En recuerdo al histórico revolucionario y humorista saharaui, Sid Mhamed Uld Lab

Por: | 03 de marzo de 2022

SIDI MOH ULD ELAB
Texto y foto de Bahia MH Awah, en homenaje al guerrillero revolucionario Sidi Mhamed Uld Lab

En febrero de 2015, escribí un texto sobre el histórico revolucionario saharaui Sidi Mhamed Uld Lab, hoy retomo de nuevo aquel artículo para recordar un histórico anticolonial en su XIII Aniversario. El 2009 compartí con él una inolvidable charla en su casa del campamento de refugiados saharauis Bojador. Estaba acompañado por su mujer Alia y sus pequeñas hijas. Recuerdo que le pregunté en qué año había nacido y tras meditar su respuesta, me dijo:

– Dicen los expertos que pretenden saber de todo, que yo había nacido en 1913. Pero yo digo que he nacido en عام ﻋﯕلت انتلف Am Aglet Entalfa. El año en el que se precipitaron muchas lluvias en Tiris y se llenó de agua el pozo Aglet Entalfa.

Si la fecha que estos expertos decían de su nacimiento fuera cierta, aunque él no estaba de acuerdo, Sid Mhamed habría vivido 102 años plenos, coronados de muchos acontecimientos acaecidos entre circunstancias de guerra, cárcel y exilio.

Nació en Uad Ayahfun, en la región de Tiyirit. Su familia era nómada, como la inmensa mayoría de los saharauis que en aquellos tiempos nomadeaban con sus ganados camellares entre el territorio del Sahara Occidental y regiones fronterizas de Mauritania, desde Tiris Zemur, Adrar a Taganet. En el Sahara, me decía Sid Mhamed:

– Nos movíamos, errantes, en una amplia zona comprendida entre Lacraa, región de Dajla, Gur Leuafi, Gur Mansur, Sidahmed Ergueibi hasta Tiris, Adrar Setuf, Leyuad, Leglaat, Agüeinit, Uad Yena, Haimer Mah, Eig, Intiyat, Gleibat Asabaa, Dueyat, Bir Genduz, Auserd, Bir Nazaran y Tichla.

Me dijo que su familia tenía ganado de ابل لمرير  Ibil Lemrira [2]. Su padre, Laab Uld Elkori Uld Ozman, fue finales del siglo XIX un destacado miembro del Estado Pan tribal Saharaui ايد اربعين  Eid Arbain, “La mano de los Cuarenta,” que fue interrumpido por la irrupción de la potencia colonizadora española. Su padre nació en Tiris y fue uno de los dirigentes que lucharon en contra de la presencia colonial francesa en el Sahara y en Mauritania. Fue quien dirigió en el año 1936 la batalla de شرواط  Sharuata, donde cayó luchando contra las tropas coloniales francesas. Sid Mhamed se quedó huérfano de madre a una edad muy temprana.

Los recuerdos que tengo de Sid Mhamed vienen de mi infancia en los años setenta cuando mi familia vivía en la ciudad de Auserd, actualmente ocupada. Durante aquel periodo colonial español en el territorio, recuerdo que Sid Mhamed tenía estrecha relación de amistad con mis padres. Era un caballero de aquellos tiempos, que siempre lucía una elegante darraa de color azul o blanco, un oscuro turbante de nila que enrollaba en su cuello y calzaba unas míticas sandalias que llamaban  انعيل كوردني   naiel cordeni. Cordeni deriva del francés, cordons. Y unida a la palabra en hasania انعيل naiel, significa “sandalias de cordones”. A veces llevaba unas babuchas de color blanco o amarillo muy usadas por los caballeros saharauis en aquellos años.

Toda la gente de Auserd buscaba su ansiado encuentro para conversar y reír con sus explosivas y espontáneas frases con las que alegraba sus encuentros con los demás. Tuvo mucha amistad con mi madre Jadiyetu, a quien él siempre llamó Jueidiyetu. Por su edad él no la encajaba en el nombre de Jadiyetu, que le sonaba más serio. Igual le sucedía con mi tía Alia, a quien llamaba Laueilia, como apelativo de cariño y amistad. Era un ilustre caballero de su tiempo, dominaba mucha literatura de la época de Mohamed Uld Tolba, Chej Mohamed Elmami, Edjil Uld Sidi Baba, Ahmed Fal Arueiyi, Abdelahe Mohamed Salem, Mhamed Uld Hadar, Elkafya Uld Buseif, entre otras figuras de esa época dorada de la literatura hasania. Fue gran راوي و امغني rawi emgani [3], y sabía cómo lucirse con excelencia en los debates cuando se trataba del verso, sus argumentos y sus contextos históricos en las tertulias literarias entre poetas, sabios y hombres de letras.

El año 1975, durante el abandono español al Sahara y la posterior invasión del territorio por Marruecos y Mauritania, Sid Mhamed ya formaba parte de aquellas incipientes células del Frente Polisario que trabajaban clandestinamente en el sur. Más tarde, con la entrada de Mauritania en la guerra contra los saharauis, se unió a las primeras unidades guerrilleras del Polisario en el llamado Frente Sur, en Auserd, desde donde se encaró militarmente con el ejército invasor de la entonces Mauritania de Uld Dadah. Y en la batalla de Inal y el asedio de La Güera (Cabo Blanco) en diciembre 1975 cayó herido y fue capturado por el ejército mauritano. Estuvo seis años en la cárcel de Nuara, al este de Mauritania, hasta que fue puesto en libertad en 1980 tras el acuerdo de paz pactado entre Mauritania y el Frente Polisario en agosto de 1979.

Me contó un compañero suyo de prisión que, durante todo ese tiempo de cautiverio militar, Sid Mhamed con 62 años, junto a Bulahi Taleb Omar, eran el alma que animaba a sus compañeros de prisión, todos ellos una generación de jóvenes veinteañeros, armándoles de fuerza moral para resistir las condiciones de la cárcel y la lejanía de su familias durante todos aquellos años de presidio. Mandela decía que “un hombre educado no puede ser oprimido porque es capaz de pensar por sí mismo” y el liderazgo de Sid Mhamed entre sus coetáneos en la cárcel era por esa capacidad y formación social que tenía inculcada en su pensamiento para enfrentarse a la adversidad en las circunstancias de la vida.

Tras ese periodo de los años setenta y los convulsos acontecimientos que conoció el territorio, no volví a saber de Sid Mhamed hasta el otoño de 2009. Hacía un viaje de trabajo de investigación a los campamentos saharauis y me acompañaba Carmen Gómez, investigadora de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París. Íbamos por la tarde caminando por el campamento 27 de febrero cuando de repente reconocí a Sid Mhamed sentado cerca de su jaima, en un espacio reservado donde solía hacer sus oraciones.  Le dije a mi compañera que pasáramos para saludar a aquel anciano que estaba absorto en sus rezos, mirando hacia el este. Estuvimos un rato esperando hasta que terminó de rezar, nos acercamos a él y nos sentamos a su lado.  Yo, como le conocía de niño y le tenía tanto aprecio, para saludarle le di un efusivo abrazo. Él sintió que se trataba de alguien que le conocía y que le guardaba mucho cariño. Pero era difícil reconocerme en aquel inesperado instante. Le dije:

– Sid Mhamed, sé que para ti es difícil reconocerme ahora mismo, alto con pelo largo y con esta pinta inusual por este lugar y además hace mucho tiempo que te fuiste a la guerra y yo no era más que un niño.

Para situarle mejor, continué:

– Mis padres son Jadiyetu Mint Omar y Mahmud Uld Awah.

Y de repente, su memoria le llevó a recordar mi madre con el nombre de cariño con el que él la llamaba. Reaccionó con sorpresa:

– ¡Eres el hijo de Jueydiyetu!

Me abrazó de nuevo y estuvimos un rato sentados, charlando. Su memoria le llevó a recordar con estos versos a aquellos autóctonos habitantes de Auserd con los que compartió todo una hermosa vida.

اوسرد زاهي ماه رد      و اروياتو لافاتو

لاماتو عنو ذو الﯕوم      و اعلياتو لاماتو

Auserd, pleno esplendor

y júbilo,

no acabarán

sus leyendas

y no morirán

sus caballeros

ni morirán sus damas.

Cuando ya estábamos profundizando con más información en la charla me preguntó sobre mi madre. Intenté responderle mirando su dulce y risueño rostro pero un nudo en la garganta me impidió hablar. Se dio cuenta en seguida de lo que sucedía y derramó en silencio unas lágrimas por mi madre… Para aliviar un poco la triste noticia, le dije que todos somos mortales y algún día nos vamos para siempre. Carmen y yo charlamos un buen rato con él en su emsala [4], frente a su jaima, y luego nos despedimos con la intención de vernos pronto.

En aquel mismo viaje y otro posterior tuve la suerte de volver a ver a Sid Mhamed. En esos encuentros con él le pregunté en alguna ocasión sobre poetas o sabios que influyeron en su vida. Me respondió:

– En mi niñez, al llegar a mi conciencia la poesía oral, me cautivó el verso de Chej Mohamed Elmami y Uld Tolba. Estos poetas eruditos cantaban un mundo que nosotros no veíamos y me dejaba llevar con su poesía predictiva.

Me citó también otros poetas como Ahmed Fal Uld Arueiyi o Ahmed Laali Uld Backar. También le pregunté si tenía memoria de la guerra de 1957 y 1958 en el territorio y me dijo:

 – Por aquel entonces yo tenía más de treinta años y estaba lejos de la zona donde se desarrolló la batalla de Leglat. Estuve en la parte oriental del Sahara, frontera con Mauritania, pero aquella guerra no era contra los saharauis, sino contra bandas de intrusos venidos del norte, de Marruecos, con la intención de enfrentarnos con la Mauritania francesa y con los españoles.

En la filosofía de nuestro acervo cultural decimos que cuando se nos va un referente de la talla de Sid Mhamed Uld Laab, es como si se nos hubiera quemado una biblioteca. En estos últimos tiempos el carácter oral de nuestra cultura nos ha puesto en constante alerta, al concienciarnos de su fragilidad. Esto nos exige responsabilidad y fidelidad en el registro de cara al futuro y a las nuevas generaciones. Sid Mhamed Uld Lab se nos ha ido como un referente que nunca ha agotado su caudal de memoria y sabiduría. Tengo la suerte de haber compartido con él muchas horas de charla sobre nuestra literatura y su historia del pasado. Estará en el cielo en paz con muchos de su generación con los que compartió convicción en la lucha de resistencia y mucha literatura. Eterno quedará entre los que seguimos en las sendas del Sahara del hoy y del mañana.

Bahia Mahmud Awah

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[1] Hombre conocido por sus dotes de oratoria; experto en la literatura y su historia.

[2] Ganado camellar que andaba suelto en trashumancia. Los amos le conducían, llevándole a lugares de pasto y agua.

[3] Literato

[4] Recinto tradicional hecho de piedras en forma de arco, cubierto de arena blanca y fina, que se usa para rezar y para entablar charlas con los amigos, después de la oración.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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