Como muy bien dice Sámano en su artículo de hoy, la mujer está despertando a España en estos Juegos, lo que es una buena noticia. El equilibrio de potencial y resultados entre ambos sexos suele ser un barómetro fiable del estado del deporte de un país. Las nuestras, seguramente sin tantas facilidades como las que pueden tener los chicos, ya nos ofrecen sin parar demostraciones de su valía, casi siempre adornada por un espíritu competitivo admirable basado tanto en el talento como en una fe inquebrantable. El reconocimiento hacia ellas resulta tan necesario como merecido.

Buen fin de semana a todos.

Día 7. Aquí está, ya llegó, el primer medallón

Por: | 02 de agosto de 2012

Mireia

Y al quinto día de competición, llegó la primera medalla. Aleluya. Ya puede Rajoy recibir tranquilo a Monti, primer ministro italiano, en el enésimo día clave para la economía española. Somos un pais en alza y una vez roto es maleficio, qué digo yo maleficio, ese contubernio internacional de árbitros, dirigentes, postes de porterías, cadenas de bici, aguas bravas y todo lo que hasta ahora ha impedido nuestro éxito, podemos afrontar el siempre incierto futuro. Que repiquen las campanas de nuestras ciudades y pueblos. ¡Ya tenemos la primera medalla!

El honor le correspondió a la hasta ahora vilipendiada Mireia Belmonte, componente estelar del vilipendiado equipo de natación. Siempre prometiendo y casi nunca consiguiendo, de Mireia se hablaba más de lo que no era capaz de lograr que de lo que ha ido atesorando en su palmarés. La explicación de sus fiascos llevaba a los especialistas por terrenos más psicológicos que de otra índole. El talento estaba, pero no terminaba por liberarse. A partir de esta premisa, barra libre para las especulaciones. Personalidad, entorno, métodos, entrenadores, federación, todo un popurrí de variables que nunca terminaban por encajar. Si la cabeza y todo lo que se produce dentro de ella es uno de los factores principales que marca las diferencias en la alta competición, la de Mireia no funcionaba como debía. Pero claro, eso fue hasta ayer. Hoy asistimos al nacimiento de la otra Mireia. La deportista talentosa, capaz de soportar una enorme presión, de dar lo mejor en el momento preciso, de nadar con inteligencia, de llevar al límite a su cuerpo. Es la Mireia que ha dejado atrás sus miedos, como declaraba minutos despues de su triunfo. 200 extenuantes metros nadados en ese estilo que cualquier mortal, por mucho que quiera lucirse en la piscina del barrio, no aguanta ni 20, han obrado el milagro. Aunque quizás no haya sido ningún milagro. Quizás simplemente era cuestión de tiempo, de maduración, un camino que cada uno recorre a una velocidad diferente, y no olvidemos que estamos hablando de una chica que no ha cumplido los 22 años todavía. Pero tampoco podemos considerarnos un país con excesiva paciencia en estos asuntos. En cuanto se anuncia un posible talento, le colocamos en aspirante a medalla, y si luego no lo logra, que se atenga a las consecuencias. Sea como sea, esos ojazos de Mireia se merecían este honor.

¿Y ahora qué? ¿Medalla diaria? De entrada desaparece ese triple cero en el medallero que empezaba a resulta algo sonrojante si tenemos en cuenta que somos considerados una potencia deportiva mundial (lo que resulta discutible y de lo que me gustaría tratar otro día). Si la delegación española tiene mentalidad colectiva, cualquier éxito de cualquiera de sus representantes debe ser motivo de alegría y alegres se compite mejor. El pesimismo es contagioso, y del pesimismo al victimismo hay solo un paso. En la explicación de la pesada sequía se había abierto un resquicio para echar la culpa al empedrado, como bien ha demostrado la selección de fútbol con un discurso muy viejuno, de las épocas del codazo a Luis Enrique, y que creíamos superado. Errores de todo tipo los hay y los habrá, y lo que le está pasando a España seguramente le está ocurriendo a cualquier país con numerosa participación. Agarrarnos a estas cuestiones no aporta nada salvo un justificación para esconderse detrás. Además se termina metiendo todo en el mismo saco. Que si un arbitro, que si un poste, que si un cuarto puesto. Detrás de cada fracaso, salvo algún caso clamoroso, hay una explicación que atañe a los propios protagonistas o a sus rivales, que han sido mejores. Y en ese análisis es en el único sitio donde se van a encontrar elementos para que en la próxima ocasión las posibilidades de éxito sean mayores. Todo lo demás es puro enredo que en la mayoría de las veces, además, no concuerda con la realidad.

Mas allá de esto, me cuesta elucubrar. La onda expansiva de la medalla sí puede tener un fuerte impacto tanto para la propia nadadora como para el equipo de natación, al que todavía le queda faena.  Ahora bien, no alcanzo a medir la influencia que puede tener la medalla de Mireia esta tarde, a las 16.57, cuando Maialen Chourraut dispute la final de slalom individual en aguas bravas. O cuando juguemos contra Gran Bretaña en baloncesto o Corea del Sur en balonmano. Eso sí, a nuestras chicas de waterpolo (o las de balonmano) no les hace falta mayor empuje que le que ya tienen. Su remontada ante EEUU (equipo de físico impactante que tiene una jugadora que da hasta miedo por su corpulencia y los mandobles que reparte) en los últimos dos minutos fue maravillosa y demostradora de un carácter competitivo que les sigue engrandenciendo. A mí ya me tienen pillado. 

Como no sabemos lo que va a ocurrir, pues pensemos en positivo. Esto ha sido un cambio de ciclo, concepto muy de moda. Todos los hados en nuestra contra, se han pasado, cual transfugas, a nuestro lado. !Fuera cenizos y agoreros! ¡Llegan días gloriosos!

¿A que se desayuna mejor así?

Postdata en zapatillas. Yo de mayor quiero tener unas zapatillas como estas. 

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Día 6. A mí no me llevéis a la gimnasia.

