13 de mayo de 1994. Desfile conmemorativo del 150 aniversario de la fundación de la Guardia Civil en el Paseo del Prado, Madrid.
Aquello, más que una celebración fue un castigo divino en forma de diluvio. Creo que todos hubiéramos preferido estar en otro sitio. Ahora es bastante cotidiano y tendemos a pensar que está en el sueldo pero, por primera vez, al menos conmigo de testigo, un presidente del Gobierno fue recibido a su llegada entre gritos de "¡fuera, fuera,fuera!", abucheos e insultos. A mal tiempo, un poema de cara: fondos reservados, Mario Conde, Los Gal, crisis económica, Mariano Rubio, Filesa y un Luis Roldán living la vida loca, en tocata y fuga…
Además, el señor Aznar, líder de la oposición -quedaban pocos meses para su famoso "¡Márchese señor González!"- y el presidente del Gobierno, no intercambiaron ni un simple apretón de manos protocolario. Supongo que tampoco es cómodo para nadie evitarse durante más de una hora y menos en presencia de Los Reyes. Hoy en día, esto de la mala educación institucional y la falta de diálogo, está bien organizado y sospecho que los jefes de prensa de Rajoy y Mas, comparten mensajes kafkianos:
-Vosotros, entráis en punto y nosotros, salimos a menos cinco y viceversa…
-Sí, pero El Águila está dentro…
-Y el mío fuera esperando y son ya las doce ( las once en Canarias).
-Es que lo ha agarrado un paisano preocupado y no suelta…
-Pues nos tomamos un café en la esquina, achuchas al tuyo y avisas por wasap.
Pero en 1994, la descortesía era más intuitiva, vamos; más de mirar por el rabillo del ojo al otro, poner cara de póquer y silbar. Esa mañana de perros, El Rey (con su cadera y juego de cintura intactas), aguantó ante tanto mal rollo, con una expresión razonable y sin paraguas todo el desfile… ¡Faltaría más, para eso vestía de Capitán General! Los guardias civiles, empapados y formados durante horas, con el fantasma de Roldán presente en todo, seguro que tampoco estaban para festejos; sino más para reniegos, búsqueda y captura de tan impresentable sujeto. Y para terminar, este humilde pintor de corte, llegó medio malo y se fue completamente enfermo pero con un fotón: Felipe González aguantando el chaparrón, bajo el paraguas protector del entonces nuevo superministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch...¡Toda una alegoría!
Cuando miro hacia atrás, siempre encuentro algún enlace que va como traje a medida de nuestro presente enfermo. En este caso, es tan llamativo que entresaco varios: “Un mensaje optimista respecto a la salida de la crisis económica”, dice Felipe González, "El desencanto es absoluto; nadie se cree a nadie", dice Rosendo, "Corrupción de personas o de sistemas", en cartas al director...Todos ellos publicados entre el 13 y 14 de mayo de 1994, en el diario El País.
Se marchó el señor González, se marchó el señor Aznar, y luego otro... y ahora tenemos a otro. Dice el tango que veinte años no es nada; la ciudadanía, febril la mirada, necesita que llueva. "Que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover. Que tiene que llover a cántaros".
Los grandes: