Abdelfatah

Por: | 07 de febrero de 2014

Ilustracion_07_Roberto Majan
                                                                                        Ilustración de Roberto Maján

Esta entrada ha sido escrita por Bachir Ahmed Aomar, miembro de la Generación de la Amistad Saharaui y director del programa Sahara desde Canarias en la emisora de radio Guiniguada.


La verdadera historia de los pueblos se construye en base a cosas pequeñas. Siempre, los vencedores se apoderan y acomodan a sus intereses lo que realmente ocurre en los diferentes lugares del mundo, parece que tergiversar sea uno de sus principios básicos. De alguna manera, la única forma que tenemos “los nadie”, como diría Galeano, de contar nuestra historia, es dejar constancia de ella, relatarla tal y como realmente ocurrió, pensar que en el futuro nuestros hijos puedan utilizarla para reivindicarse ante la farsa de los poderosos. El pueblo saharaui, pequeño e indefenso ante múltiples intereses, solo en su larga lucha por reivindicaciones totalmente legítimas, es un ejemplo real del ocultamiento de su verdadera historia. Nos corresponde a los saharauis contar los hechos de los que hemos sido testigos para dejar constancia de nuestra verdadera historia. No dejar que sean otros los que la construyan basándose en hechos falsos o buscando un interés concreto, que no es el de los propios saharauis, como vemos en posturas  engañosas desde la perspectiva histórica del invasor de nuestro país (Marruecos).

Después de casi cuarenta años, sorprende ver la imposición de ciertas tesis,  con las que se pretende demostrar la marroquinidad del Sahara Occidental, tanto por parte de Marruecos, como de ciertos países que lo apoyan. Desde el comienzo del conflicto, es permanente la agresión marroquí contra el pueblo saharaui. Diferentes hechos demuestran que no es gratuita la violación sistemática de los derechos de los ciudadanos saharauis, no solo ahora, también lo ha sido en el pasado, desde el mismo comienzo de la ocupación. Casi se puede  afirmar que el Acuerdo Tripartito de Madrid dio manos libres a Marruecos para sentirse totalmente respaldado en su política de agresión contra el indefenso pueblo saharaui, ya que, aunque teóricamente los administradores del territorio eran los tres firmantes del documento, el que se esforzaba por controlarlo y ejercer con fuerza su dominio, era Marruecos. España responsable máximo de la seguridad de los españoles saharauis, siguiendo las directrices de lo firmado en Madrid el día 14 de noviembre de 1975, envió sus tropas fuera del territorio mientras  sus representantes en la administración tripartita cerraban los ojos ante las arbitrariedades del ejército marroquí.

Los dos últimos meses del año 1975, fueron terribles para la población saharaui, que sintiéndose abandonada por el estado español, buscaba la ocasión para salir de las ciudades que ya habían sido ocupadas por las tropas invasoras. La situación se tornó difícil para unas personas que apenas conocían el desierto y que solo deseaban sentirse seguras lejos de los ejércitos extranjeros. La huída hacia el desconocido desierto, se convirtió en meta de los que abandonaban las ciudades.

Abdelfatah, un verdadero beduino, obligado a trasladarse a la ciudad buscando el sustento de su familia, obrero de la construcción, trabajador en la empresa Cubiertas y Tejados, también había optado por unirse a sus compatriotas que huían hacia el este. Seguiría la estela de todos los que desde Amgala tomaban la dirección de Mahbes, centro administrativo establecido como punto de llegada, junto a la frontera argelina. Le preocupaba la seguridad de sus seis hijos, la mayoría de corta edad. En ese deambular, llegó a Tifariti donde se había establecido un campamento que recogía a todos los llegados.

El sábado, 19 de enero de 1976, amaneció luminoso y frío, como casi todos los días de invierno en el desierto. En el campamento, había una actividad frenética. Las mujeres se esmeraban en recoger leña para encender fuego y buscar agua para preparar algo de comida  con las escasas provisiones que quedaban. Los niños correteaban por entre las jaimas, la mayoría de ellas, simples harapos de colores diversos. La camaradería y solidaridad hacían olvidar las penurias por las que habían pasado aquellas personas, casi todos tenían alguna historia triste que contar sobre su presente inmediato. Si sentían miedo, no se reflejaba en sus semblantes, al contrario, sus sonrisas adornaban sus caras.

Nos llamaron para organizar el campamento. Habían pedido a la gente que se reunieran en una pequeña explanada en el centro del cauce del pequeño “uad”, desde donde recibiríamos las instrucciones para el trabajo diario mientras tuviéramos que permanecer en Tifariti. La familia de Abdelfatah había montado su jaima justamente al lado de donde se celebraba la reunión. Eran las cinco de la tarde, la fatídica hora en que se abría una nueva página en la historia del pueblo saharaui.

Los pájaros asesinos revolotearon sobre nuestras cabezas. Nos sorprendieron con sus metálicas alas cargadas de muerte. Los miramos con incrédulos ojos mientras pasaban de sur a norte. Los niños, inocentes ellos, danzaban y saludaban a su paso. Dejamos de oír su estridente ruido durante unos minutos. Cuando ya empezábamos a olvidarlos, volvieron para cumplir su misión.

Los aviones bombardearon sin piedad, ametrallaban al gentío, sorprendido en el mitin, con la seguridad de que no tendrían respuesta. El miedo invadió el campamento, el desconcierto cundió entre los presentes. Los heridos pedían ayuda, las madres buscaban a sus hijos, los hijos, asustados y perdidos, buscaban a sus madres. La tristeza se apoderó de los presentes. El recuento de los heridos se realizó en medio de un silencio sepulcral donde las lágrimas silenciaron las palabras.

La tarde se tornó gris, las personas parecían fantasmas solitarios sin rumbo definido, el futuro olía a incertidumbre. Entre tanta interrogante, la noticia fatídica, unas personas habían sido alcanzadas por la metralla y fallecieron. Un saharaui anónimo, como todos los que estaban allí, se convirtió en la primera víctima mortal de los bombardeos de la aviación marroquí contra la  indefensa población saharaui, también pereció una niña de corta edad, de la que ni siquiera conocimos el nombre. Después vendrían los terribles acontecimientos del bombardeo de los campamentos en “Um Dreiga”.

Precisamente porque la historia de los pueblos se construye con pequeñas cosas, no debemos olvidar que el primer mártir de los bombardeos de la aviación marroquí contra la población civil saharaui, que  cayó bajo la metralla asesina en un día de invierno de 1976 en Tifariti, era un hombre sencillo,  amante de su país y su gente, se llamaba Abdelfatah Adahi.

 

Hay 5 Comentarios

No hay que olvidar que estos mismos saharauis fueron los que empezaron una guerra de guerrillas contra el "invasor" español causando numerosos muertos a las fuerzas de seguridad y soldados de reemplazo.

Todo mi apoyo al pueblo saharaui, cuanta injusticia hay en este mundo...

SHUKRAN MIA FI KANARIYA DJAZAIRIYA...

A mí dos: injustamente necesario. Abdelfatah, pronunciemos tu nombre una y mil veces, para que nunca caiga en el olvido.

Estremecedor. No se me ocurre otra palabra.

Los comentarios de esta entrada están cerrados.

Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

Ver todos los fragmentos »

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal