Texto: Mohamidi Fakala, escritor y periodista saharaui que escribe desde los campos de refugiados saharauis en Tinduf, sur de Argelia.
Foto: archivo de la mujer saharaui Mutha Mint Emheimad Uld Aababa
No podría comenzar estas líneas sin hacer una reflexión apropiada antes de escribirlas. Con ellas pretendo desvelar la historia de una afamada mujer, que inspiró a poetas, oradores y cronistas.
Su vida transcurrió en un contexto de lucha entre lo tradicional y lo nuevo, en una escala de valores sociales donde los tabúes, quedaban justificados en una sociedad arraigada en su costumbrismo, aunque en definitiva tolerante. Durante la época colonial el mestizaje entre autóctonos y europeos mostró una evidente timidez, aunque con ciertas excepciones aisladas, como es el caso que nos ocupa. Una historia en la que se conjugó lo amoroso, lo literario y lo espiritual en una relación compleja desde el principio hasta el fin, que trascendió como algo insólito. Inesperado fue lo que le deparó el tren del destino.
La historia de nuestra protagonista comienza con una de aquellas caravanas transaharianas, que comerciaban entre el norte y el sur del gran desierto del Sahara, transportando a principios del siglo pasado a lomos de dromedarios hasta Mauritania a la familia de origen saharaui Aababa. Tiempo después de la unión de sus padres en la histórica ciudad de Chengueti, Emhaimad Aababa y Karmi Mint El Meki, nacía Mutha. Desde muy niña amó aquellas tierras lejanas, su clima, la gente y la tranquilidad de esa antigua ciudad, en la que se mezclaban los hombres bidan en su ir y venir, siguiendo las rutas del vasto desierto, quizá unidos por mucho más que las costumbres en las que imperaban los lazos bidani, en un lugar donde el clima no da cabida a distinciones basadas en el origen o lugar de procedencia.
En ese ambiente apacible y sereno creció Mutha, que llegó a ser considerada como una de las mujeres más reconocidas y bellas en su entorno. Así lo aseguraban los cronistas de la época y también lo confirmaban los caballeros que llevaban noticias sobre ella en sus conversaciones. Numerosos poetas recitaron su nombre y extraordinarias cualidades; la elogiaron por su gentileza y generosidad. Fue una mujer extraordinaria en un tiempo extraordinario.
El destino la llevó a cautivar el corazón del gobernador francés Bruno, alias ergalleg (el flaco) quien se convirtió al Islam para poder casarse con ella. Se cuenta que le obsequió con un avión ultraligero, en el que viajó e hizo llegar donaciones a los menos favorecidos de su tierra. El oficial francés tuvo con ella un único hijo, llamado Jean Denis Bruno.
Al acceder Mauritania a la independencia Mutha se instaló en el barrio de bloques en Nuakchot, más tarde se trasladó a la ciudad de Nuadibou, regentando la famosa tienda de Laregib. Al mismo tiempo desempeñó un papel fundamental en la creación de los salones y talleres literarios en los que se reunían poetas y artistas de la talla de Uld Alhasan, Mohamed Abderrahman Uld Rabani y la célebre cantante Naserhala Mint Ngaimich, entre otros.
Fue una mujer experta en preparar y dirigir la ceremonia ritual que acompaña el té sin que el paladar abandonase el aroma de buen gusto; se preocupaba en especial por la limpieza de sus utensilios y al servirlo coronaba sus vasos con un aro de espuma, que lograba con las acrobacias que pasaban el té de un vaso a otro. El registro oral que aún guarda su memoria cuenta que se hizo famosa por su generosidad y los abundantes obsequios que ofrecía a los más necesitados.
En el año 1964, de regreso a su país procedente de París, el avión en el que viajaba se estrelló en Andalucía sobre las montañas de Sierra Nevada, en el Tajo de Goterón. La triste noticia fue recogida por el periódico local, el IDEAL de Granada: “El accidente aéreo del Goterón. Un avión comercial francés se estrella envuelto en llamas en el Tajo del Goterón, en la Alcazaba de Sierra Nevada, la madrugada del 2 de octubre de 1964. Fallecen los 80 ocupantes del aparato que volaba desde Palma de Mallorca hasta Port Etienne, en Mauritania”.
La historia de Mutha inspiró a la etnóloga y antropóloga francesa Sophie Caratini su novela “La hija del cazador”. Un anónimo de su época la recordó, elogiándola con estas palabras: “Se nos ha aparecido en el centro una palmera que se ha separado en la tierra del oeste, del lugar de las palmeras. Te han regalado las ninfas de las nubes su contenido, alimentando a los pescadores con su abundancia”. En una ocasión, tras su muerte de Mutha, pasó el juez y poeta Mojtar Uld Mohamed Musa, que en paz descanse, por los lugares por donde ella nomadeaba. Los encontró abandonados, tristes y callados, después de haberlos conocido en otros tiempos llenos de personajes, poetas y cantantes. Aquello le inspiró estos versos:
الدني مافيها مرتاب خرص ذوك الديار امتها
كبل الموت اخير اللي تاب سابك ما نزلت حمتها
De paso estamos en este mundo,
mira aquellos lugares
que fueron las moradas de Mutha.
Es mejor pedir el perdón
antes de morir
que cuando se es asolado
por la fiebre del último aliento.
En recuerdo a esta mujer de los desiertos, con sangre beduina, quedó erigido un monumento a su memoria en el centro de París, donde aparece con su atuendo tradicional y entre sus manos un cuenco lleno de leche, que simboliza la generosidad y la paz.
Si pasas por Granada, allí descansa a lo alto, Mutha Mint Ababa, en una fosa común con sus compañeros de viaje en el lugar conocido como el “Patio del avión”. En lo alto de la Alhambra, las alas del destino la aguardaban en su último vuelo. Iba siguiendo las huellas de antepasados, viajeros, almorávides, pero desconcertados entre sus propias murallas moriscas. Hermosa vivencia, certeza inconfundible. Pero tampoco olvides arrojar flores a la sombra azabache de la Dama de la badia. Si la luz desaparece en la noche, contempla las estrellas del sur que guardan su nombre, aún encendidas, esperando a que vuelva del largo viaje.
Mientras Sierra Nevada llora granizos por su alma, vistiéndose de algodón o de cielos grises, reposan en sus estoicas rocas las cenizas de una mujer de otras tierras con genes de Boabdil. Diferentes senderos y miradas torcidas. Oasis desérticos y olivares andaluces, insólitos recuerdos. Simplemente recuerdos.
Viento de semilla lejana, tierra de andalusíes,
de arado y de cosechas,
sediento palmeral de Chengueti,
distancias aproximadas.
Cronistas,
poetas,
trovadores e igauen[1] ofrendan
una algarabía de versos a una mujer de su tiempo.
**Bibliografía consultada: Prensa de la época y personas que han vivido aquellos tiempos o han oído a sus progenitores hablar sobre la historia de Mutha.
[1] Griot, juglares o bardos en Mauritania
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