Ilustración de Roberto Maján
DE DIOSES, HOMBRES Y RATONES - Sukina Aali-Taleb
A mis oídos llegó un día la historia de un hombre ciego.Entre verdad y leyenda, este cuento llegó a mí, arrastrado y aupado por el viento. El viento del Sáhara que ruge airado en ocasiones, y otras, como hoy, suave y apacible para permitir que se escuche esta sencilla historia de dioses, hombres y ratones.
Dios fue a visitar a un hombre ciego,
su fin era concederle un único deseo.
El hombre ciego pensó,
y un instante tardó en decidir su deseo.
Entre las miles de cosas que un hombre puede desear,
aquel hombre ciego le pidió a su Dios
ver el mundo del que tanto había oído hablar,
aunque sólo fuera un minuto.
Dios le concedió el deseo,
y le permitió ver el mundo.
Cuando sus ojos se abrieron
y en ellos penetró por primera vez la luz del sol,
la suerte puso en su camino a un peludo y torpe ratón
que avanzaba a saltitos sobre las alfombras.
Lo observó atento,
y al cumplirse el minuto,
sus ojos se cerraron
y en ellos no volvió a penetrar jamás la luz solar.
Desde aquel momento,
cuando escuchaba a otros hombres hablar,
ya no se quedaba en silencio.
Si oía decir que algo era muy grande,
apuntaba convencido: grande como aquel ratón que un día vi,
si alguien era ágil, el hombre ciego señalaba,
ágil como aquel ratón que un día vi,
y si algo era realmente bello,
para nuestro hombre ciego era bello y hermoso
como aquel ratón que un día vio.
Hay 2 Comentarios
Fascinante
Publicado por: Dorothy | 03/04/2015 3:32:53
Algunas veces me pregunto si el verdadero desierto no es el lugar que habitamos a diario. Igualmente, ¿no somos realmente los ciegos nosotros al estar hipermegaestimulados? Ese ratón del relato es un magnífico referente para quién no ha visto. ¿ Y dónde están nuestros referentes que tanto hemos visto?
Bello relato y magnífica ilustración válido para cualquier edad.
Aparte de lo ya comentado, siempre que oigo algún escrito sobre el desierto me dirijo a José Carlos Rosales y a ese hermoso libro que publicó en 2006 titulado EL DESIERTO, LA ARENA. Valga un ejemplo:
MONTAÑAS DE ARENA
Hace tiempo que miras las montañas de arena
sin saber lo que guardan. Miras cómo se extienden
sus dominios y miras también la superficie
voluble de las dunas: sabes que saben algo,
sabes que no lo dicen. Están mudas o ciegas,
han perdido su origen, y se mudan despacio,
y no cambian de sitio.
Las montañas de arena son montañas de vida
quebrada. Su silencio se volvió necesario
para que el mundo fuera capaz y vanidoso.
Pero la arena pálida que mancha los caminos
es un rastro indeleble: lo pisamos y cruje,
y seguimos andando sin encontrar el nombre
que nombra o califica.
Las montañas de arena, almacén de ceniza
donde el miedo envejece. Las montañas de arena
y su humilde mecánica: mirar dónde te paras,
pensar cómo se llega.
(De El desierto, la arena, 2006)
Un saludo.
Publicado por: Manuel | 06/10/2014 9:26:46