El viaje en la distancia

Por: | 16 de noviembre de 2017

Smaraalcazaba

Texto: Mohamidi Fakala, periodista y escritor saharaui que escribe desde los campos de refugiados saharauis en el sur de Argelia

Foto Biblioteca de Chej Malainin, Smara: Archivo/Mili en el Sahara

Por muy larga que sea la distancia siempre ha tenido el valor de una impronta de  estaciones dispares que han hecho del viaje una sola trascurrencia, y los pasos jamás se percibieron  cansados en la inmensa senda que llevaba a buen arribo. Las llanuras por muy altas que sean terminaban en las crestadas de las dunas, con golpes de los vientos. Y los ríos, morían de sed sin que  abandonaron los  cauces, mas también no cambiaban de nombre a fin de dejar las evidencias bien claras. En esa geografía de hechos y accidentes. Nunca faltaron aquellos cuerpos juncos de los hombres del desierto, afanados desde muy temprano en un vaivén por los caminos más lejanos a fin de no alterar los prodigios que la   naturaleza les brindaba. En esa concordia con el tiempo, y por mucho que las piedras y las arenas se aunaban en contra,  nunca fueron un obstáculo ante todo intento. Las proezas y las enseñanzas sin embargo eran el móvil de una razón, y un apretón de manos igualable a los ladridos de la vida misma. De esa simpleza, que no tenía nada de anacrónica, nació el esplendor de los desierto en el corazón de muchos hombres y mujeres, que se agruparon consistentemente entorno a una fe inquebrantable, y una pacificidad aguerrida, que de la misma hicieron un módulo de identidad existencial a pesar de los desafíos.

Una consecuencia humana de  pobladores que lograron con el tiempo  adentrarse en los lugares menos sondeados del Imperio desierto. Es otra señalización de las rutas inexplorables, pero también  como entendimiento de una pasión inevitable. En ese sentido, Los símbolos jeroglíficos, relanzaron las conquistas, abrieron por igual otros caminos. Para que más tarde, en los albores del siglo III a.c. apareciese el abecedario consonántico de los líbicos, que revolucionó en parte el entendimiento, a través de unas líneas que se leían de derecha a izquierda. De esta manera la escritura tifinag dejaba plasmadas las huellas en toda la región desértica. Los orígenes de esta civilización aún se constataban con sus sepulturas bajo un acopio de piedras. Sin embargo, desaparecieron con el tiempo sin juicio ni ruido, pero no antes de haber esculpido sobre relieve de piedras los nombres de los ríos, montes, páramos y pozo de las regiones de Tiris y de Zemur.

Motivados quizás por otros afanes, llegaron posteriormente los primeros ejércitos árabes con su lengua materna. De hecho, se consumaba la conquista del norte de África en el siglo VII por los hombres venidos de la península arábiga. En efecto, la escritura, el conocimiento y las letras se habían expandido por todas las direcciones, como los grandes ejércitos. Y a raíz de toda esa  evolución, se consagraba con el transcurso de los tiempos pactos en aras de  conquistas territoriales. Y en 1885 se concretaba de hecho la colonización española a los territorios del Sahara occidental. Pero uno de sus principales implementos como potencia colonizadora: la lengua de Cervantes  no fue aceptada en principio con ese deseo mayor por parte de los pobladores autóctonos, hasta la consecución real del  proceso de sedentarización, que coadyuvó en la propagación de un nuevo idioma venido más allá de los mares, y que se leía totalmente  diferente, es decir de izquierda a derecha. Es la diversidad de una coincidencia que ha hecho girar las ruedas de la emancipación de una sociedad, que ha optado en orientar la dirección de su propio viaje con acento hasani en el que no faltarían, por supuesto, aquellos ingredientes de raíces híbridas.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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