No te irás sin tú hijo

Por: | 27 de diciembre de 2021

PINTURA P-4

Texto: Ali Salem Iselmu, periodista, poeta y escritor saharaui del  grupo de escritores saharaui en el exilio, Generación de la Amistad

Cuadro oléo del artista y pintor saharaui Fadel Jalifa

̶ No te irás sin tú hijo ̶ le dijo enfadada. Ella que lo había entregado todo renunciando a sus padres y a buena parte de su familia.  ̶ Lo llevarás contigo y te llevarás con él, el nombre que le pusiste  ̶ volvió a insistir.

Él salió caminando de aquella casa sujetando la mano de su hijo que iba mirando los ojos de su madre, una madre que lloraba a medida que el niño se alejaba por aquella larga calle. El día era limpio, con un cielo azul intenso y el viento soplaba con mucha fuerza.

Lo menos que él deseaba era una despedida amarga, marcada por aquellas rotundas palabras.  ̶ ¿Qué hago?  ̶ se preguntaba, mientras el niño le iba preguntando por su madre. No tenía respuesta a las preguntas de su hijo e intentaba tranquilizarlo prometiéndole un helado o cromos con fotos de futbolistas.

De pequeño él había visto cómo sus padres se habían separado dejándolo con sus abuelos. Recuerda la tarde en la que su madre se marchó a otra ciudad y no volvió. Aquella herida seguía abierta en su interior. La mirada de su hijo le recordaba ahora aquel momento lejano de su infancia. La tarde en la que sus padres decidieron poner fin a una relación de quince años.

El niño no dejaba de mirar hacia atrás a ver si podía localizar a su madre, dentro del tumulto de gente. El padre lo miraba fijamente, recorría su pequeña cara de color moreno, sus ojos inquietos y las pequeñas manos que no dejaban de moverse. «Yo también me separe de mi madre», se decía el padre en su interior. Luego volvía a agarrar la mano de su hijo con más fuerza, y recordaba la ausencia de su madre que lo había dejado con sus abuelos a la edad de cinco años.

Siguieron caminando hasta que llegaron a un parque rodeado de cipreses y pinares, dividido por un pequeño río. En una esquina había un pequeño puesto de helados. Cuando estaban cerca de los helados, el padre le dijo a su hijo, ̶ vamos a tomar un helado de vainilla y otro de chocolate, verás como el sabor dulce te ayudará a jugar.

̶ No papá, quiero volver con mamá ̶ contestó el niño.

En ese momento el padre, volvió a recordar la imagen de su madre cuando lo despidió con dos besos. La tarde en la que lo dejó, todo estaba mojado y caía una lluvia de gotas gordas sobre su cara mezclándose con sus lágrimas.

«Aguanta y quédate con el sabor dulce, yo también viví la separación de mis padres» pensó el padre mientras miraba a la chica de los helados.

Cuando se sentaron eran cerca de las seis de la tarde, el padre trajo dos tarrinas con dos bolas de chocolate y vainilla. El niño observaba a otros niños acompañados de sus padres que iban cambiando de un juego a otro, mientras sus padres los ayudaban a subir y bajar del columpio o del caballito de madera.

El niño comió parte de la bola de chocolate que le había comprado su padre y volvió de forma insistente a preguntar cuando iba a venir su madre al parque. El padre cansado de la misma pregunta le dijo   ̶ mamá no vendrá hoy, ni mañana, ni pasado. Hoy estaremos en otra casa.

Cuando el niño escuchó esas palabras, tiró lo que quedaba del helado al suelo y salió corriendo hacia el parque donde estaban los demás niños. No quería jugar, sólo quería encontrar a su madre y volver con ella.

El padre volvió a pensar en las palabras de su mujer cuando le dijo «no te irás sin tú hijo», y en ese momento recordó cómo su madre lo había dejado con sus abuelos aquella remota tarde que cambió para siempre su lejana infancia.

Ahora, era su propio hijo quién buscaba a su madre entre tantos hombres, mujeres y niños dentro de ese enorme parque en el que él viento y el murmullo de la gente, se mezclaban con el sonido de los patos que cruzaban el río en busca de pequeños trozos de pan.

Su vida en ese momento volvía a cambiar una vez más de forma inesperada, tenía que volver con su hijo a la misma casa donde su madre lo había dejado con sus abuelos.

Cierta tristeza se notaba en su miraba, cuando iba detrás de su hijo en busca de una madre que no estaba en aquel parque, lleno de padres que vigilaban de forma constante el movimiento de sus hijos.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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