Por: | 01 de agosto de 2012

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Me gustan casi todos los deportes que existen. Sí, no es una exageración producto de mi lugar de nacimiento. A casi todos les busco y suelo encuentrar su atractivo, que puede estar en sus reglas básicas, escenarios, practicantes, épica o estética. Cuando no entiendo una modalidad deportiva, intento comprenderla, pues muchas veces es más cuestión de conocimiento que de gustos. En mi época de jugador, viajamos en repetidas ocasiones a Estados Unidos, normalmente durante el verano, epoca de béisbol. Hotel donde íbamos, tele que poníamos, partido de béisbol que aparecía. No entendía qué tenía aquel deporte donde los partidos eran interminables, andaban y mascaban tabaco más que corrían y las estadísticas, terreno habitual para un jugador de baloncesto, resultaban indescifrables. Pero algo, además del arriago social, debería tener para que millones de personas acudiesen a los estadios o lo siguiesen por televisión. Un verano decidí estudiarlo y nadie mejor que el mítico Clemson Smith Muñiz, muchos años corresponsal deportivo de El País en Nueva York para darme unas cuantas clases. Me habló de lanzadores que abren y otros que cierran, jugadores míticos, tipos de lanzamientos, bateos y bateadores, carreras hechas y empujadas, tácticas y hasta alguna de las extrañas señas que se suelen hacer. Gracias a Clemson, uno de los deportes que no estaban en la lista de atractivos, se incorporó a ella (animado por el éxito, lo intenté con el criquet, pero he de reconocer que ahí pinché en hueso). 

Total, que por una cosa o por otra, es dífícil que no me quede enganchado a cualquier deporte que den por la tele. En estos Juegos hay 39, que no será por falta de oferta. Ahora bien, si tuviese que elegir uno que me cuesta un mundo seguirlo, ese es la Gimnasia. En cualquiera de su variedades. Uff, que sofocón me llevo. Sobre todo en su versión femenina. Le reconozco todos y cada uno de los atractivos que tiene, que son muchos, tantos que es uno de los deportes olímpicos estrella sin ningún género de duda. Pero el motivo de mis dificultades para su observación y deleite es que me genera una tensión casi insoportable. Cada vez que una atleta se dispone a realizar un ejercicio, ya sea un salto, ejercicio de suelo, barras asimétricas y sobre todo barra fija, no soy capaz de disfrutarlo porque tengo el corazón en un puño y temo que cometan un error, coloquen un pie mal y se caigan, les fallen las piernas en el instante decisivo. Pero es que como no se van a caer de la barra, que más que barra parece el filo de un cuchillo de lo estrecha que es. 

Ayer me volvió a ocurrir viendo la final de equipos femenina en su versión deportiva. ¡Qué tensión! Se juegan las medallas por décimas y centésimas de punto y del drama surge inevitablemente sobre todo cuando llega la última rotación. Rusia intentaba superar a Estados Unidos en la lucha por el oro en los ejercicios de suelo y Rumanía y las minúsculas chinas disputaban el bronce en el salto. Y una rusa falló, y la siguiente compañera tampoco pudo aguantar la tensión y en la última diagonal con triple tirabuzón (o lo que fuese aquellla pirueta imposible) se le doblaron las piernas al aterrizar y terminó en el suelo. Hala, todas a llorar y uno en su casa con un nudo en la garganta queriendo coger el transportador que usaban en Star Treck para ir a consolarlas. No les fue mejor a las chinas, otras que terminaron llorando. Desatadas las emociones, Estados Unidos hizo un ejercicio casi perfecto y se llevó el oro. Otras que se pusieron a llorar, esta vez de alegría. Ya sé que la tensión emocional radica uno de los enganches que puede tener un deporte, pero la de la gimnasia deportiva femenina resulta demasiada para un tipo sensible como yo. 

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En fin, cosas del deporte y la competición, generadores casi simultáneos de alegrías y tragedias. Que se lo pregunten a Phelps, el hombre del día, que en un hora pasó de la decepción de perder su distancia favorita por primera vez en unos Juegos al subidón de entrar de nuevo en la historia al ganar su decimonovena medalla en el 4x200 libres. 19 medallas. Qué pasada. ¡Qué abusón! que decíamos en el cole. Mientras tanto, nosotros seguimos a cero, lo que está generando ya cierta ansiedad. Rozando el larguero, eso sí, como Ander Elosegi, que volvió a quedar cuarto por segunda vez y perdiendo la medalla al ser superado por el último participante de la final. Dicen que la telepatía existe, pero la mía debe andar un poco averiada pues me pasé toda su participación deseándole lo peor (no era nada personal, sólo quería que Elosegi se subiese al podium) pero no hubo forma. 

Los Juegos reparten alegrías como el que nos ofrece casi siempre la selección de baloncesto, que se desayunó a los australianos y también disgustos como el que se llevó el waterpolo al tener que sufrir a un árbitro que lleva demasiado tiempo sin que le hagan una revisión ocular. O el balonmano, al que Dinamarca les tiene fritos jueguen como jueguen. Ayer lo hicieron como nunca y perdieron como siempre. El final de jornada también ofreció un poco de las dos caras. Mireia Belmonte nos alegró el cuerpo y alimentó otra vez esperanzas y la pareja de voley playa peleó como jabatos ante los campeones estaodounidenses pero terminó doblegándose, eso sí, con todos los honores posibles. 

Es el deporte. Es la vida, supongo. 

 

 

Día 5. ¿Y qué dicen en Londres?

Por: | 31 de julio de 2012

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Una de las cosas que más me gusta cuando viajo a una competición es leer los periódicos locales para encontrar otro punto de vista del que acostumbras y de paso intentar saber qué es lo que ocurre o preocupa, sobre qué discuten o que personajes admiran. Alguien puede pensar que esto lo podría hacer por Internet cualquier día desde la cocina de mi casa, pero no es lo mismo. El periódico en papel, artículo para algunos en vías de extinción, tiene otra lectura, otro ritmo y te ubica mejor. Me refiero a que en este mundo hipercomunicado, donde puedes estar en el Parque de Yellowstone a punto de encontrarte con Yogui, y recibir una llamada del taller de coches para decirte que ya tienen la pieza que pidieron a la central (lo que corta bastante el rollo) algunas necesarias sensaciones del viajero, como la de lejanía, corren peligro. Por eso, comprar un periódico local y sentarte a leerlo mientras te tomas un horrible café, a mí me coloca en el aquí y el ahora, en el inequívoco papel del nómada pasajero.  

