‘El mapa de la resistencia en El Aaiun’. Federico Guzmán

Por: | 01 de septiembre de 2014

FG El Aaiun_detalle

Esta entrada ha sido escrita por la periodista y escritora Conchi Moya.


"Encontramos alegría en la solidaridad de otros y en ese lugar dentro de nosotros donde nada nos puede hacer daño". Federico Guzmán

Cómo resumir cuarenta años de resistencia saharaui, la mayoría de ellos pasados en la más absoluta oscuridad, en el más negro de los olvidos; silenciados por un muro, tan eficaz, que no dejó pasar observadores internacionales, que no dejó pasar la solidaridad, que no dejó pasar ni un rayo de esperanza. Hasta que en mayo de 2005 la Intifada pacífica que se inició en la ciudad de El Aaiun comenzó a socavar este muro y se empezó a conocer la verdad.

Al contrario de lo que suele suceder, la fundación de las ciudades saharauis es reciente. A pesar de lo extraño que resulta el concepto de permanencia para un pueblo radicalmente nómada, sobre la fundación de El Aaiun (los manantiales) tenemos numerosos testimonios. Sucedió a finales de los años treinta del pasado siglo; su fundador fue el militar español Antonio de Oro Pulido, a partir de un pequeño asentamiento próximo al río Saguia. Las primeras construcciones de las que se tienen constancia son la propia casa de Antonio de Oro, hoy derruida. O la de los hermanos Attaf y Moyan Uld Bachir Uld Endufy, que aún se mantiene en pie: una entrañable placa de piedra recuerda la importancia de esta casa, que de momento ha escapado al afán marroquí por borrar la memoria saharaui.

Ni siquiera un siglo ha pasado desde entonces y El Aaiun es hoy una ciudad doliente; palpita en los corazones de todos los que amamos al pueblo saharaui. La entrada del ocupante lo cambió todo. Varió la demografía, los nombres de las calles, hasta el color de los edificios, hoy pintados de un rojo extraño, odioso para la ciudad. Introdujo torturas, muerte, detenciones, desapariciones, terror… Violó el habla, la historia, la identidad. Separó familias, esquilmó recursos, abolió la jaima, maltrató al camello, extinguió la talha…

Los saharauis mantienen la resistencia gracias a su Intifada pacífica. Nos piden que les entendamos, que nunca dejemos de mirarlos, que hablemos de su causa, que no dejemos de contar lo que sucede. Nuestras armas son la observación internacional, la denuncia, romper el bloqueo informativo y tomar las armas que ofrece el arte. El arte por el Sahara es un arte libre y puesto al servicio de los que sufren, de las víctimas, de los olvidados. El artista Federico Guzmán ha puesto gran parte de su enorme talento al servicio de los padecimientos de los saharauis en diferentes proyectos.

Su obra ‘El mapa de la resistencia en El Aaiun’, en colaboración con el cartógrafo José Fernández Ruiz, está realizada a partir de entrevistas con saharauis víctimas de violaciones de derechos humanos en la ciudad ocupada. Alrededor de un gran mapa de El Aaiun Federico ha colocado una serie de ilustraciones con diferente temática, siguiendo el trazado de las calles conocemos los testimonios de las víctimas. Los saharauis renombran las calles, avenidas y barrios en las ciudades ocupadas, otra forma de resistencia y memoria. Hoy, Barrio Maatala, Eskeikima, Avenida de Smara; ayer, Casa Piedra, Barrio Cementerio, Barrio Colomina… Los orgullosos barrios saharauis forman el Mapa de la Resistencia de El Aaiún. Sobre el mapa de la ciudad se ubican los lugares donde se suceden protestas, represión, secuestros, cárceles secretas, detenciones ilegales, fosas comunes, asesinatos… la cartografía de la barbarie cometida por el invasor marroquí. Alrededor del mapa de El Aaiun se ubican los protagonistas de la resistencia pacífica.

