31 de octubre de 1987. Manifestación de Madres Unidas Contra la Droga frente a la Jefatura Superior de Policía, en la Puerta del Sol. Madrid.
Siempre me ha gustado conciliar y, por aquello de marear un poco la perdiz y hacer cuatro fotos de lo que prometía ser una concentración rutinaria, me llevé la novia al trabajo. Eran unas doscientas personas reunidas, poco menos que una anécdota para una tarde de sábado, pero, desde el principio, se mascaba cierta tensión entre la policía y esa gente recia: militantes en el sufrimiento de un drama que llenó las cárceles de la época y mandó al otro barrio a muchos hijos toxicómanos.
"Reyes, por si acaso, espérame en la esquina de Preciados".
El detonante nunca quedó claro. Parece que alguien, aprovechando las apreturas, trató de beneficiarse una cartera, que la policía lo detuvo, lo golpeó, que las concentradas, como si de su propio hijo se tratara, intentaron liberarlo…Estalló una carga desorganizada y desmedida contra todos, gráficos incluidos como tantas veces, simplemente por retratar los hechos. En el momento de la foto, según detenían a Antonio García Vázquez, compañero de profesión al que arrastraron a la Jefatura Superior de Policía -donde le quitaron los carretes-, alguien, un microsegundo despues, no diré quién pues nunca he sido un membrillo, me propinó una hermosa patada con sus botas de autoridad. Es sorprendente lo que uno puede correr cargado de cámaras y con una rodilla coceada, cuando te persigue un defensor de la ciudadanía en estampida. La adrenalina y la economía hacen milagros; en aquellos tiempos cobraba por foto publicada y los carretes había que salvarlos, por lo que, cuando salí por patas pulverizando registros, dejé muy lejos en un instante a la policía, a Usain Bolt y todo aquello. Un rodeo, un entregar carretes a la novia, instrucciones para que pillara un taxi y llevara el material a El País, un beso fugaz y vuelta al lío con mucho cuidadito.
De aquella tarde, me quedo con una patada de goma a mis derechos y con que hay cosas que unen mucho, y si no, que se lo pregunten veintisiete años más tarde, a mi santa…
Los grandes: