Dibuje maestro

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Enric González, corresponsal de EL PAÍS en Oriente Próximo y autor, entre otros libros, de Historias del Calcio escribirá durante el Mundial de Sudáfrica de futbolistas y de fútbol, "es decir, del juego más hermoso. Solamente de eso".

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30 jun 2010

Preferencias

Por: Enric González

La pasión patriótica nunca me ha tirado mucho. Yo creo que con un poco de civismo, con no defraudar a Hacienda y con no hacer demasiado la puñeta a los demás uno cumple razonablemente como ciudadano. Me supera la cosa del patriotismo, lo de inflamarse a la vista de una bandera (cualquiera de ellas) o lo de atribuir cualidades antropológicas o morales a un concepto tan abstracto como el de “nación”.

Hinchas españoles celebran en la explanada del Bernabéu el triunfo del equipo ante Portugal (Foto: EFE)
 

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28 jun 2010

Justicia

Por: Enric González

Neuer
Supongo que un día u otro se utilizará el video para comprobar ciertas jugadas dudosas. Bueno. Si desaparecen no-goles como el de Lampard o goles en fuera de juego como el de Tévez sólo perderemos algunos temas de conversación, lo cual no es demasiado grave. ¿Ganaremos algo? Sí, claro: otros temas de conversación. Siempre habrá jugadas confusas y polémicas, por más que el árbitro disponga de una moviola. Y serán menos claras, o sea, menos divertidas.

Sin embargo, me parece ingenuo esperar que el uso de artefactos televisivos convierta el fútbol en un manantial de justicia. Creo que una de las gracias del fútbol, y tiene muchas, es precisamente la injusticia.

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28 jun 2010

Culpa de Thatcher

Por: Enric González

Si un acreditado cerrajero italiano como Fabio Capello sólo puede sacar al campo una defensa tan penosa como la vista ante Alemania, algo grave ocurre en el fútbol inglés. Ya son muchas derrotas desde 1966. Ya son demasiados seleccionadores fracasados, demasiadas generaciones de futbolistas que no han logrado nada con su selección. Debe haber alguna razón para un desastre tan duradero.

Aventuro desde aquí una culpable: Margaret Thatcher.

El fútbol inglés solía ser un asunto muy obrero. Y, como tal, estaba lleno de orgullo, jerarquías y tradiciones. La gran mayoría de los jugadores procedían de familias trabajadoras, porque en los internados privados (obviamente llamados “public schools”) que formaban a la clase dirigente se jugaba a otras cosas. El gran Bobby Charlton, por ejemplo, era hijo y nieto de mineros. Quien no llevaba el obrerismo en los genes, lo aprendía en el vestuario: Michael Robinson suele recordar que cuando llegó al primer equipo del Liverpool, su primera misión consistió en limpiar las botas de los veteranos. 

El entrenador de Inglaterra, Fabio Capello
 

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26 jun 2010

Pronóstico

Por: Enric González

Messiaguero
La Copa del Mundo de fútbol viene repartiéndose equitativamente entre Europa y América desde la Segunda Guerra Mundial. Solo en 1958 y 1962 se repitió continente, debido a la hegemonía brasileña. A partir de entonces, y es casi medio siglo, la copa ha cruzado el Atlántico cada cuatro años, con la excepción del Mundial 2002 que se disputó en Corea y Japón. No veo por qué debería alterarse ese compás de victorias en Sudáfrica, aunque el torneo se dispute lejos de Europa y América (menos Brasil, nunca nadie ha ganado en continente ajeno).

Dado que Italia ganó en 2006, ahora le corresponde la victoria a una selección americana. Al margen de pautas históricas, el fútbol americano resulta en estos momentos más estimulante en general que el europeo. Su “clase media” (Uruguay, México, Chile, Paraguay, Estados Unidos) ha suscitado buenas sensaciones. Y su aristocracia, Brasil y Argentina, no ha decepcionado.

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24 jun 2010

El proceso

Por: Enric González

Suponía que Italia iba a caer así, con un último abordaje agónico. Suponía que iba a forzar una prórroga, y hasta penaltis, porque esperaba que cayera más tarde, en octavos, cuartos o incluso en semifinales. Pero no. La vieja Italia ambigua, cínica y calculadora no ha muerto en una gran batalla, de las que se recuerdan, sino en un partido menor, de primera fase, que se grabará principalmente en la memoria de las dos aficiones, la eslovaca y la italiana. Quizá más en la memoria de los italianos, que siguen sin olvidar el precedente de Corea del Norte en 1966.


