El Principito reaparece en el desierto del Sáhara Occidental

Por: | 14 de septiembre de 2022

Presentación1

Texto de Aliyen Habib Kentaui, intelectual y diplomático de la República Saharaui. Representación Sahara Occidental en Bruselas y Unión Europea.

El Principito reaparece en el desierto del Sáhara[1]

Alrededor de una ceremonia de té en los campamentos de refugiados saharauis, Ahmed nos cuenta su extraño sueño: 

“Era una noche de calor sofocante. Esa noche soñaba que en un recorrido dentro del territorio saharaui se averió mi vehículo en una zona deshabitada, justo en el momento del ocaso de un día de verano. La puesta del sol enrojecido anunciaba otro día abrasador, mala señal. En el desamparo y antes de pensar cómo enfrentar al desastre, la oscuridad de la noche embestía la soledad del desierto. Agotado, sediento, consciente de mis exiguas provisiones mermadas por varios días de viaje, decidí prender una pequeña hoguera, preparar un té y unos austeros trozos de tishtar[2], que sabia estaban en el fondo de mi mochila, como cena y dormir hasta el día siguiente. Sabía que era una avería muy seria y mi suerte pendía del azar. Estaba tan agotado que el té se limitó a un solo vaso, lo que es un sacrilegio para un saharaui, y pronto sucumbí al mundo de los somnolientos.

Esa noche, en mi sueño, cabalgaban entremezclándose el presente, el pasado y el atisbo de un futuro del territorio saharaui. En mi profundo sopor, divisé un frig[3] de jaimas tradicionales bien erigidas, ordenadas en círculo y envueltas en una aureola. Me aproximé a las jaimas. De súbito, y antes de saludar o pedirles auxilio, la idílica imagen se perturbó. Todo cambió. Estruendos, rayos, retumbar de tambores, una burbuja que encerraba a un diminuto ser se desintegró y una llovizna de gotas multicolores empaparon la arena. Finalmente se divisó un eclipse de sol. El día se tiñó de oscuro. Percibí que yo era el único atemorizado. Atónito, expectante, esperaba respuestas. Ningún poblador del frig se inmutaba, nadie sentía el mismo pavor. Brotes de una fauna extinguida resurgieron. Mi pánico se agudizó. Sabía que era rara la presencia de un frig en esa zona tan insegura y recóndita. Inesperadamente, volvió a reinar el silencio. Solo una estrella solitaria en el cielo iluminaba el paisaje. El misterio se ahondaba.

Armado de valor, un joven sereno dio pasos hacia un enigmático y diminuto personaje que emergía de todo ese desorden que asemejaba a un mini Big Bang. ¡Era un niño de melena áurea!

El joven preguntó al enigmático personaje: 

- ¿Quién eres? - un prolongado silencio… 

El joven insistió:

- ¿Quién eres, pequeño?

Sonriente, el pequeño respondió:

- Soy el pequeño Principito.  

- ¿El pequeño amigo de Antoine de Saint-Exupéry? - interpeló el joven. 

- ¡El mismo! - respondió El Principito.  

Se miraron fijamente.

- ¿No eres un afrit[4]? - insistió el joven. 

- ¡No! En realidad, soy el mismísimo pequeño Principito.

Y alzando su dedo índice al cielo susurró:

- Estaba predestinado que apareciera bajo esa estrella

Y continuó:

- Desde la creación del universo, no he evolucionado, vivo en un pequeño planeta, en otra galaxia… Peregrino entre planetas, pero tengo un profundo apego a esta parte del planeta tierra… ¡Me aflige su continuo tormento! Soy testigo de las fechorías de los humanos, y especialmente de los mayores - prosiguió El Principito. 

- Yo soy Basiri[5] - respondió el joven. 

El Principito asintió, dando a entender que ya conocía a Basiri. 

- He seguido siempre tu destino, esta es una cita excepcional. Quería que encontraras y saludaras a otro amante de esta tierra, un héroe como tú, un viejo amigo mío. Antaño la fortuna entrecruzó nuestros caminos en este rincón del universo. Él también luchó y se sacrificó por su país.

De nuevo se escucharon ruidos y el aterrizaje de una avioneta. El piloto descendió. Era Antoine Saint-Exupéry. El Principito irradiaba alegría mientras saludaba a su viejo amigo. 

- ¡Esta vez no le pediré que me dibuje un cordero! - bromeó el principito con su amigo, recordándole su primer encuentro durante su avería en el Sahara - ¡Hoy quiero que encuentres a Basiri!

Saint-Exupéry entusiasmado, fijó su mirada en Basiri… y exclamó: 

- ¡Ah! ¡El gran héroe saharaui! ¡Por fin!, ¡por fin! Y añadió:

- En Europa se habla mucho de vuestra causa, pero y poco hacen por ella.

El pequeño Principito, dolorido, agregó: 

-Sí, observo desde mi pequeño planeta lo que se hace y no se debería hacer, y lo que no se hace y se debería hacer. Pero así actúan las personas mayores, ¡las personas mayores son así! 

Y sin más, el Principito presentó a sus dos héroes:

- Creo que tenéis mucho de qué hablar. 

Y se apartó, para dejarles hablar en la intimidad. 

Deslumbrado, observé desde cierta distancia. Perdí el miedo y la extrañeza al asegurarme de que el joven no era otro que nuestro héroe Basiri, el extraño personaje era el legendario Principito. Él y su entrañable amigo Antoine Saint-Exupéry descendían para infundir ánimo y amistad.

Pregunté al Principito: 

- ¿Por qué este cónclave?

-Esta vez quería que Antoine Saint-Exupéry y Basiri se abrazasen y sintiesen la afinidad que une a todos sus congéneres - contestó el pequeño Principito.  

Boquiabierto, dije: 

- Pero, Principito, ¿cómo pudiste resucitarlos?

El Principito me miró como ofendido por mi ignorancia. Respetuoso, le mire encogido. 

El principito filosofó: 

- ¡Los que mueren para ser libres no mueren!  Yo conozco el lugar de la morada de Antoine Saint-Exupéry y la de Basiri. Sus asesinos creen que nadie conoce sus moradas. Yo soy el único que las conoce. Yo observo desde ángulos diferentes… Desde tiempo atrás, ya lo dijo Antoine Saint-Exupéry: “Las personas mayores, siempre necesitan explicaciones, nunca comprenden nada por si solas”.  

Embelesado, continué preguntando.

-Principito, ¿y por qué Basiri y sus compañeros en el frig no se atemorizaron por el ambiente apocalíptico creado a tu llegada? ¡Yo estaba aterrorizado!

- Basiri y sus compañeros no temen. Son vuestros mártires, viven en otra dimensión…. Ya superaron el umbral del miedo y el de la muerte tanto en esta vida como en la anterior. ¡Son impávidos, son inmortales! – respondió el Principito hondamente conmovido.

- En realidad, no era un ambiente apocalíptico. 

Prosiguió el Principito:

- Era a la vez una escena solemne y jubilosa:  el ruido, la llovizna, los colores, los rayos y la explosión de la burbuja, eran cánticos e himnos a los héroes del frig.

-Principito, ¿por qué no visitas conmigo a los refugiados saharauis en el desierto de la hamada?[6] 

- Me entristece visitar a los saharauis fuera de su tierra. Los visitaré cuando regresen al lugar donde Antoine Saint-Exupéry tuvo su avería que le llevó a aterrizar en el Sáhara Occidental - respondió el Principito.

El Principito y su amigo Antoine Saint-Exupéry vieron un Sáhara diferente en ese segundo viaje. 

Entristecido, el Principito aseveró: 

- El Sáhara ya no es tan hermoso como antes. El agua impoluta de sus pozos de la que bebí junto a Antoine Saint-Exupéry, ya no sacia la sed. Foráneas criaturas devoran lo que crece y lo que se descubre. ¡Pero lo voy a resolver! - gritó eufórico el Principito.

Prosiguió:

- ¡Pediré a Antoine Saint-Exupéry que a su regreso a Europa me dibuje un bozal para estas criaturas! ¡Como el bozal que me dibujo para que el cordero no se comiese mi flor! Ya ni siquiera la melancolía te invita a contemplar la puesta del sol en esta tierra, donde las leyes humanas y divinas son profanadas y lo evidente se tuerce en esotérico. 

Jadeante enfatizó:

- ¡Y tanto silencio cómplice… y lenguas bifurcadas! Ya dijo Saint-Exupéry que las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es cansado para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones.  

Juicioso, el Principito añadió: 

- Las personas mayores se comportan como airados dioses del Olimpo. Impiden el retorno de vuestros refugiados a su Itaca, sin haber cometido crimen alguno.

Reflexivo, el Principito ensartó el espíritu de varias de sus citas desveladas a su amigo Antoine Saint-Exupéry durante su primera visita al Sáhara en los años 30 del siglo pasado:  

- Quieren plantar en vuestro país un baobab[7] cuyas raíces harán estallar a la delicada región, tan sensible como mi pequeño planeta. ¡Las personas mayores siguen sin comprender! Ya aconsejé realizar un auténtico dibujo del baobab para que los mayores comprendieran el peligro. “A veces no hay inconveniente en dejar para un poco más tarde el trabajo; pero tratándose de un baobab, el retraso es siempre fatal. También mi pequeño planeta solo puede acomodar una delicada flor. Ya Antoine Saint-Exupéry en su primer viaje también dio el grito de alarma: "¡Niños, atención a los baobabs!”

Vino a mi mente el constante zarandeo político del Sáhara Occidental a manos de los mayores. Conmovido por la sinceridad del pequeño Principito, mi fe en la humanidad se tambaleó por un momento. ¡Nunca había imaginado que los humanos podríamos ser tan desalmados o tan crueles con los de nuestra misma especie! Absorto, perdí la noción del tiempo.

El Principito, afligido apareció de nuevo. Lagrimoso tartamudeó: 

- Estaba despidiendo a Basiri y a Antoine… ¡Regresen a sus moradas!

No quería atormentar aún más al pequeño Principito. Solo insistí: 

- Principito, si no vas a visitar a los refugiados esta vez, ¿qué mensaje quieres enviarles? 

El Principito, sin titubeo, sentenció: 

- No te apenes, después de la sequía lloverá… después de la sequía lloverá

Después de esta revelación, el Principito se dispuso a regresar a su pequeño planeta. Una suave brisa arenosa enrareció el ambiente. El cuerpo del Principito comenzó a desvanecerse. Se fundió gradualmente en luminosos destellos, formándose de nuevo la misma burbuja en la que había descendido. Lentamente en su burbuja, se elevó y se alejó, poco a poco, hasta su total desaparición. Solo quedaba una estela de luz en el espacio y el eco de su voz: “Después de la sequía lloverá… después de la sequía lloverá… después de la … des…”.

Me desperté sobresaltado y miré alrededor. Estaba en mi tienda en los campamentos de refugiados saharauis. Impaciente, pensé en la hora de la tertulia del té para contar mi sueño. Y este fue mi extraño sueño.  

¿Será un sueño profético? ¿Qué dirán los videntes, los intérpretes de los sueños? Y, sobre todo, ¿qué dirán los mayores?

 

[1] Relato inspirado en El Principito, Le Petit Prince, novela corta escrita por el famoso escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, quien luchó contra la ocupación de su país por la Alemania nazi. Murió al ser derribado su avión el 31 de Julio de 1944. El lugar de su derribo es todavía motivo de controversia.

[2] Carne de dromedario secada al estilo tradicional para su duradera conservación.

[3] Campamento nómada compuesto por un conjunto de jaimas.

[4] Demonio.

[5] Líder nacionalista y anticolonial saharaui, quien lideró el primer movimiento contra el colonialismo español precursor del Frente Polisario. El 17 de junio de 1970 fue preso y torturado por las autoridades colonialistas españolas. Desde entonces continúa desaparecido, aunque diversas fuentes aseguran que fue fusilado.

[6] Meseta desértica en el sur de Argelia donde están instalados los Campamentos de Refugiados Saharauis.

[7] Árbol autóctono de grandes dimensiones que se encuentra en varios países del África negra. Es referencia de muchas leyendas en la narrativa oral africana.

 

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Grandioso artículo, gracias.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

Ver todos los fragmentos »

El País

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