Hotel hotel. Historias de viajes

Por: | 27 de mayo de 2016

Coche_desierto

Esta entrada ha sido escrita por el poeta Chejdan Mahmud Yazid, miembro de la Generación de la Amistad Saharaui.

Una y mil veces hice el mismo viaje en una y otra dirección. No eran viajes de placer, aunque siempre me planteo paladearlos. Esos caminos no son previsibles ni llanos ni siquiera trazados; no son curvos ni serpenteados ni tienen bordes. Nunca tienen la intención de guiarte ni de llevarte por el camino más corto y, casi nunca, invitan a detenerse por ningún motivo: es un viaje que hace camino al pasar y que se borra al mirar atrás. Es un viaje en una estéril tierra, donde la mirada no se deleita y las ganas se exasperan con cada sacudida. Se hace largo, largo, y el día nace y muere delante de tus ojos, sin percatarte de que el sol se ha movido. Es el viaje desierto a través, desde los campamentos saharauis de Tindouf hasta Zuerate, más de ochocientos kilómetros, contados a ojo.

Son los caminos de Dios, como se les suele llamar, dicen que él los crea al paso de cada persona o ser, para luego borrarlos y volver a trazarlos al paso del siguiente ser o persona.

Son los caminos del sur. Son los caminos de los saharauis que los conectan con el mundo, o, mejor dicho, con su mundo. No son efímeros, porque se dibujan en la arena y en la piedra y en la sabja. Pero, nadie puede predecir que le llevan a su destino. Solo hay que recorrerlos hasta el final para asegurarse que llegues a tu destino. Muchos no llegan.

Y, sin embargo, están llenos de transeúntes, de vida, de estrellas y de polvo. Están colmados de ajetreo y trashumancia, que se riega para colorear la inmensidad de matices y olores y palabras.

Y, sin embargo, -reitero-, en estos caminos se edifican ciudades invisibles, con su gente invisible y sus comercios escondidos y, ahora, sus “hoteles” que rayan el buen sentido de la hospitalidad y de paso dignifican sus, también, invisibles dueños. Son hoteles porque ofrecen además: conocimiento y, cuentos, muchos cuentos. Ofrecen al afortunado inquilino un remanso de sosiego que, sobre todo, sirve para enfriar la mente.

Tienen un más que notable valor humano, más allá del negocio, porque vienen a ser como un oasis como tal -con su sombra y su agua-. Y, al que se le suman los mil y un cuentos de los viajeros, yo incluido.

Sin burocracia ni preguntas ni siquiera encuentro con ningún interesado o dueño, se toma nota de tu paso al marcharte, por si preguntan -y, sí, siempre preguntan-. Muchos darán buena reseña de ti, de tus acompañantes y de tu vehículo. Porque esas historias que se cuentan y que yo cuento, se crearon en esos caminos, en esos hoteles, por anónimos que se apresuraron a descifrar tu identidad. Luego todo acabará en historias que se convertirán en cuentos.

Cuando te vas a ir, pagas. Nadie te reclama que lo hagas, tienes que buscar a alguien, al que sea y le pagas. Sin mediar palabra, das la vuelta y te vas. El precio ya te lo sabías de antemano, precisamente en uno de esos cuentos. Sí, porque en los cuentos saharauis se incluyen los precios de los hoteles, del ganado, de la gasolina. Son cuentos de una realidad mezclada con detallismo mas, sedentarismo. Todo es un consomé de realidad y virtud, que retrae al menos decente. También esto es así, simple, porque simple tiene que ser un ser. Rezan.

Luego se vuelve a los caminos, de ida o de vuelta. Ahora vas colmado de historias que de vez en cuando te harán gesticular de algún modo, o, quizás, de ideas y proposiciones que desees que cambien algo. El trayecto se hará distendido entonces, siempre y cuando los hedores inevitables de algún que otro paisano, que no hizo sus deberes higiénicos, sean con el viento a su favor.

Ya les contaré unos cuantos cuentos de viaje... y quizás de destino.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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