Ilustración de Roberto Maján
SOBRE UN PEDAZO DE BARRO - Limam Boicha
Este es nuestro pedazo de barro,
refugio nuestro de sueños rotos,
de trabajo sin paga,
nuestro cuarto de comida y bebida,
lectura y oficina y cama
y música y tertulia
y pies y manos y solos y juntos.
En nuestro pedazo de barro,
entran y salen extraños y conocidos
y nuestra puerta siempre está abierta,
y la ventana también es puerta,
y la puerta, lógicamente, es puerta
simple puerta, de madera sin cerradura,
con clavo oxidado que hace
el ingrato papel de candado
y, a veces, hay candado,
por si acaso.
Este es nuestro pedazo de barro
compartido,
sobre él sopla el viento
(supongamos un día cualquiera
uno de esos días sin cigarrillo,
ni dinar, ni ougía, ni euro, ni pasaporte, ni visado)
con su danza en espiral
irrumpe electrizado el viento,
y la frágil Trinchera de Palabras se desploma
- por fatua y por desamparada -
con sus láminas de zinc
de rancias costillas,
con su nido de madera,
y principios resecos,
festín de termitas.
La bombilla procurada
estalla sobre nuestros cuerpos
a ras de suelo,
se esparcen las soflamas
de la nocturna emisión radiofónica,
y las escurridizas cucarachas
saquean el reparto del mes sagrado,
dátiles, queso suizo (prohibida su venta ) y la leche
/en polvo
saltan las palabras y buscan refugio,
entre nosotros los personajes de
Pedro Páramo
Hojas de Hierba
Relato de un naufrago y
el Lápiz del Carpintero,
deambulan como extraños espíritus.
se ahogan en el polvo,
( lo mismo los vasos, la cintas de música,
la botella de cenizas, colillas y el agua sucia: arena
/ y hormigas)
y salen disparados por debajo de la puerta,
igual que los sueños y los versos a medio componer.
Alguien maldice el viento,
se acuerda de la insignia de su abuela
y pronuncia - como letanía - un conjuro
o una oración para espantar el siroco.
La noche evacua nuestras frágiles ansias,
desde el este resuena Sherguía,
y la noche es noche
ay! y si uno pudiera abrazar
la sonrisa de las muchachas
que llega con el silbido del viento.
La noche es noche
y Sahlía, si se le antoja,
acude sin previo aviso desde el oeste.
El rudo viento no cesa,
reparte bofetadas
resentido de sus largas jornadas.
Mientras tanto, seguimos sobreviviendo:
pedazos rotos de ideal y barro.
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