Aminetu Haidar. Una imagen inolvidable, su melhfa amarilla teñida por la sangre de la activista. Era junio de 2005 y había sido golpeada en la cabeza por la policía del ocupante en las primeras manifestaciones de la Intifada pacífica. El gesto de Aminetu conmovió a los poetas saharauis y al mundo, que conoció por primera vez la entereza de una mujer, de apariencia frágil pero dura como sólo puede serlo una rosa de piedra. Aminetu, tu rostro ensangrentado /emergió de una bruma /iracunda, /sereno y firme, /una promesa de paz. (Bahia Mahmud Awah). Sin embargo /más allá de tus labios rotos, /del hermoso rostro desfigurado, /de la mirada oscura y ausente, /se adivina tu laudable sonrisa de gloria. /Tu firmeza de acacia solitaria. /Tu fiel esperanza de libertad y primavera. (Ebnu)

FG El Aaiun

Brahim Dahan relata el torrente de palos de la policía sufrido en una de sus múltiples detenciones, como si fueran lluvia bajo una farola. “El viaje más largo es al interior de uno mismo”; años de desaparición forzada, cárcel, torturas, vejaciones, frío, falta de alimentos, palizas, insultos, muerte, terror… le llevaron a vivir esa frase en todo su hondo significado.

Gdeim Izik. La llama que encendió La primavera árabe en octubre de 2010. En aquella explanada a las afueras de la ciudad de El Aaiun, veinte mil saharauis acamparon para protestar por las condiciones económicas y sociales. El Campamento Dignidad fue destruido por las autoridades de ocupación el 8 de noviembre de 2010. El mundo no condenó, siguió en silencio, poniéndose de parte de quien nunca tendrá la razón. Ayer, hoy y mañana / Gdeim Izik / será la vergüenza, / de los que no hablaron / ni miraron / ni condenaron. (Ali Salem Iselmu)

Nayem Elgarhi. Catorce años, asesinado por las balas marroquíes mientras participaba en el Campamento de la Dignidad saharaui. Los verdugos arrancaron la tierna flor que aspiraba a ser libre. Una vida segada cuando empezaba a despuntar. Pocos crímenes pueden ser más abyectos. “Te vas… /Te vas de nosotros, engañando a la muerte / para renacer con la primavera cada ocho de noviembre” (Zahra Hasnaui); "La voz inocente de un niño / es culpable de la muerte, /culpable del odio de los verdugos, / de la ausencia de su ciudad" (Ali Salem Iselmu).

Mohamed Daddach. Durante su cautiverio, el segundo más largo después del de Nelson Mandela, Daddach pudo hacer salir de la cárcel una carta que se leyó en la Radio Nacional Saharaui. Pedía una manta y medicinas para una herida en la pierna que le dolía mucho. Sus ojos, llenos de ternura, no pueden ocultar los años de encierro, primero esperando la muerte, más tarde condenado a reclusión perpetua.

Sukeina Yedehlu. Los saharauis no tienen derecho a conservar el nombre de su familia. A Sukeina quisieron borrarle la identidad cambiando el nombre de su padre, un gran poeta saharaui, por el apellido Idrissi, desconocido en la cultura saharaui. Imposible explicar con palabras por todo lo que ha pasado Sukeina. Detenida, desaparecida, separada de sus hijos, torturada….

Said Dambar. Una noche de diciembre, en las calles de El Aaiun se celebra la victoria de un equipo de la Liga española que siguen los saharauis. Balas marroquíes hieren de muerte a un joven saharaui. El cuerpo de Said Dambar permaneció meses en un congelador de la morgue de El Aaiun, mientras su familia reclamaba una autopsia. Cuarenta y cuatro meses después de su asesinato su familia sigue reclamando justicia y exigen que se sepa la verdad.

El mapa de El Aaiun es también el de las cárceles y los centros de desaparición y tortura. La siniestra Cárcel Negra donde los presos se tienen que turnar para sentarse mientras otros duermen hacinados. En septiembre de 2005 las fotos de aquel inmundo agujero saltaron a la prensa occidental. La maldad del ser humano no conoce límite. En las cárceles marroquíes se practican brutales torturas a los presos políticos saharauis. Se arrojan cubos de agua sucia de fregar con azufre y sal, cuando el  preso empieza a ahogarse le abofetean para que vuelva a respirar. Se ata a los presos manos y pies y luego el cuerpo a una mesa. Les golpean en la planta de los pies. Palizas, abusos, suciedad, malnutrición, insultos,violaciones. El mapa del horror en El Aaiun.

Lo que no ha podido ni podrá borrar el invasor es la llama de la resistencia, latente en cada centímetro cuadrado del mapa de El Aaiun.

Hay 2 Comentarios

Sigamos entre todos intentando dar voz a los desaparecidos, los asesinados, los mutilados, los presos políticos, los ancianos, los niños saharauis sometidos a la terrible experiencia de la invasión y el abandono.

Mucha gente se empeña en hacer desaparecer el Sahara, es muy triste.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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