Italia

Aunque este desastre italiano se parece más al de 1974.

Como ahora, también entonces un entrenador del norte, Ferruccio Valcareggi, había decidido mantener la base del equipo del Mundial anterior. En México-1970, Italia había llegado a la final tras protagonizar en semifinales, frente a Alemania, uno de los más bellos partidos de todos los tiempos. Como el equipo campeón de 2006, aquella selección subcampeona de 1970 ya era veterana y empezaba a decaer. En 1974, había jugadores como Rivera que llevaban cuatro mundiales en las piernas. Como la de este año, la Italia de 1974 había agotado ya todas sus ambiciones.

En 1974 se acusó a Valcareggi de confiar en unos futbolistas casi acabados y de no contar con el "grupo salvaje" de la Lazio, sorprendente campeón de Liga. Valcareggi sólo utilizó como titular a uno de los "salvajes" (lo eran realmente), el ariete Chinaglia, y lo que obtuvo de él fue un feroz corte de mangas al sustituirle.

Ahora se acusará a Lippi de apostar por los veteranos de 2006 y por los (relativamente) jóvenes de la Juventus, que han hecho una temporada lamentable, olvidándose de varios romanistas y del impredecible Cassano; se le acusará de no haber utilizado antes a Quagliarella; se le acusará de no haber sacado al campo a Pirlo aunque fuera con muletas.

Italia es un país muy futbolero y habituado a los procesos judiciales largos y prolijos. Eso propicia que tras los fracasos de gran calado se desarrollen exhaustivas acusaciones en la prensa y en los cafés.

Recuerdo los debates posteriores al Mundial de 1974. Y recuerdo que hubo un consenso más o menos general en las conclusiones:

---Se asumió como aceptable la derrota 2-1 ante Polonia, que tenía un equipazo y acabó tercera.

---Se consideró que Italia había cumplido con el 3-1 sobre Haití en el debut.

---Se atribuyó, finalmente, al empate 1-1 contra Argentina la traumática eliminación. Italia podía haber ganado ese partido. Iba bien, hasta que entró en la cancha un joven excéntrico y velocísimo llamado René Houseman. En ese momento, el seleccionador Valcareggi cometió el error de su vida. Asignó el marcaje sobre Houseman (y entonces los marcajes eran un asunto de hombre a hombre, un asunto estrictamente personal) a su centrocampista más lento. En resumen, Italia no ganó a Argentina y no pasó de la fase de grupos por culpa de aquel marcador cuadrado, miope y estático con el que Houseman hizo lo que quiso.

El encargado de marcar a Houseman, algunos lo recordarán, era Fabio Capello. Fue criticado ferozmente.

Quién sabe, tal vez después del proceso que les espera en los próximos meses los Criscito, Chiellini, Zambrotta, Montolivo o De Rossi lleguen a ser entrenadores multimillonarios, como Capello, y logren superar el bochorno de hoy. De momento les queda mucho por pasar.

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23 jun 2010

Expectativas

Por: Enric González

Donovan
 El balón mundialista nunca defrauda las expectativas. En cada competición se espera de él lo mismo: que sea el más redondo de todos los tiempos, que bote como si fuera cuadrado, que martirice a los porteros y que cueste una pasta. Puede decirse ya que Jabulani, el balón con nombre de ayatolá, ha cumplido.

Casi todo lo demás, hablando del juego, ha fallado.

Hasta ahora, sólo tres de las selecciones supuestamente importantes han ofrecido el rendimiento que prometían.

La primera, por supuesto, Francia. Nadie daba un céntimo por esa selección, que fue subcampeona cuatro años atrás, y Francia ha sabido estar a la altura de los pronósticos más pesimistas.

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22 jun 2010

El imbécil culto y realizado

Por: Enric González

Domenech
 Juan Antonio Coderch de Sentmenat (1913-1984) fue uno de los grandes arquitectos europeos del siglo XX. Quizá por elitista, quizá por conservador, quizá porque era un caballero de los que aún hablaban del honor, ni él ni su obra son hoy tan famosos como merecen. Poseía una virtud no muy abundante en el ramo de la arquitectura, el sentido común, y decía verdades tan obvias como aplastantes. En el libro Conversaciones con J. A. Coderch de Sentmenat, de Enric Soria, se incluye esta frase: “No hay nada peor que un imbécil culto y realizado”.

Es una frase que siempre tengo presente. Sabiendo que, como la mayoría, tiendo a la imbecilidad, procuro culturizarme lo mínimo y mantener mi vida cerca de la orilla del fracaso.