Pero no siempre es fácil si te tocan países como Lituania, Turquía o Polonia, por poner las últimas sedes de torneos baloncestísticos. Ante la imposibilidad de entender ni una sola palabra pues no te queda otro medio que "ver los santos" que se decía hace mucho tiempo para referirte a las fotos o dibujos de los libros. Pero esta vez es Londres, y hay que seguir rentabilizando el dinero que se gastaron mis padres enviándome a edad temprana a Irlanda e Inglaterra durante varios veranos. El temazo de ayer fue el de las entradas, un lío en el que se metió Sebastian Coe hace un tiempo al asegurar que “prácticamente” las entradas se habían vendido a mansalva y que había deportes, como por ejemplo la natación, donde resultaba ya imposible conseguir una sola. Entonces comenzó la competición y todos pudimos observar que de lleno hasta la bandera, nada de nada. Y apareció la foto de los militares tapando hueco en una grada prácticamente desierta, y claro, los periodistas, que menudos son, le preguntaron a Lord Sebastian Coe: ¿Y esto? Y Lord  Sebastian (¿qué es más, Lord o Sir?) echó la culpa a las federaciones (y veladamente a los patrocinadores, que con estos hay que tener mucho cuidado no vaya a ser que se enfaden) de que mucho invitado al final hacía mutis por el foro (han dado la cifra de 12.000 ausencias en la segunda jornada, igual se les ha ido la mano un poco) y la gente se ha mosqueado porque entre periodistas, invitados, federativos, patrocinadores, vips y demás, las zonas de venta no accesible para el público ocupan a su entender, demasiado espacio. Y encima muchos no van. Total, que quieren reducir espacios protegidos, a poner más entradas para la venta e incluso hay propuesta de que aquel que tenga una entrada y no la use (curiosamente esto solo ocurre cuando la entrada es de gañote) sea arrojado al Támesis para darle un buen susto. Se propuso también que fuese Beckham y su lancha el que luego les recogiese, pero se desestimó pues lo mismo aumentaba el número de incomparecencias.

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El lío de las entradas promete nuevos capítulos, y mientras tanto se busca explicación para la presencia de una espontánea al lado del abanderado de la India durante el desfile inaugural (en la foto nadie parece sorprendido salvo el de detrás del abanderado, el único que se está preguntando, ¿quien y qué coño hace esta tía aquí?) la perdida de las llaves del estadio de Wembley o las críticas hacia el apagado del pebetero para su traslado del centro del estadio olímpico a uno de sus fondos. Por ahora y como no podía ser de otra forma, los ingleses y sus medios no han sido muy feroces (ni siquiera poco) con estos problemas, y algunos prefieren seguir contando interioridades de la ceremonia de apertura, como que Paul, Sir Paul, y los demás artistas que participaron, cobraran una libra por su actuación. O que en el último ensayo, al mítico Beatle le dieron 10 minutos de prueba de sonido, el hombre se vino arriba y terminó tocando durante más de una hora ante unos pocos y privilegiados operarios. !Suertudos!

Mientras Inglaterra exhibe remeros (perdón, Gran Bretania, o yi-bi que así se pronuncia) que hay que ver lo que les pone este deporte, y se emociona con sus gimnastas, medalla de bronce masculina ayer, España sigue esperando darse un alegrón, que no hay forma. Tiene su lógica cuando nuestros buques insignias son sobre todo deportes de equipo, de largo recorrido competitivo, que se inician en los primeros días de Juegos y se terminan poco antes de echar el cierre, cuando el 80% de la Villa Olimpica está de cachondeo e intentando dar salida a los miles de condones que les han regalado, lo que no deja de ser duro para el que sigue currando. Mira que siempre hemos tenido fama de ir cada uno por nuestro lado, el famoso Quijote como símbolo nacional y la envidia como pecado capital más desarrollado, y ahora resulta que como mejor funcionamos es juntitos, en equipo, ayudándonos, compartiendo, sufriendo y riendo en compañía. Ahora que hay maravillas del mundo antiguas y han elegido otras nuevas, quizás habría que hacer una revisión de los estereotipos. Pero esto es otra historia.

Waterpolo

A falta de grandes celebraciones, pues no nos queda otra que celebrar cualquier noticia positiva. Por ejemplo, ayer hicimos historia dos veces. Una, con Pablo Abián, que ha sido el el primer español que ha ganado un partido de bádminton en unos juegos. Me encanta el bádmiton, sobre todo el de parejas, que recomiendo fervientemente. Otra con las chicas del waterpolo femenino, debutantes en citas olímpicas y que ganaron a China 11-6. No me digáis por qué, pero me interesé por ellas antes y me contaron que son chicas muy jóvenes cuya meta estaba más en Rio de Janerio 2016, y esta cita era más de rodaje. Pero llegó el preolímpico, y ganaron a Italia, Grecia y Hungría, que para quien no esté muy al tanto del waterpolo femenino, os diré que son equipos ilustres. Total, que se han colado en el grupo de “igual aquí cae una medalla”, de lo que nos alegramos mucho. Seguimiento mediático van a tener seguro. Ayer, mientras estaba en el centro de prensa, la frase “me voy a ver el waterpolo” fue trendic topic. Olfato periodístico se llama eso. Hablando de periodistas con olfato, también pude departir unos minutos con el ya mítico Walter Openheimer, observador a observar siempre y al que no voy a hacer otra vez publicidad de su blog Fuera de Juegos pues se declaró seguidor de mi hermano el Comidista y no dijo nada del Palomero. Tremendo error Walter. 

Pues nada, que ya estoy de vuelta en Madrid, donde sigue haciendo un calor que en cuanto he llegado me ha hecho añorar Londres, su agradable temperatura y lluvias refrescantes. Me voy a poner cómodo y con protector bucal que a las 11.15 jugamos contra Australia en baloncesto, y los aussies reparten leña que es un gusto. No juega Navarro, lo que nunca es una buena noticia, pero no hay motivo para la alarma. Y si hay que volver a Londres a echar una mano, aquí la tienes Scariolo.

Postdata. Corre el rumor que la Federación Española de baloncesto planea invitar a los finalistas olímpicos de Los Angeles a ver la final, en caso que España se clasifique. Desde aquí apoyo la moción y en mi caso que no se preocupen por el gasto, que el mini bar de la habitación del hotel me lo pago yo.

 

 

Día 4. Doble sesión con los altos

Por: | 30 de julio de 2012

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Ya que estoy en Londres, qué me costaba ir a ver la primera jornada de baloncesto. Pues nada. Y así lo hice, cargado de paciencia para pasar un control de seguridad más de aeropuerto que de anillo olímpico y dispuesto a enseñar mi entrada unas cuantas veces antes de sentarme en mi localidad. Afortunadamente el Basketball Arena se encuentra bastante alejado de la entrada al parque olímpico donde me dejó el autobús, lo que me permitió recorrérmela casi de arriba abajo y pasar al lado del estadio donde 48 horas antes se había celebrado la ceremonia de inauguración, el centro acuático, el de waterpolo, el velódromo y unos cuantos recintos deportivos más. La impresión general es magnífica, con grandes y estéticamente sugerentes instalaciones, mucha gente yendo de un lado a otro, y si encima la lluvia te respeta, pues perfecto. Unas cuantas fotos de rigor para que quede constancia del “yo estuve aquí” y hala, al pabellón.  

El comienzo del baloncesto masculino deparaba la posibilidad de observar uno detrás de otro a los dos grandes favoritos para llevarse la medalla de oro a su casa. Bueno, para ser más fieles a la realidad, primero iba EL FAVORITO y luego el único que parece capaz de tocarle las cosquillas. A grandes rasgos y en esta primera toma de contacto, ambos confirmaron lo que ya sabemos. Que los estadounidenses parecen de otro planeta y que los españoles tienen un buen arsenal para pisar por confianza. Tampoco se pueden sacar muchas conclusiones, pues además de ser un primer partido, los contrarios no opusieron suficiente  resistencia como para elaborar teorías excesivamente sesudas. Nula fue la de los franceses, que me pareció que demostraron reducido interés por sudar más de la cuenta en un partido que sospecho dieron por perdido desde el día del sorteo. Limitada la de los chinos, que pelearon todo y más pero que no cuentan con argumentos suficientes como para poner en serios aprietos a un equipo como España. 

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Siguiendo un orden cronológico, el primero en aparecer fue el lustroso equipo norteamericano, al que público respondió llenando el pabellón. Ver en accion a la vez a Chris Paul, Kobe, Lebron, Durant, Carmelo, Westbrook, Kevin Love o Deron Williams bien merece gastarte unas libras. Siendo generoso, me pareció que EEUU jugó al 30% como mucho de su capacidad y Francia se llevó casi 30 puntos en la mochila. Corrió lo justo y necesario, no tuvo un día especialmente llamativo en el tiro y su rotación fue tan generosa con todos que si no jugó el coach K. fue porque las normas no lo permiten. Pero defienden mucho, y empujan mucho, y meten la mano mucho, y a la que pueden se cuelgan del aro o mandan un lanzamiento rival a hacer compañía al balón de Sergio Ramos. De vez en cuando se calientan un poco y hacen 12 puntos en un par de minutos gracias a su meteórica transición defensa ataque. Y con tanto talento que tienen, resulta imposible que no haya nadie que tire del carro. El más prolífico fue una vez Kevin Durant, que es como un delantero centro de fútbol, no puede vivir sin sus puntos. Kobe o Lebron, en cambio, será porque ya han metido miles o porque esperan ocasiones de mayor enjundia, buscaron el juego colectivo con mayor profusión que lo que estamos acostumbrados a ver en sus propios equipos. Total, que más que un partido oficial pareció un amistoso con guion conocido y aceptado por las dos partes antes de comenzar. Y sospecho que no será el último ni mucho menos. 

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Después hizo acto de presencia España, y la cosa tuvo algo más de interés. A la espera de otro tipo de partidos, la sensación que me dejaron fue positiva. Manejó el partido a su antojo, no mantuvo un rendimiento uniforme pero estableció diferencias en cuanto se ponían un rato la pilas y ví a un buen número de jugadores con buena cara. Calderón está muy activo en la producción, lo que siempre es una buena noticia, Pau, que metió veintiun puntos sin despeinarse, pues como siempre. Ibaka añade cada vez más a sus impresionantes cualidades defensivas una mayor participación ofensiva gracias a ese tiro de cuatro metros que ejecuta ya con gran confianza. Navarro, aun doliéndose del pie mantiene la finura de su muñeca, Sada hasta se atrevió a tirar a canasta y el último cuarto de Sergio Rodríguez fue excelente y decisivo para darle al juego un buen ritmo. Si contamos con que Rudy, Llull y Felipe cumplieron también, el cuadro que queda es pintón. De la arritmia no me preocuparía yo mucho, pues ya he comentado en más de una ocasión que este grupo es sabio en la utilización del acelerador. Y hoy, con unas cuantas pisadas era suficiente. 

Poco más para estirar las piernas y despejar las mentes, que los dos partidos no dieron para mucho más. EL FAVORITO y su posible mosca coj… siguen camino por separado. El de los yanquis aparece bastante despejado, pues la táctica francesa (sudemos lo justo, arriesguemos lo mínimo que esta no es nuestra guerra) puede que sea extensible a otros de sus rivales. Para España, mañana será otra cosa, pues toca Australia, que en los dos partidos de preparación resultó hueso duro y que reparte estopa que da gusto. 

Llegando al hotel me enteré del descalabro futbolístico. Japón y Honduras, sí, Japón y Honduras, nos han mandado para casa. A la roja, rojita o como se llame esta selección. Peor fue lo del Titanic, donde murieron un montón de personas, pero vamos, el naufragio es de primera categoría. Eso sí, siempre nos queda el recurrir a la “filosofía Florentino”. Lo que se gana, es lo más importante del año o incluso de la historia. Lo que se pierde, nunca es relevante. Yo me quedaré con la sensación de que independiente del resultado, el fútbol me sigue pareciendo un ente extraño en los Juegos Olímpicos. Cuando en el resto de competiciones están los mejores, en esta hay restricciones de edad y los mejores están con sus clubes preparando la temporada. Cuando en el resto de competiciones los Juegos es lo más importante a nivel competitivo, en el fútbol la relevancia la tiene el Mundial y las Eurocopas. Total, que creo que el fútbol y los Juegos sigue siendo un matrimonio mal avenido (al final me ha salido una reflexión un poco florentiniana).

