Texto de Aliyen Habib Kentaui, intelectual y diplomático de la República Saharaui. Representación Sahara Occidental en Bruselas y Unión Europea.
El Principito reaparece en el desierto del Sáhara[1]
Alrededor de una ceremonia de té en los campamentos de refugiados saharauis, Ahmed nos cuenta su extraño sueño:
“Era una noche de calor sofocante. Esa noche soñaba que en un recorrido dentro del territorio saharaui se averió mi vehículo en una zona deshabitada, justo en el momento del ocaso de un día de verano. La puesta del sol enrojecido anunciaba otro día abrasador, mala señal. En el desamparo y antes de pensar cómo enfrentar al desastre, la oscuridad de la noche embestía la soledad del desierto. Agotado, sediento, consciente de mis exiguas provisiones mermadas por varios días de viaje, decidí prender una pequeña hoguera, preparar un té y unos austeros trozos de tishtar[2], que sabia estaban en el fondo de mi mochila, como cena y dormir hasta el día siguiente. Sabía que era una avería muy seria y mi suerte pendía del azar. Estaba tan agotado que el té se limitó a un solo vaso, lo que es un sacrilegio para un saharaui, y pronto sucumbí al mundo de los somnolientos.
Esa noche, en mi sueño, cabalgaban entremezclándose el presente, el pasado y el atisbo de un futuro del territorio saharaui. En mi profundo sopor, divisé un frig[3] de jaimas tradicionales bien erigidas, ordenadas en círculo y envueltas en una aureola. Me aproximé a las jaimas. De súbito, y antes de saludar o pedirles auxilio, la idílica imagen se perturbó. Todo cambió. Estruendos, rayos, retumbar de tambores, una burbuja que encerraba a un diminuto ser se desintegró y una llovizna de gotas multicolores empaparon la arena. Finalmente se divisó un eclipse de sol. El día se tiñó de oscuro. Percibí que yo era el único atemorizado. Atónito, expectante, esperaba respuestas. Ningún poblador del frig se inmutaba, nadie sentía el mismo pavor. Brotes de una fauna extinguida resurgieron. Mi pánico se agudizó. Sabía que era rara la presencia de un frig en esa zona tan insegura y recóndita. Inesperadamente, volvió a reinar el silencio. Solo una estrella solitaria en el cielo iluminaba el paisaje. El misterio se ahondaba.