Bombas, periodistas y un clérigo con documentos históricos

Una bomba trampa explotó en la calle al-Jamhoriyah. Afortunadamente, los daños fueron muy limitados. Los Guardias Nacionales y las Fuerzas de la Coalición cerraron la mitad de la calle permanentemente, como medida de precaución para proteger a los compradores y comerciantes de al-Shurjah. A pesar de la continuación de los ataques, la gente se siente más segura que en el pasado. La razón es que el número de secuestros y asesinatos ha descendido significativamente. La gente de Bagdad, incluido los trabajadores de la Biblioteca, tiene más miedo a los intentos de asesinato y secuestro que a los coches-bomba.

Otro periodista se puso en contacto conmigo por la tarde para pedirme una entrevista. Acordé reunirnos en mi oficina el sábado por la mañana. Lo más extraño aquí en Bagdad es que los periodistas locales cambian mis respuestas en función la tendencia política del medio para el que trabajan. He tenido algunas experiencias muy desagradables en este sentido. Una vez, un periódico local decía en su titular que el Director General de la Biblioteca Nacional de Irak acusaba a las fuerzas de ocupación de EE UU de la destrucción de la Biblioteca. Aprendí la lección y ahora siempre pido el borrador antes de que se publique.

A las 18.50, recibí la llamada de un amigo, que es el portavoz del Sindicato de Escritores de Irak. Mencionó que conocía a un clérigo chií que poseía documentos históricos -fotografías y microfichas saqueadas de la Biblioteca- y que quería devolvérmelas en persona. Le pregunté a mi amigo que por qué no las había devuelto antes. Mi amigo me explicó que el clérigo no confiaba en nadie y había estado esperando el momento oportuno. Mi amigo le dio mi número y el clérigo me llamo un par de minutos después. Hablamos durante cinco minutos y quedamos en vernos la semana que viene. Le di las gracias de antemano por la devolución de los documentos robados.