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Y antes de dormir también tuve tiempo de emocionarme con las lágrimas de Sugoi Uriarte. Si hay un puesto maldito en cualquier competición, ese es el cuarto. Uriarte es una de las primeras historias que siempre nos ofrecen los Juegos, la de un tipo del que poca gente había oído hablar, en una disciplina que sólo recibe foco cada cuatro años y una historia personal de las que toca la fibra. No podrá llevar ni la medalla a casa ni el ramo de flores a su madre, lo que le resultó insoportable a Uriarte, en lo deportivo y en lo personal. Sus lágrimas y desconsuelo hizo que se me encogiese el corazón. Le deseo que la suerte que le faltó le sea recompensada en otra ocasión. 

Hoy me voy al IBC, el centro de prensa, para hablar por la radio y cotillear un poco con los plumillas y demás medios. Hablando de cotillear, ayer un holandés me contó que la ausencia de Cruyff en el Mundial de Argentina 78 no fue, como siempre creí, por discrepancias con su federación, entrenador o cualquiera de las personas o estamentos con los que Cruyff se podía pelear en cualquier momento, sino, ojo al dato, ¡porque fue amenazado meses antes del Mundial! (supongo que por algún esbirro de la dictadura argentina). 

Las cosas de las que se entera uno hablando con la gente….

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Elegante y sobre todo original foto que da constancia del viaje del autor. 

 

 

 

 

 

Día 3. Que no cunda el pánico

Por: | 29 de julio de 2012

ImagesDomingo en Londres. Podría ser un domingo cualquiera en Londres, de esos que te levantas tarde, te metes un buen brunch entre pecho y espalda, una vuelta por Hyde Park aprovechando y bendiciendo la suerte que tienes porque hace un buen día, coges un autobús rojo de dos pisos (yo de pequeño cogía el 5 que me dejaba en la puerta del colegio. ¡Cómo los echo de menos en Bilbao!). Visitas uno o dos museos, que otra cosa no habrá en Londres, pero museos… (el de Sherlock Holmes en Baker St. cuenta también como visita cultural), pillas el metro, te subes a la noria gigante, te sacas fotos con el Big Ben de fondo, te sacas fotos con Buckingham Palace de fondo y terminas la jornada viendo un partido del Chelsea o del Arsenal en un pub, que tiene su cosa. Vamos, lo normal de un domingo turístico en Londres. 

Pero claro, no son días normales estos de los Juegos. Lo notas en cuanto llegas al aeropuerto de Heathrow, donde una legión de voluntarios te dan la bienvenida y se ponen a tu disposición para lo que necesites. Lástima que “el reembolso de billete de tren express que te lleva al centro de Londres por 19 libras al tener la rara habilidad de perderlo en un trayecto de unos 150 metros que van desde la maquina expendedora hasta el andén de salida” no entre dentro de sus competencias. Y mira que lo pregunté. Lo peor del asunto y lo que me cabreó más es que estoy seguro que aparecerá. No sé cómo ni cuándo, pues sólo me falto quitarme las bermudas allí mismo, ponerlas boca abajo y sacudirlas, pero tarde o temprano aparecerá. Lo sé porque tengo mucha experiencia en este tipo de situaciones y siempre lo hacen. Una vez yendo a ver unos días el Tour de Francia tenía que coger un tren entre París y Estrasburgo. Compré el billete, lo metí en la maleta porque quedaban unas dos horas para la salida y cuando llegó el momento de embarcar, que el billete había desaparecido. Juro que saqué toda la ropa una y otra vez, sin importarme que estaba en mitad de una estación, bastante frecuentada por cierto. Total, como ayer en Heathrow, a comprar otro billete. Ya con el tren en marcha abro de nuevo la maleta para coger un libro y casi sin mover nada, zas, ahí aparece, el puñetero billete. Me pareció hasta que estaba sonriendo, pensando seguramente en lo pringao que era su dueño. La verdad es que luego me desespero cuando mi hijo Mikel, un profesional del despiste, hace de las suyas, pero desde luego, tiene a quien parecerse. 

Pues lo que iba diciendo, que la agenda y los movimientos de estos días no los marcan los horarios de los museos sino las competiciones deportivas, que dicho sea de paso, no entienden de domingos, pues todos son días de labor. Y hoy comienza el baloncesto masculino, lo que quiere decir que me voy a pegar una buena panzada de pabellón viendo el Estados Unidos-Francia primero y luego el España-China. Del debut de los Gasol y compañía ya he dado cumplida cuenta en el periódico, aunque habría que añadir que igual Navarro no juega por fiebre, lo que en un día como hoy no es bueno pero tampoco debería ponernos nerviosos, que tenemos arsenal suficiente para debatir con los chinos. De momento ya contamos con la ventaja psicológica de haberles ganado en “que país tiene el abanderado más alto”. Por poco, porque Yi Jianlian es un buen mozo, pero no alcanza el poderío de Pau.  

Hablando de nervios, recordar que sólo ha pasado un día de competición y esto es muy largo. Que para negros augurios ya están las secciones de economía. Vale, fue un mal día para el equipo español, que comenzó con la derrota de la selección femenina de balonmano ante Corea. Ví el partido y joder, ¡cómo corren la coreanas! Y mira que las españolas son activas, pero nada, fueron a remolque todo el partido sufriendo contraataques que por su velocidad, hubiese firmado el mismísimo Palomero. A partir de ahí, se sucedieron algunas malas noticias. En ciclismo lo peleamos pero no pillamos nada en un circuito que supuestamente estaba pensado para un sprint y para un británico y terminó ganando en un mano a mano desigual el incombustible Vinokurov, que no es súbdito de la reina pero sí muy listo para aprovechar su momento. En gimnasia un error de última hora nos dejó fuera de la final de equipos, aunque peor fue lo del tirador Pablo Carrera, que se quedó sin medalla en el último momento, que es cuando más duele. No tuvo ese problema Verdasco, fuera a las primeras de cambio, o Carlos Machado en tenis de mesa, al que le eliminó un nigeriano que está supercachas y que dicho con todos los respetos, me sorprendió su procedencia, pues desconocía que en ese país africano hubiese afición a este espectacular deporte que deberían dar más por la tele. 

