Texto del escritor y periodista del exilio saharaui: Ali Salem Iselmu Abderrahaman
Ilustración del pintor y artista del exilio saharaui, Fadel Jalifa Embarec Fal
Cuando me saludó note que el tono de su voz había cambiado, hablaba más despacio y cierta calma dominaba su cara. El paso inevitable de los años, había moldeado aquella dura infancia que le permitió sobrevivir entre veinte niños que perecieron por la madrugada, cuando una bomba de fragmentación estalló sobre el camión en el que huían.
Él recuerda el momento del impacto, el llanto de su madre y las llamas del camión que alumbraban el camino que atravesaba las dos montañas. Todos se quedaron atrapados, menos él y su madre. Lograron sobrevivir, escondiéndose en la escasa vegetación. Haciendo un pequeño refugio entre los árboles.
¿Por qué no te atraparon? – le pregunté después de muchos años – no tenía una respuesta clara, algún recuerdo quedaba en su mente no obstante seguía asustándose de los aviones, del ruido de sus motores. Después de estar en silencio durante un largo rato, me dijo:
̶ ¿Por qué me preguntas por esta historia, si han pasado muchos años?.
̶ Quiero saber el nombre de los niños que murieron – le contesté con cierta insistencia.
̶ Quiero desprenderme de ese pasado, del momento del impacto de aquella bomba – me contestó él con cierta impotencia.
Quería rebuscar en la oscuridad de aquella madrugada, adentrarme en el fuego de aquel camión y recordar las caras de los niños devorados por el fuego y los fragmentos de esa bomba mortal.
Varias preguntas estaban sin respuesta, pero él no quería seguir hablando de ese lejano momento. Ahora tenía cuatro hijos y vivía próximo a la playa. Le gustaba hablar de su oficio de fontanero, de las calderas de gas y de su familia.
No obstante, yo tenía que saber los nombres de los supervivientes, recuperar sus fotos para volver a aquel lugar en el que aún permanecen los restos oxidados de aquel camión.
«Los habrán enterrado» me preguntaba, mientras él seguía hablando de otras cosas. Son veinte niños junto con sus madres los que perecieron aquella madrugada, todos sabían lo que había ocurrido, pero nadie se atrevía a dar más detalles.
«¿Cómo los pudieron localizar para arrojarles aquella bomba?».
Entre suaves palabras continuaba nuestra charla. Hablamos de la dificultad que tenía él para recordar, no obstante, su madre tenía en su poder los detalles de aquella historia.
Quién tomó la decisión de encender las luces del camión, sí sabía que la zona estaba vigilada por aire y tierra. Ellos eran un objetivo claro, no podían romper aquel cerco y escapar.
El conductor pereció al igual que los niños y las mujeres, en aquel lugar rodeado de montañas en el que se escondieron durante una semana.
«¿Cómo pudo sobrevivir él, junto con su madre?, probablemente la bomba no los alcanzó o quizás se quedaron dormidos en el momento de la huida o querían volver a su ciudad».
Entre palabras y palabras, seguía buscando más detalles, intentando armar aquel puzle. Él cambiaba de forma permanente de conversación, evitaba recordar aquella madrugada.
Le dije que estaba interesado en volver a ese lugar, quizás me ayude a entender algunas cosas que me lleven a descifrar sus recuerdos.
«¿Quién encendió entonces las luces del camión aquella madrugada?, ¿quién escapó con vida?». Observando detenidamente sus ojos, supe con certeza que algo más ocurrió. Me despedí con una idea clara, volver a ese lugar, buscar los cuerpos quemados, enterrarlos.
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