24 de febrero de 1981. RAAA 71, Acuartelamiento Capitán Adrados, Campamento, Madrid. Al alba y con tiempo duro de Levante…bueno, no tan al alba, 3:30 p.m. Después de una noche surrealista y muy tensa, los mandos permiten que reanude mi permiso. Tengo todo febrero de vacaciones. Ayer, se anuló. Marcho cansado, asustado y con una sonrisa. Si como dicen- exceptuando los más significados con El Golpe- los militares no han salido por Madrid; creo que cumpliendo para con La Patria órdenes muy estrictas, he sido golpista casi dos horas en una esquina del barrio de Aluche. ¡Circulen!
30 de junio de 1990. Prisión militar de Alcalá de Henares, Madrid. En la imagen, Jaime Miláns del Bosch, ex capitán general de Valencia, condenado a 26 años y ocho meses de cárcel por su participación en el 23-F, sale en libertad condicional. ¡Nueve años de reclusión! Le esperamos decenas de gráficos forcejeando con la policía militar y con unos cuantos ultras. Será de ley, pero la democracia es joven y no se le ve muy anciano.
23 de febrero de 1981. Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense, Madrid. Entra un bedel muy nervioso: dice que hay un golpe de Estado, que la universidad cierra y que nos vayamos a casa. Yo estoy haciendo la mili por la mañana y la carrera por la tarde. Soy pernocta, vivo en el colegio mayor Chaminade y tengo todo el mes de permiso.
Camino del colegio, en mi Vespa, empiezo a temer lo peor. La recepcionista me recibe con un: “Han llamado del cuartel, se anulan todos los pases y exigen que te incorpores cuanto antes”. Entro de civil, salgo vestido de cabo, como siempre, y percibo como nunca, miradas suspicaces de mis compañeros estudiantes. Más Vespa, una ciudad vacía, un miedo contagioso…En el cuartel, ya sobre las nueve, empieza la noche de radios y terrores íntimos. ¡Qué coño pinto aquí! ¡Un golpe de Estado! ¡Soy militar! ¿Cumplir órdenes? ¡Joder, como triunfen…! A la una de la madrugada, ponen una lista de cien personas, estoy en ella: uniforme de campaña, subfusil, dos cargadores. Media hora más tarde, sin que nadie nos explique nada, subimos a camiones con un teniente. Nos van bajando por distintas calles del barrio de Aluche, me toca…
-Mi teniente, ¿qué hago?
-¡Vigila!
-A la orden. Mi teniente… ¿qué vigilo?
-¡Que no te roben el subfusil!
¡Viva Honduras!