¿Por qué no me despertaste?

Por: | 22 de agosto de 2014

POZOS SAHARA

 Esta entrada ha sido escrita por Ali Salem Iselmu, escritor perteneciente a la Generación de la Amistad Saharaui.

¿Por qué no me despertaste?, la mañana en que te levantaste por la madrugada al oír el impacto de las bombas caer cerca del campamento, sí sabías que soy sordo y era por la madrugada en plena oscuridad, ni siquiera me avisaste de que podíamos ser víctimas de un bombardeo. Te dirigiste de forma desesperada hacia el este en busca de aquel pozo de agua; mientras yo me quedé esperándote dentro de la jaima.

Te marchaste sin despedirte, creyendo que podías volver y yo me quedé esperando que volvieras,  cuando realmente tú ibas a traer los bidones llenos de agua, pero el siroco empezó a soplar con mucha fuerza y duró toda la semana, y de esta forma me quedé incomunicado.

Aislado por nuestra lejanía del resto de jaimas del frig1 , sólo me quedaba de provisiones: veinte litros de aguas, cinco kilos de harina de trigo, cinco litros de manteca de cabra, un poco de leña,  medio saco de estiércol de camello y un cuenco lleno de tiras de carne seca de cabra.  

Mi hermano Ahmed ante tanto miedo, siguió su camino durante esa madrugada, hasta llegar a aquel pozo en el que se reúnen todos los beduinos para darle de beber a su ganado, se acercó a una acacia cerca del pozo, y debajo de la arena sacó los bidones que había enterrado hace tres semanas, los apoyó uno al lado del otro, colocando unas piedras en las esquinas de cada bidón, para que el fuerte viento de arena no se los llevara, y le sirvieran para protegerse del impacto del siroco sobre su cuerpo.

Cubierto con su darraa2  de color azul y el turbante negro que tapaba su cabeza y su cara, Ahmed vio como una manada de camellos sedienta se aproximaba al pozo, sin la compañía de ningún pastor. Hecho que le llamó mucho la atención y no quiso acercarse, se mantuvo escondido en su lugar, observando detenidamente cualquier movimiento.

Después de una hora empezaron los camellos a abalanzarse sobre el pozo de agua, emitiendo sus berridos en una llamada de socorro, las lágrimas llenas de arena caían de sus ojos, y Ahmed temiendo a la llegada de las patrullas del ejército marroquí, seguía escondido contemplando esa escena terrorífica en la que veía, como cuatro camellas caían muertas de sed, porque nadie se acercó a coger el cubo y echarles  agua, en las pequeñas fuentes hechas de cemento que están construidos alrededor del pozo.

Las horas iban pasando y la desesperación cada vez era mayor, la tormenta de arena empezó a tener menos intensidad, y las montañas de Meheiriz, y el gran río seco, lleno de acacias gigantes se veía con más claridad, a lo lejos un pastor se aproximaba al pozo con sus ovejas de color negro, y un palo de color marrón sujetaba en su brazo derecho, vestía una gandura del color de la arena e iba a paso rápido dirigiéndose al pozo en busca de agua para sus animales.

Cuando llegó aquel pastor y vio la escena de las cuatro camellas muertas y tendidas sobre la arena cerca del pozo, cogió el cubo hecho de neumáticos de un Land Rover y colocó la cuerda sobre una polea hecha de madera, y sujetada por un pequeño palo que se encuentra a la vez atada a un tronco que está al lado del pozo. Lanzó el cubo con su larga cuerda en las profundidades de aquel pozo hasta que chocó con el agua y se hundió.  Así empezó a llenar las fuentes. Los camellos más fuertes y grandes empezaron a beber y beber, y aquel pastor de las ovejas en un esfuerzo increíble, logró darle de beber a cerca de 30 camellos salvándoles la vida.

Ahmed seguía contemplando la escena del pastor que luchaba contra la tormenta de arena, y no se cansaba de sacar agua para aquellos camellos y sus ovejas. Es un hombre curtido por el desierto, delgado y esbelto, acostumbrado a beber té verde y comer pocos dátiles.  

Cuando recuperó la confianza y perdió el miedo, asegurándose primero que nadie estaba cerca, Ahmed abandonó la acacia espinosa y los bidones vacíos, se aproximó lentamente al pozo, los camellos estaban comiendo los arbustos secos del interior de ese gran río seco, las ovejas seguían bebiendo de las fuentes de agua, y el pastor con su turbante negro atado a su cintura, fumaba picadura de tabaco en su pipa hecha de hueso de cabra.

Se acercó a él, intercambiaron varios saludos e inmediatamente escucharon el sonido de la aviación marroquí, que seguía persiguiendo las unidades del ejército saharaui que estaban desplegadas en la ladera de la montaña y camufladas de varios troncos y ramas de vegetación.

Ahmed junto con el pastor, abandonaron su ganado y su campamento nómada, y siguieron su huida hacia el este, hasta alejarse de las zonas de combate y ponerse a salvo.

De sus familiares no supieron nada. Al alejarse, y cruzar la frontera del Sahara Occidental, pudieron salir con vida y ser rescatados por un ambulancia de la Media Luna Roja Saharaui, que transportaba heridos hacia los asentamientos de refugiados saharauis, que se estaban instalando en aquel entonces, al sur de la ciudad argelina de Tinduf.

Cuarenta años después, Ahmed volvió a aquel pozo de agua que se encuentra actualmente cerca del muro que ha construido Marruecos y que divide el Sáhara Occidental. Contempló a aquella acacia y se acercó a ella, cogió una pala y empezó a sacar la arena hasta que logró encontrar restos oxidados de aquellos bidones que él mismo había enterrado en ese lugar. En ese momento se acordó de su hermano sordo y de la jaima de su familia, y de aquel campamento nómada del que no se supo nada más.

La memoria de tantos desaparecidos en aquellos días, sigue presente en el recuerdo de muchos saharauis, que salieron para buscar agua y no pudieron volver a sus lugares de acampada y pastoreo.

1 Campamento de jaimas de nómadas.

2 Vestimenta tradicional del hombre en el Sáhara Occidental y en Mauritania.

 

Hay 2 Comentarios

Bonita historia.

Para que los saharauis sigan contando su historia en primera persona; gracias Ali Salem.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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