Antes de darme una vuelta por los alrededores del hotel, bendecir la existencia de un 24 horas regentado por dos indios donde a la una de mañana encontré el adaptador de enchufe que se me olvidó en casa y que ha puesto en peligro la realización de este diario, y posteriormente salvar la vida en tres ocasiones en las que al cruzar la calle miré a la izquierda en lugar de hacia la derecha, terminé la jornada en la piscina (televisivamente hablando) con el momento histórico de ver por primera vez una gran derrota de Phelps. Grande porque estamos en unos Juegos, grande porque no ocurría desde hace ocho años y no estamos acostumbrados y grande porque ni siquiera llegó al podium, lo que hubiese sido un mal menor, pues le hubiese acercado al objetivo de ser el deportista con más medallas. No me extraña que dijese después, y cito textualmente: “Ha sido una carrera de mierda”.  Ahora la duda radica en si dentro de una semana hablaremos de esta prueba como un síntoma premonitorio o simplemente como algo puntual en una distancia que no le gusta, ante un rival poderoso y en un estado de forma de 8 o 9 y no de 11 como el que llevó a Pekín. Sea o lo que sea, estamos hablando de un fenómeno al que ni siquiera cien derrotas como la de ayer bajarán del pedestal. 

No sé lo que dijo Mireia Belmonte con respecto a su carrera, pues no dijo casi nada, pero supongo que no andará lejos del calificativo que escogió Phelps. El universo Belmonte se me escapa no solo por desconocimiento, sino porque en su ecuación tiene demasiados componentes. Cuerpo, mente, entrenadores, psicólogos, federación, familia, oscurantismo, aislamiento, fracasos, esperanzas… ufff, tiene que ser difícil manejar tanta variable. El caso es que una vez más no cubrió ni objetivos ni expectativas, que no siempre son lo mismo. No sé, desde cierta distancia, da la sensación que hay un poco de Expediente X en su carrera. 

En fin, que os deseo un buen domingo olímpico de sillón, que hay un montón de cosas interesantes. Me voy a preparar para la jornada baloncestística y visita al anillo olímpico. Mañana os cuento. 

 

 

 

 

Día 2. Será por historia

Por: | 28 de julio de 2012

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Esto no hay quien lo pare. Salió la Reina de cierto sopor al que lógicamente induce una ceremonia de este tipo a una señora que ya no cumplirá los ochenta y cinco, y declaró inaugurados los Juegos. Se celebró el momento, sin duda, no sé muy bien si por el inicio de algo o porque ya quedaba menos para que terminase una ceremonia larguísima que, como bien dice Lluis Bassat, media hora más la hubiese hecho difícilmente digerible. Supongo que el reto de hacerla más corta resulta imposible, salvo que llegue un día en que hagan a las delegaciones salir en bici en lugar de andando.

A falta de un futuro que genere excesivo optimismo, Danny Boyle decidió echar mano de algo que pase lo que pase a partir de ahora, nadie le puede negar al United Kingdom (guaiominí, que se suele decir): su apabullante historia, llena de acontecimientos y personajes vitales no sólo para su propio país, sino para el mundo entero. Algunos sencillamente entendibles, como la revolución industrial o el enorme peso que tienen los británicos en asuntos culturales como la literatura, el cine, el teatro y por supuesto la música, y otros no tanto, como el momento niños en la cama, donde se quiso homenajear al unísono el sistema de salud y la literatura infantil y salieron ganando los hospitales sobre las letras. 

No siendo un experto en coreografías y espectáculos de este tipo, entiendo uno de los baremos en los que cifrar su éxito puede ser la cantidad de momentos que dejan para el recuerdo. De ahí que habiendo suficiente entendido para analizarla bajo otros puntos de vista, me limitaré a comentar las imágenes con las que mi memoria se quedará durante un tiempo indeterminado, pues pasados los cincuenta, la memoria se vuelve algo juguetona. 

-Momento chimeneas. Después de hablar tanto de la campiña y los animales, a mí lo que me gustó fue el escenario industrial. Las primeras escenas bucólicas dieron paso al sudor, la maquinaria y las enormes torres humeantes que compusieron una imagen casi tenebrosa. Tiempos de curro a destajo, caras y cuerpos embadurnados y derechos laborables bajo mínimos. Inquietante ¿no?

-Momento helicóptero. La presencia de 007 estaba cantada y sólo faltaba saber cómo y cuándo el agente secreto con licencia para matar y no ser nunca matado iba a tomar la escena. No lo tuvo fácil esta vez Daniel Craig, que sin ser un dechado de expresividad, no tenía rival actoral en la hierática expresión de la reina inglesa. Me quedé con las ganas de tres cosas: Una, saber cómo aterrizó la reina. Dos, que en algún momento se hubiese escuchado la mítica frase “mi nombre es Bond, James Bond”. Y tres, si el ser más escocés que el whisky impidió que fuese Sean Connery, el mejor 007 de la historia, el encargado de la seguridad real. Aunque supongo que Connery ya no está para muchos trotes más allá de un campo de golf y una barra de bar. 

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Momento Bean. Uno de los mejores. Además de conservarse en muy buen estado (es lo que tiene el humor), Mr. Bean estuvo genial. Nadie ha representado mejor con una simple mueca los sentimientos más ruines. Combinar lo cómico con lo serio (la canción más olímpica de la historia) es algo en lo que los ingleses son maestros y lo volvieron a demostrar. 

-Momento “aquí viene Beckham. Justo antes del desfile apareció David Beckham llevando una lancha donde viajaba la antorcha. ¡Que elegante es el jodío! Viendo al mando de la motora, tuve claro que en este tipo está el futuro de la saga de 007, por lo que me quedé un poco con las ganas de que en pleno Támesis fuese atacado por algún esbirro del Dr. No y David se lo hubiese quitado de encima sin arrugarse el traje. Eso sí, teniendo en cuenta lo que duró el desfile, le tuvo que dar tiempo a irse hasta el nacimiento del Támesis y volver. 

