Texto de Mohamidi Fakal-la. Ilustración del artista y pintor saharaui Fadel Jalifa
Del escritor, poeta y periodista saharaui Mohamidi Fakal-la, intelectual saharaui que lleva más de tres décadas viviendo en el exilio de los campamentos de refugiados saharauis en la ciudad argelina ,Tinduf. Desde donde escribe reflexiones tanto en verso como de prosa y que encierran inquietudes de un exiliado que anhela la vuelta a su patria saharaui. Como decía Rafael Alberti en su exilio,
“Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida”
Como vuelven los grandes
Atendieron pacientemente a que alguien,
por muy desconocido que fuera,
aludiese al retorno de los héroes.
Ellos fueron despedidos revestidos de fulgor
en más de una batalla conquistada o perdida.
Pero la diferencia del tiempo impone sin vacilación
a que se marcase esa perplejidad
en la similitud donde caben
por igual todas las proezas ocultas
detrás de la sombra de lo desconocido.
En esa dirección concurrente
todo ocurrió al son de una rara melodía,
imparable, en los salones de París
pasando por Madrid hasta alcanzar
sin cansancio alguno la urbe de Nueva York
a pesar de la lejanía.
Una marea de huecas celebraciones en la rareza
de tanto ruido que no ha sido capaz de tambalear
los pies arraigados en el apego de tu suelo,
Sahara Occidental.
Soledad de aires beduinos que susurran victoria delineada
por sudor desafiante que colma el simple verso desnudo
que tinta los brazos de los años,
y noche que nunca amaneciese en la prontitud deseada.
Supuestos vencedores de las tinieblas partidarios de injusticia.
Una mirada imperiosa de una anciana de tibias manos
esparce resecas flores de verano a fin que no se alimenten
muros sobre cuerpos minados de desilusiones.
Miradas contrincantes vencidas por el aliento de un tumulto
de gente curtida por soles sedientos,
vientos sorprendidos por granizos,
silenciadas dunas como venas que pronuncian
secuaces latidos despertando heridas,
removiendo tiempo en otros tiempos
sin que el juramento de los triunfos se convierta
en ocaso de atardeceres,
callosas manos que no se afligen
revestidas de arcilla rojiza,
desconcierto de locura
enfurecido adversario que atraganta tu nombre
en la imposibilidad de su nombre
traición de difuntos,
historia y claras suspicacias.
No será para siempre la vida
recuerdo acontecido en el universo estrellado
donde nunca desaparezcas a causa de la serenidad
y la falta de furia
identificada sin equívoco a pesar de la traición
de naufragios desconcertantes.
Ya no lloviesen cielos de nubes desocupadas
ni los ídolos fueron jamás vencidos por insensata amargura.
Por eso hoy vuelves como deben volver siempre los grandes.