Ruge el viento tras la lona de la jaima. Hoy ha sido un día más de calor. En su interior, nuestro hombre saca una libreta donde anota recuerdos, inventa historias y relata la vida en el campamento. A veces le gusta pensar cómo era la vida en la ciudad, el ajetreo, el ruido, sus gentes y el olor a mar. Escribe a mano para luego trasladarlo al bloc de notas de su Samsung Galaxy, con paciencia y esmero. Y entonces, cuando todos duermen, mientras los escarabajos excavan túneles en la tierra, camina hasta un lugar elevado en busca de un poco de cobertura. Consigue enviarnos su crónica, su relato, su historia. Memoria viva de todo un pueblo que deja escapar los días en un campamento de refugiados en el más inhóspito de todos los desiertos. Mi admiración y respeto a nuestro compañero, Mohamidi Fakal-la, un valiente caballero del desierto.
Esta entrada ha sido escrita por Mohamidi Fakal-la desde los campamentos de refugiados saharauis.
Retenido por las horas hasta muy entrada la noche, en el angosto taller artístico bajo una nube de incienso que se entremezcla con olores de pintura acrílica y óleo, va configurando con ligereza sobre lienzo el rostro de una anciana mujer, con un último retoque de pincelada de la mano diestra del pintor Larbi Lehbib. Licenciado en Artes Plásticas en el extremo occidental de la isla de Cuba, hace ya más de una década, desde entonces vive con sus allegados en un campamento de refugiados en el inhóspito desierto de la hamada.