Por Federico Guzmán
17 de octubre de 2015. Llueve en el campamento. Nómadas actuales.
Desde ayer lleva lloviendo sin pararen todas las wilayas. Lo que empezó como un regalo de vida se está convirtiendo en inquietud. Los saharauis saben por experiencia que sus frágiles casas de adobe no están preparadas para resistir una lluvia prolongada. Se nota un recogimiento en la población y con nuestras familias nos hemos trasladado de las casas de adobe a las jaimas, mucho más seguras en caso de desplome. Cuando nos encontramos con alguien, la profusa salutación se ve estos días completada con una coletilla recurrente: schkif maa s-hab? (¿qué tal con la lluvia?); La bas hamdulillah (bien, literalmente: “no mal” gracias a Dios). Mirando al cielo dicen ¡Suerte!(maktuba). Y la vida continúa no sin cierta desazón. En la Escuela de Arte no se detiene nuestra conversación.
Otra de las nociones que ha salido repetidamente en los diálogos es la de “nomadismo”, un término usado abundantemente en las últimas dos décadas en los debates del arte contemporáneo y que aquí tiene connotaciones profundas. La globalización, el viaje, el desplazamiento y los vuelos baratos han tenido un gran efecto en la vida, perspectivas e identidades de los trabajadores del arte, curadores y artistas convertidos en los nuevos “nómadas”. Ahmed cuenta que “aquí el saharaui lo tiene aún más fácil, porque es nómada aunque no se mueva de su sitio. El viento se encarga de mover las dunas del paisaje a su alrededor”.
En el ensayo de Pascal Gielen Noma(i)deología, la estetización de la existencia nómada, el autor critica incisivamente la romantización contemporánea de la vida nómada sosteniendo que, “el aura positiva que en la actualidad rodea a los viajes, la movilidad, la agilidad, el desapego e incluso la falta de vivienda hace que sea muy probable que el término se haya convertido en una suerte de ideología”1. Así el autor genera el neologismo “noma(i)deología” en una clara cita al “Tratado de la nomadología”, un capítulo del clásico Mil mesetas, de Felix Guattari y Gilles Deleuze. Gielen cuestiona el papel del artista con una posición altamente individualista y relaciona directamente esta posición a problemas que incluyen la autoría, la propiedad privada, el mercado del arte y el capitalismo global. Hacia el final del ensayo el autor propone una tesis brillante y original, que le lleva a “concluir que el nomadismo como estrategia artística solo tiene sentido político si es comunista”2, y aquí se refiere específicamente al ideal comunista sin Estado. “Sólo cuando los viajes de los artistas revelan las desigualdades, y cuando sus actos artísticos singulares les hacen formar parte de las subjetividades colectivas de emancipación, sólo entonces el nomadismo se vuelve político. Sin embargo, estos artistas no pueden esconderse detrás de una posición artística neutral, sino que deberán elegir un bando. Así que ya no pueden rehuir el “hacer visibles los problemas” sin un firme compromiso, sin mostrar sus colores, sin juzgar. (…) Los artistas ciertamente no pueden poner ningún peso histórico en la balanza si no entierran su ego político del individualismo”3.
Podría decirse que, gracias a estas residencias, nosotros mismos somos, en algún sentido, nómadas o desplazados contemporáneos en un viaje intercultural, en el que estamos atravesando las fronteras de Estados-nación y de los campamentos de refugiados con visado y una beca artística en el bolsillo. Los saharauis, hay que señalar, han obtenido su visado españolpara viajar al País Vasco en la primavera de 2016 gracias a que la institución organizadora se ha comprometido bajo documento a hacerse cargo de todos sus gastos de viaje y estancia, incluyendo los de su obligatorio viaje de regreso a Tinduf. Como ilustro en este informe, el viaje se está poblando de instructivos diálogos, profundos intercambios y enriquecedoras experiencias vitales que están estimulando nuestra creatividad. Pero no podemos olvidar que, lamentablemente, l+s artistas saharauis son también desplazad+s en un sentido diametralmente divergente, debido a su condición socio-política, que es la de haber nacido en el exilio de un hostil desierto después de que sus padres huyeran a la hamada argelina, sobreviviendo a los bombardeos del invasor marroquí. En ese sentido, como artistas son nómadas voluntari+s y como saharauisson desplazad+s forzos+s.
Aquí quiero subrayar que comparto la radical tesis de Agamben y la incisiva percepción de Gielen, y que además mi inspiración anarquista me hace abominar de los Estados-nación. No se si esto está en contradicción, o más bien en relación no-dual con mi modesto pero firme esfuerzo de apoyo a un pueblo de gente noble, al que he conocido tanto en los campamentos como en las zonas ocupadas y la diáspora, y al que veo unánimemente identificado con un legítimo proyecto nacional, representado por su movimiento de liberación el Frente POLISARIO y por su estado en el exilio la RASD. Aquí la “comunidad indentitaria”, en palabras de Franco Berardi, Bifo, se superpone fielmente a la “comunidad deseante” y las tribus ancestrales se han agregado en la umma4 mayor de la nación. El país que anhelanlos saharauis no es un proyecto étnico, religioso, ni de filiación, es sobre todo un proyecto de la imaginación colectiva y del intelecto general, y ahí radica su fuerza y su belleza. Como todas las grandes organizaciones humanas, el gobierno saharaui es complejo e imperfecto, y es necesario que su pueblo lo cuestione constructivamente cada día.
Pero es tremendamente urgente que la comunidad internacional abra los ojos a la realidad de la última colonia de África. Que conozca las dimensiones del sufrimiento saharaui en las zonas ocupadas, que conozca la perversión de los crímenes del Reino de Marruecos y de su macabro majzen, que sepa de la discriminación de ciudadanos considerados de cuarta fila, del terror,el genocidio, los asesinatos,las cárceles secretas, fosas comunes, detenciones ilegales, juicios militares a civiles, las violaciones, vejaciones, torturas, secuestros y desapariciones forzadas de hombres, mujeres, ancian+s y niñ+s. De los presos políticos, del pillaje de los recursos naturales, del sembrado de minas, envenenamiento de pozos, de la destrucción y apropiación de su identidad y su cultura,del chantaje diplomático, del borrado del castellano, la extinción de la talha, de la demolición planificada de su historia, y de la continua represión, supresión y opresión que sufren cada día los saharauis en su tierra. Que miren a los exiliados en los campamentos de Tinduf y se den cuenta que detrás de cada número de las escalofriantes estadísticas recopiladas por el Comisionado para los Refugiados ACNUR hay una persona que nos mira cara a cara interrogándonos, sin resentimiento ni resignación. Todas y todos estamos ante el reto de imaginar el futuro: los conflictos coloniales que vivimos no podrán ser resueltos desde el mismo paradigma que los creó. Como decía Albert Einstein “vamos a necesitar una manera substancialmente nueva de pensar para que la humanidad sobreviva”. Y ese pensamiento trascendente vendrá inevitablemente acompañado con la responsabilidad de algo superior. Superior a mi familia, mi país, mi tribu, mi equipo, mi éxito. Una responsabilidad colectiva por toda la humanidad. Para que podamos resolver los conflictos a través de la cercanía y la compasión, y no recurriendo al uso de la fuerza y la violencia.
1 Noma(i)deología, la estetización de la existencia nómada de Pascal Gielen, incluido en El arte no es política / La política no es arte. Brumaria (Ed.)
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Umma: “la matria” o comunidad de afinidad.
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