Sobre el autor

Miguel Gener

Fotoperiodista, editor gráfico, productor, curioso y ojo público en EL PAÍS hasta 2011. Trabajó en el diario, en Tentaciones, en El Viajero y en otros suplementos como Tierra, Salud, Motor...Veinticinco años merendando adrenalina, deprisa, deprisa, surfeando una enorme ola de papel.

Sobre el blog

Días por donde discurre el
pasado.
Días por donde discurre el
presente.
Días abiertos a lo inesperado.

Un blog de fotografías marcadas en la mesa de luz de mi memoria; un juego cruzado de palabras e imágenes; una evocación personal de mis vivencias en el periodismo.

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En Twitter: @miguelgenerg

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E-mail: @gmail.com

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Días de Fotos

Días del padre... Y noches

Por: | 19 de marzo de 2014

Sin palabras

De fondo: guegueguebbbbbuaaaajjjjbubu… Despierto pero haciéndose el dormido…Defensa siciliana: respiración acompasada de fase “leño” y esperar acontecimientos. Despierta, haciéndose la dormida…Gambito de dama: movimientos continuos y bruscos como de sueño intranquilo o pesadilla(un ERE, vuelve Aznar, vivo en Somalia…) que suele ir acompañado por balbuceos incomprensibles y algún que otro toque casual al del otro lado de la cama. La cosa para ambos, es que la otra parte contratante se levante de buen rollo y duerma a la progenie.

Con palabras

-Te toca.

- No. Ahora te toca a ti, yo me levanté la última vez.

-Sí, pero ayer, yo me levanté en todas.

-Sí, pero ayer, yo trabajé doce horas…

¡Gran tipo, Herodes!

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                                                               Padre e hija, paseando por Madrid en una fiesta de la bicicleta

Beatriz, 14 de noviembre de 1989, Fundación Jiménez Díaz, Madrid. Sobre las ocho de la tarde y con luna llena, nació un monstruo lleno de mierda, que se movía sin lágrimas. Empezó a llorar, le lavaron… se transformó en un bebé feísimo y canijo. Su madre decía que era una niña preciosa. Tengo 28 años, sé lo que es ser hijo, todos mis amigos son hijos y nos comportamos como hijos. Sorprendentemente, de pronto, la niña resplandece y en unos pocos minutos, todo cambia.

 

María, 30 de octubre de 1991, Fundación Jiménez Díaz, Madrid. La ciudad está tomada por la policía: George Bush, Mijail Gorbachov, los principales dirigentes de los países árabes, Isaac Shamir…una reunión, una ventana de esperanza. Un parto a las cinco y cuarto de la madrugada. Me perdí la histórica conferencia, pero pocos pueden decir que le nace una hija con un plan de paz bajo el brazo.

 

Pablo, 4 de junio de 1996, Hospital La Paz, Madrid. Dos y media de la madrugada. Como un mantra: me encantan las niñas, me encantan las niñas, me encantan las niñas, me encantan las niñas… ¡Es un niño! ¡Bieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnnnnnnnnn!

 

A veces se olvidan de nosotros porque no hemos muerto

Por: | 11 de marzo de 2014

 

No pensaba escribir sobre el aniversario de la matanza. Tiendo a pensar poco en los recuerdos que me duelen pero, abro un periódico, enciendo la televisión, y todo es 11 M. En la radio, igual. Facebook y Twitter, amanecen cuajados de crespones negros, de testimonios. ¡Todo vuelve! Ahora, escribir cuatro líneas no se convierte en un post, más bien en la necesidad de una breve terapia.

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Libraba ese maldito día y cuando me enteré de las dimensiones de los atentados, llamé al periódico. Me mandaron a Moncloa a esperar las reacciones del gobierno. Allí estuve cobijado toda la mañana, viendo por televisión las imágenes de la barbarie y oyendo en directo, perplejo, al Ministro del Interior. Sobre las tres de la tarde, empecé una peregrinación de dieciséis días espantosos por la ruta de mi resistencia: Ifema, estaciones, testigos, heridos, familias… Una ciudad llena de muertos, un cambio de gobierno, un cansancio acumulado en el cuerpo, en el alma… un tóxico en la piel de sufrimiento ajeno y tristeza propia.

"A veces se olvidan de nosotros porque no hemos muerto", comentaba estos días una víctima del atentado. Las autoridades tienen la obligación de tener siempre muy presente a las víctimas. Yo, no olvido nada. Pero hoy, prefiero ilustrar estas líneas con una foto de junio de 2004. Cristina Mora Palomo y su hija, recien nacida, Arantxa. Cristina, embarazada de siete meses, sobrevivió a un vagón lleno de muerte en la estación de El Pozo. Ahora, diez años más tarde, ambas siguen perfectamente sanas como prueba de vida ante aquella infamia. Respecto a mis recuerdos, cada uno se defiende como puede.

Kilos de rock and roll

Por: | 07 de marzo de 2014

Recuerdo un partido entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid, de hace poco más de un año. Derbi tenso donde los haya. ¿El resultado? Mejor nos ceñimos a la historia… En la rueda de prensa tras el partido, preguntaron a Mourinho sobre lo que le gritó desde la banda, el segundo entrenador del equipo contrario: “Yo no soy Tito, yo te arranco la cabeza”. Su respuesta fue: “¿Quién es ese?”.

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 4 de febrero de 2003, Ciudad Deportiva de Majadahonda, Madrid. Tengo cita con el portero del “Atleti" para ilustrar una de las entrevistas -siempre ingeniosas- de Karmentxu Marín. Cuando me encuentro con el Mono Burgos, la impresión es más contemplar a un rockero: fuerte, alto, lleno de tatuajes y arrugas. Le comento que para esa página de domingo, necesitamos algo un poco distinto, que quizás podía colgarse de una portería. Sonríe, acepta de inmediato y dice que debemos esperar hasta que se libere algún campo. ¿Sonríe de primeras? ¿Sin condiciones? ¿Esperar? Pero... ¿quién es este tipo?

Nos vamos a una cafetería llena de obreros, saluda a todos, bromea, firma autógrafos, paga...nos seduce. Tras un buen rato de charla, finalmente hacemos las fotos: pocas, dice que es muy incómodo. ¿Para qué más? Nos despedimos. Yo, con la sensación de haber conocido a un deportista especial: cordial, agradecido a la vida, que juega al futbol porque se divierte y que por eso no para de sonreír. Pocos días más tarde, le diagnosticaron una grave enfermedad.

Germán Adrián Ramón El Mono Burgos. Símbolo del ascenso colchonero, músico, ex portero, imprevisible, excéntrico, de grandes reflejos, especialista en el mano a mano e imagen de las de antes: pantalón de chándal y gorra o cinta cherokee al pelo. Superó a carcajadas un cáncer de riñón. En la actualidad; su pasión y temperamento, siguen metiéndole en problemas y generando espectáculo. Los viejos rockeros nunca mueren, aunque a veces... engordan treinta kilos.

 

 

 

Los grandes:

Terry O´Neill

El País

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