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-Momento desfile. Esto más que un momento fue un larga entrega en 205 fascículos, lo que más de uno, entre ellos yo mismo, terminó pidiendo la hora. Y mira que los de los tambores le pusieron ganas y a los que se ponían remolones les metían prisa, pero es que lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Pero bueno, entre comprobar abanderados, discutir vestuarios de todo tipo (desde la elegancia de Italia con sus Armanis hasta esas solapas doradas que Stella McCartney le ha plantado al vestuario inglés que no sé muy bien qué tal les sienta pasando por los atuendos tribales habituales de africanos u oceánicos) elucubrar la ubicación geográfica de algunos países (sugerencia para Rio 2016, al lado del país, un mapita de su ubicación) celebrar el aumento de la presencia de mujeres (muchas de ellas abanderando a sus países) o localizar grandes personajes, el maratón se hizo algo más llevadero. 

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-Momento Gasol. Tanto se había hablado, casi siempre para mal, de la indumentaria española, que cuando apareció Pau hasta se le vió elegante. Algo entalladita en exceso me pareció la chaqueta, pero después de lo que tuve que llevar en los dos Juegos Olímpicos en los que participé, no soy quién para sacar defectos. Se le vió relajado, disfrutando del momento, aguantando perfectamente la presión de saberse observado, a lo que está más que acostumbrado. Eso sí, detrás de él, la habitual y hasta enternecedora anarquía española (los regidores se hartaron de “empujarles”) liderada por los habituales agitadores de la selección de balonmano y con la peluca de Iván Pérez, waterpolista, como detalle de nuestras ganas de cachondeo. Creo que Bosco, la controvertida firma que nos viste, pasó el examen, al menos en lo que a “ropa de ceremonia” se refiere. No fuimos los más elegantes (mejor la ropa de hombre que la de mujer ¿no?), pero viendo a otros países, quedamos también lejos de los de gusto dudoso (esas botas de goma de los checos…). 

-Momento Alí. Tengo que reconocerlo. Cuando apareció Mohamed Alí para tocar fugazmente la bandera olímpica, se me puso un nudo en la garganta. Ya sé que los deportistas envejecen como cualquier ser humano, que no son inmunes a las enfermedades y que incluso algunos deportes (el suyo especialmente) no sientan nada bien para tener una vejez placentera. Pero aún así, ver al “más grande” me sacudió emocionalmente. 

-Momento pebetero. En su encendido se juega la organización buena parte de su prestigio, y a mí me pareció impecable todo. La llegada de la antorcha (otra vez Beckham muy en su papel de 007) el que no hubiese un último relevista, el simbolismo de ceder a los jóvenes ese honor y por supuesto el sorprendente pebetero, ubicado donde nunca ha estado y que simbolizaba la unión de los 205 países con sus 205 llamas fusionadas en una sola. No se me ocurre ni un pero, y mira que a esas alturas de la noche ya me costaba encontrar la postura en el sofá. 

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-Momento Hey Jude. Y como fin de fiesta, pues tenía que aparecer él. La música fue uno de los grandes pilares de la ceremonia, sino el GRAN pilar, y después de escuchar a muchos de sus grandes artistas (por cierto, ¿Y Elton John?) tenía todo el sentido que la noche se cerrase con el mejor representante del grupo más influyente de la historia de la música moderna. A falta de John y George y vete tú a saber donde está Ringo, fue Sir Paul McCarney el que se hizo el amo del escenario desde sus recién cumplidos 70 años. Más dudas me plantea la canción elegida, que no está entre mis favoritas, pero supongo que sería por su estribillo, ideal para corearlo e incluso llevártelo a casa bien metidito en la cabeza. 

Total, que entre unas cosas y otras, nos dieron las 2 de la mañana. Pero como dijo aquel “había que verlo”. Se cerró una ceremonia que miró más hacia atrás que hacia delante y hoy ya será otra cosa desde primera hora de la mañana, cuando abran la piscina, el ciclismo y un montón de deportes más. Yo me voy a coger un avión y me voy a acercar a Londres a darme una vuelta de tres días, debut de la selección de basket incluido. Ya os contaré mañana. 

Postdata. Momentazo personal. Revisando videos de otras ceremonias, me he encontrado con este de los Juegos de Moscú donde, !ostras pedrín! aparezco fugazmente. Es en el minuto 2.44 del video y dura ¡4 interminables segundos! Lástima que las ganas de robar plano del Lagarto De la Cruz me quitasen protagonismo televisivo (soy el que va detrás suyo, por si alguno no me reconoce tan jovenzuelo). ¡Qué bien no sentaba ese azul mediterráneo! Ah, el de al lado del Lagargo es el gran Chicho Sibilio. ¡Documentazo!

 

 

 

Día 1. ¿Ya han pasado cuatro años?

Por: | 27 de julio de 2012

Pues aquí están otra vez. Los Juegos Olímpicos. Y se celebran a tiro de piedra en avión, sin tener que hacer matemáticas avanzadas con las horas y con los horarios que nos gustan. Esto ya anima, porque lo de las finales de Pekín a las 8.30 de la mañana, como que no combinaba bien con el café con leche, la tostada y una pequeña nube en el cerebro debido a los zumos de fruta consumidos la noche anterior, que estamos en verano y el síndrome Dinio puede llevarte a la confusión en cualquier garito. Hombre, por ponernos exigentes, nos hubiese venido más a mano que hubiesen sido en Madrid, e ir en Metro a los estadios, que otra cosa no, pero el Metro de Madrid, después del de Bilbao, de lo mejor. Estuvimos a un pasito y dio mucha rabia, pero no sé, igual casi mejor, pues no habrían caido en buen momento, con el cirio que tenemos montado en estos tiempos. Como dice el pilar básico de la filosofía Rajoy: primero arreglamos las cosas, y luego nos vamos a ver el partido.  A ver si para el 2020 la cosa está mejor....

Cada cuatro años, en el día de inauguración, el primer pensamiento que me viene a la cabeza es el de “joder, ya han pasado cuatro años”. Supongo que será eso que llaman la relatividad del tiempo y que sospecho que básicamente consiste en que según te vas haciendo mayor, el tiempo va desde la velocidad de Eric Moussambani, uno de mis mitos olímpicos, hasta la de Usain Bolt  Debo estar ya más cerca del jamaicano que del africano, pues lo de Pekín me parece que fue antes de ayer. Eso sí, en términos macro, que diría un especialista, hay que reconocer que han pasado muchas cosas. En el 2008 estabamos (o creíamos estar) de puta madre y ahora no ganamos para sustos. Ese 2008, esas comunidades modelo, esos políticos modelo, esas Caja de Ahorros modelos, esos crecimientos modelo, esa familia real modelo, esos créditos del 120% de valor del inmueble… Ah, que tiempos. Bien, pues esos modelos, dicho suavemente, se han ido a tomar viento fresco. Y hay una parte buena de todo esto. Ya sabemos que ni esas comunidades, ni esos políticos, ni esas Cajas, ni esos crecimientos, ni esos créditos eran modelo de nada salvo de choriceo indiscriminado, lo que siendo optimistas, puede ser el primer paso para que el próximo que venga a vendernos la moto, no se la compremos. La parte mala es que ya sabemos quien pagará sus desaguisados. Pero yo no había venido a hablar de dinero y embutidos, que para eso ya están esas reveladoras comisiones en el Congreso como la de ayer de Bankia (sí, ese banco o lo que sea modélico que mientras pide montañas de dinero público encabeza los desahucios inmobiliarios) donde Rato y compañía han cantado a tope. Tranquiliza saber que ahí están nuestras instituciones, para velar por nosotros y perseguir duramente a quien nos pueda hacer daño. 

Pero volvamos a los Juegos que tampoco es cuestión que se te agríe el carácter nada más volver de vacaciones. El caso es que esta tarde tenemos ceremonia a lo grande, aunque esta vez y por lo que cuenta Walter Oppenheimer en su recomendable blog Fuera de Juegos el asunto viene envuelto en alguna que otra controversia. Pero esta vez no picamos. Ya nos las sabemos todas. Los problemas, los escándalos, las polémicas o las dudas sobre lo que sea, han pasado a formar parte de las tácticas marquetinianas. En esta ocasión se trata de un director de cine con un curioso recorrido y un ego de director de cine oscarizado, que pretende que todo el planeta entienda a Shakespeare como si fuésemos licenciados en Literatura Inglesa, una institución sagrada como la BBC, defensores de animales, duración del evento y posibilidad de que la Londres olímpica sea la Londres que la mayoría conocemos, o sea, donde llueve mucho. Todo ello razones de más para animarte a ponerte delante de la tele esta noche, no vaya a ser que pase algo gordo y te lo pierdas.

A ver, a mi descubrir lo que ha parido para una ceremonia olímpica un tipo que hizo Trainspotting ya me resulta sugerente, si es que le queda algo de aquel espíritu. Lo de Shakespeare y la Tempestad (obra cuya última versión de Sergio Peris-Mancheta y música de Antonio Galeano os recomiendo ver) pues bueno, mejor inspirarte en una obra de uno de los grandes nombres de la literatura que en las letras de las canciones de las Spice Girls. Parecerá exagerada la comparación, pero cuidado, que ambas creaciones surgieron en el Reino de Su Majestad, por lo que el riesgo de confundir la fuente de inspiración existía. ¿Lo de los animales? Yo tengo perro, he tenido peces, ¡hasta un loro! y me parece bien que a nuestro King le hayan borrado de presidente en ADENA. O sea, que como se pasen un pelo, me encadeno a la embajada británica. Del tiempo atmosférico pues hombre, soy de Bilbao, y un poco de sirimiri nunca viene mal. Además, esto sí que puede ser toda una novedad, pues mi memoria no tiene ni una sola conexión Juegos Olímpicos-mal tiempo. Lo mismo lo que ahora intuimos como una molestia, resulta que le da otra aire e incluso épica a ciertos deportes. 

Dejando estos asuntos generales, adelanto que mi foco de atención para esta tarde es triple: el encendido del pebetero, la primera curva de la delegación española y ver si la alta definición aguanta en un mismo plano los 282 trajes que llevarán los 282 deportistas españoles. Igual, quién sabe, lo que visto de forma individual plantea digamos dudas razonables sobre su belleza, elegancia y distinción (a pesar de estar inspirado en el inigualable Tyrion Lannister) quizás tomados de muchos en muchos adquiere otra dimensión. Ya hablaremos mañana de esto, una vez vistos en acción, que el tema tiene su transcendencia más allá de la estética.  

La foto[1]

Lo del pebetero es un clásico, uno de los habituales secretos de la ceremonia. Siempre me ha atraído este asunto, desde que en los Juegos de Moscú me pasé un buen rato intentando imaginar como iban a encenderlo no habiendo escaleras ni ningún tipo de acceso al pebetero (desde que salimos, dimos la vuelta y nos colocaron en la zona central del estadio, hasta el encendido, tienes mucho rato para pensar ahí abajo). Vale, ahora ya hemos visto de todo, arqueros incluidos, pero estamos hablando del año 80. Lo solucionaron digamos que de una forma muy soviética, con la ayuda del pueblo. Cuando llegó Sergei Belov, mítico jugador de baloncesto y último portador de la antorcha, parte del público sacó unos cartones con los que formaron una pasarela que Belov pudo pisar para llegar a su destino. Brillante alegoría de aquellos tiempos y aquellos sistemas. Por último, atención a la primera curva de nuestro equipo. Es la prueba del algodón para los representantes de una nación. Es el momento donde los que van por las calles interiores tienen que ir un poco más lento que los de las exteriores para mantener bien la formación. No es fácil. En aquella de Moscú, poco quedó de ella en la primera curva, convertido ya el grupo en una especie de almalgama bastante poco uniforme. Eso sí, más contentos que unas pascuas. 

Termino que para el primer día ya está bien y no ha pasado casi nada todavía, salvo que el sushi les ha sentado mal a los futbolistas, pero todo es solucionable. Mañana más, comentarios/chismorreos sobre la ceremonia, tema abanderado incluido, que me parece bien lo de Pau Gasol pero a ver si nos aclaramos de una vez con los criterios. Y nada, a disfrutar de todo lo que nos viene encima, aunque para ello igual necesitemos dos televisiones, ordenador, ipad, iphone, ibic y lo que haga falta. No pasa nada, somos ya seres humanos multitarea y hasta los hombres podemos hacer dos cosas a la vez, siempre que una de ellas tenga que ver con una pantalla y deporte de fondo. De todo ello hablaremos diaramente por aquí, en este diario (de ahí lo de diariamente) que hoy se pone en marcha para deleite de su autor y espero que de sus lectores.  

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