Confío en que no parezca demasiado oportunista hablar en estos momentos de Raymond Domenech. No hay más remedio que hacerlo. Recuerden que el periodismo es básicamente oportunismo y unas cuantas cosas más que ahora no recuerdo. Y subrayo que no tengo intención de hacer leña del árbol caído. Hago notar que considero a Domenech un hombre culto y realizado; en pocas crónicas sobre él encontrarán hoy dos elogios tan rotundos. También le considero, por supuesto, un imbécil. La imbecilidad, insisto, es una cualidad muy frecuente entre los hombres. Y, en principio, del todo respetable.

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21 jun 2010

Una banda crepuscular

Por: Enric González

Lippi450
La selección italiana tiene algo de Sam Peckinpah. Ya eran tipos crepusculares en 2006, cuando nadie daba un céntimo por ellos, y ganaron. Ahora quedan varios de aquellos veteranos, con cuatro años más en las piernas, junto a un puñado de novatos que no se parecen ni de lejos a los viejos ausentes: nadie vale un Del Piero, ni la mitad de un Totti. Tampoco los veteranos son lo que fueron. Buffon y su hernia al margen, los demás han perdido virtudes y han acentuado sus defectos: el atolondramiento de Camoranesi, la intrascendencia de Zambrotta, el talento de Cannavaro para crear el caos en torno a sí mismo.

Italia acudió a Sudáfrica en circunstancias muy especiales. No presentía el desastre, como Francia, ni sentía la presión de hacer algo grande de una puñetera vez, como Inglaterra o España. Eran los campeones, y al campeón no se le exige ganar de nuevo. Se le exige, si acaso, que caiga con cierta grandeza.

Esa es la vocación de esta selección crepuscular, tan condenada de antemano como el “Grupo salvaje” o la banda del Mayor Dundee: caer con grandeza.

El problema consiste en los rivales del principio. La banda de Lippi puede hacer una última defensa heroica de su área frente a un rival de talla, puede lanzar una última carga encabezada por su único jugador importante, De Rossi, puede forzar una prórroga y saborear por enésima vez la agonía de la serie de penaltis. Pero no está hecha para ganar a un equipo modesto, apañadito y con ganas de pelea. No está hecha para ganar a Paraguay o Nueva Zelanda.

Doy por supuesto que Italia pasará a octavos. Y confío en verles ganar todavía una batalla imposible. Con una sola me conformo. Un Mundial es menos Mundial sin un milagro italiano, y esta gente, salvo De Rossi, está tan mal, tan decrépitos los viejos y tan insustanciales los jóvenes, que no es capaz de vencer jugando al fútbol: o heroicidad milagrosa, o nada. 

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19 jun 2010

Pulsión de muerte

Por: Enric González

Rooney

Supongamos que las selecciones de fútbol fueran psicoanalizables. En ese caso, habría que seguir suponiendo, funcionarían según el principio del placer y según el principio de realidad.

Freud atribuía al principio del placer los impulsos más básicos: queremos conseguir el placer y evitar el dolor.

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16 jun 2010

El día de Bloom

Por: Enric González

España
 Hoy, como cada 16 de junio, se celebra el Bloomsday: el día de Leopold Bloom. Ulises, la novela más celebrada de James Joyce, es una obra polémica. Para unos (me incluyo) es la cumbre de la literatura del siglo XX. Para otros es la cumbre de la pedantería, el narcisismo grafómano y el tedio. Los dos personajes principales, Leopold Bloom, un modesto comercial publicitario, y su alter ego hamletiano, el aspirante a escritor Stephen Dedalus, se dedican simplemente a hacer sus cosas: desayunan, piensan, defecan, beben, trabajan, desean. Todo ocurre en Dublín (Joyce se fue de su ciudad natal, pero su ciudad no se fue de él) durante un solo día, el 16 de junio de 1904.

Vaya argumento, ¿no? Ulises toma como patrón La Odisea de Homero y las fantásticas aventuras de su protagonista, Odiseo, Ulises en latín, para crear una leyenda épica. Se trata, sin embargo, de una épica contemporánea. Todo es caótico, momentáneo, intrascendente, inexplicable. Y heroico a la vez. Leopold Bloom, el héroe del siglo XX, es un personaje confuso que ignora cuál será el veredicto de Dios o la historia sobre su existencia, aunque barrunta que no habrá veredicto y que no existe nada más allá de la vida.

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