África y los antecedentes del compromiso anticolonial, el Sahara Occidental

Por: | 16 de octubre de 2022

Cache_2462642413Texto: Bahia MH Awah

Siguiendo estos días el impacto humano del flujo de exiliados que van huyendo con sus tragedias empujados por la guerra en el Medio Oriente y en África reflexioné sobre dos temas, la condición “exilio para los saharauis” y el compromiso de los pueblos africanos en hacer realidad el sueño de Patrice Lumumba. En el primer caso me remito a un mensaje y una foto que recibí hace unos años atrás de unos amigos universitarios gaboneses en el que me ratificaban su compromiso con la lucha del pueblo saharaui. La palabra exilio es una expresión que nuestra humanidad ha introducido en su jerga de poder para definir a los que fuimos ilegalmente expulsados y desposeídos de nuestro hogar y nuestra tierra. No siendo esta expresión, exilio, más que la acepción que define el fracaso y la incapacidad de liderazgo de los poderes que dirigen nuestro mundo. A estos seres humanos que van huyendo de la muerte y que me han hecho revivir mis pasos de niño en mi éxodo huyendo de una guerra y buscando cobijo, les dejo constatar mi profunda solidaridad y sentir hacia su suerte.

¡Humanidad!, ¿Ante estos dramas, adónde nos refugiamos los desposeídos y desterrados y por qué de nuestra suerte? Los pueblos expulsados de sus tierras nos hemos convertido en literatura. Y hacemos esta literatura cuando hablamos de nuestras luchas y las consecuencias que nos acarrea. Nuestros recuerdos son igual que los del primer mundo, tras vivir la I y II Guerra Mundial, la esencia de la muerte y la destrucción, el iniciar el éxodo hacia un lugar seguro. Esas son las amargas vivencias que el Primer Mundo experimentó, que debería de lección magistral para no volver a caer ni dejar de sentir humanidad ante semejante injusticia.

En marzo de 2013 participé en el “Congreso Internacional Virtual: El afro-hispanismo en África, África en el afro-hispanismo”. Un evento académico internacional organizado por las universidades de Guelph, Ontario (Canadá), y la universidad de Ghana. El encuentro me posibilitó conocer varios académicos del mundo universitario de África, Latinoamérica y Europa; fue un sugestivo encuentro sumamente fructuoso en su dimensión humana y académica, con el propósito de abrir camino hacia un mundo afro hispano sin fronteras. En ese congreso conocí a dos magníficas profesoras, la ghanesa canadiense, Dorothy Wellington, una de las organizadoras y docente en la universidad de Guelph y la ponente gabonesa Veronique Okome, profesora de Conferencias Lengua y Cultura del Mundo Hispanófono y Directora del Centro Africanista de Estudios del Mundo Hispano Luso de la Ecole Normale Supérieure de la Universidad de Gabón.

Al haber vivido y experimentado el éxodo como huida hacia el exilio, he leído mucho sobre este fenómeno. Recuerdo una cita del escritor sueco Henning Mankell en la que decía “Nuestras organizaciones en el exilio han sido una especie de sustituto de las ciudades y los pueblos que nos vimos obligados a abandonar”. Y aquí no quiero pensar en aislados guetos, más bien en organizaciones de comunidades, asociaciones de escritores, culturales y de derechos humanos.

El caso nuestro, los saharauis desde siempre hemos llevado a África en el corazón, porque sin su cultura tan arraigada entre nosotros y el pensamiento de sus históricos lideres contra el dominio colonial, como Patrice Lumumba, Oliver Tombo, Kwame Nkrumah, Mandela, Boumediene, Julius Nyerere, Amílcar Cabral, Agostinho Nheto, no nos hubiera sido posible encarnar el ideal anticolonial y sublevarnos contra todos sus múltiples tentáculos contra los que aún seguimos luchando, como último pueblo de África que padece esta lacra de ocupación extranjera y dominio neocolonial.

En los años setenta, siendo niño, inicié mi éxodo huyendo de la guerra, lo que más adelante hizo que entendiera con claridad esa terrible condición del destierro y el exilio y sobre la que decía Luis Leante, premio Alfaguara 2007, amigo y prologador de mi libro “El sueño de volver”: “No conozco una palabra más terrible que “exiliado” para referirse a la condición de una persona”. Recuerdo que en el internado donde estuvimos cientos de niños en el norte de Argelia tarareábamos una canción revolucionaria saharaui de aquellos años que decía: “Nuestra causa es africana y esta tierra del Sahara está invadida”. ¿Era entonces un mensaje a África, la cuna de nuestra humanidad? Con esta canción yo entendía que estaría despojado de mi hogar pero me encontraba bien acogido por África, por lo que no sentía que estuviéramos solos. Posiblemente sin este pensamiento que adquirí con mi generación y a una edad muy temprana, no me hubiera sido fácil identificar la buena suerte que nuestra lucha adquirió al ser apoyada por los pueblos africanos.

En el año 1998 el ghanés Kofi Anan, entonces Secretario General de la ONU, visitó los campamentos de refugiados saharauis. Recuerdo una pancarta colgada frente una jaima negra tradicional saharaui en la que fue su primera parada, decía: “Kofi, África needs you”, y esa África indudablemente también es el Sahara Occidental. Nuestro sentir por el africanismo nos mueve como nos lleva el ritmo de tambor africano que está latente en nuestro ser. Ante los ojos de los africanos nuestra lucha, la de los saharauis, es la del pueblo palestino ante el mundo árabe. En 2014 tuve la suerte de conocer en persona y escuchar al histórico líder sudafricano del ANC, Andrew Mlangeni, compañero de celda de Nelson Mandela, cuando este visitó los campamentos de refugiados saharauis durante el XII FiSahara, dedicado a Mandela. En un mitin se dirigió a la población con estas palabras, propias de un líder que arenga a sus seguidores a ganar su lucha: “Veo muchos periodistas y fotógrafos en este tipo de eventos, pero nunca lo vemos luego reflejado en los medios” y más tarde sentenció: “Los saharauis han de estar muy agradecidos a Argelia por haberles dejado este lugar; como nosotros agradecimos a Tanzania que nos dejara un cachito de jungla desde donde pudimos organizar nuestra lucha (…) Los saharauis conquistarán su libertad, y si no ellos, sus hijos”. Palabras de compromiso que reflejan el sentir de toda África hacia la causa saharaui. También conmemoró esa batalla de la historia que libraron muchos pueblos africanos ante el dominio colonial, y recordó su exilio en Tanzania: “Allí pudimos cortar árboles para hacer casas y sembrar comida para sobrevivir, pero los saharauis están en este lugar de mucha dureza y sufrimiento y sin embargo han sabido sobrevivir”. Sí, es cierto que hemos resistido y continuado porque África está ahí presente con nosotros.

Creo mucho en el poder de hacer muchos frentes, de una literatura que emana del compromiso más que la destructora expresión de las armas sea como fuera su resultado final. Aunque esta indeseable vía bélica, muchas veces es el único lenguaje que les queda a los pueblos para derrotar a la injusticia. El poder inmaterial de la literatura en todas sus facetas es uno de los lenguajes ante el que inevitablemente sucumbirán los que nos echaron y nos sometieron a esta condición de exiliados, desterrados y refugiados. Durante el inicio de la invasión marroquí al territorio saharaui en 1975, un periodista de habla inglesa preguntaba al entonces rey marroquí Hasan II cómo reaccionaría si los saharauis tomaran las armas contra la “Marcha Verde”. El déspota respondió, vacío de sentimientos humanos y subestimándonos: “¡Nos los comeremos!”. Tres décadas fuimos indigestos para él, y ya lleva otra padeciendo su hijo nuestra determinación. Nadie podrá someternos.

En la Ecole Normale Superieure, ENS de la Universidad de Gabón, tengo amigos gaboneses a quienes su profesora de filología española, Veronique, les introdujo en su plan de estudio la literatura saharaui escrita en español y adquirió algunos de mis libros, como “El sueño de volver”, obra en la que repaso la historia de aquella irrepetible generación anticolonial del 73 saharaui; “La maestra que me enseñó en una tabla de madera”, libro dedicado a mi madre y maestra Jadiyetu, y “El porvenir del español en el Sahara Occidental”. A través de la red pude desarrollar varios encuentros virtuales con estos estudiantes que me llevaron a recordar cómo en las universidades de las metrópolis y colonias de aquellos años se formaron carismáticos dirigentes africanos de los años sesenta y cómo espolearon la conciencia de sus pueblos y se sublevaron contra el colonialismo y sus doctrinas. Este verano recibí un correo de mi amiga la profesora Veronique en el que me informaba que venía a Madrid para impartir una conferencia en la Universidad de verano en el Escorial sobre la Cultura y Sociedad africana, a la vez que me confesaba que traía una carta de sus alumnos que habían leído mis libros.

Una vez más percibí que los saharauis tenemos ganada nuestra causa y que estos pueblos no nos van a fallar en nuestra lucha, que se acerca a su final. La carta no ha podido ser más cercana y original, era una foto de los estudiantes posando frente a su centro universitario, y en el dorso me dejaban el siguiente mensaje: “¡Hola, hermano Bahia! Nosotros estudiantes de la E.N.S de Gabón le saludamos con respeto. Su obra maestra “El sueño de volver” nos ha encantado. La causa saharaui que defiende es nuestra. Quizás un día más pronto se realice, por la gracia de Dios. Saludos cordiales”.

Al respecto prometí responder a estos amigos y hermanos africanos de nuestra causa de forma abierta y para ello me he basado en aquellos antecedentes históricos que en los años sesenta protagonizaron otros jóvenes como ellos en todo el continente africano, hechos que he podido absorber de niño y otros sacados del libro “El largo camino hacia la libertad”, la autobiografía de Nelson Mandela. Estoy seguro que estos estudiantes gaboneses no van a defraudar el compromiso de sus antecesores y para ello me valgo de este proverbio saharaui que reza: “traicionar el compromiso está en manos de quien en casa se ha quedado”.

Y aquí hago mío el pensamiento y lo traslado a todos los mundos universitarios africanos y sobre todo a los que fueron colonias francesas y les recuerdo que el Sahara Occidental está registrado en el Comité de Descolonización de los 24 de la ONU como uno de los 16 territorios no autónomos que faltan por descolonizar en el mundo y el único en África. Sed fieles ante el compromiso con vuestro hermano pueblo saharaui por el que un día la Historia os juzgará. El valor humano de los pueblos en cualquier balanza que, si pese, caerá siempre a favor de la razón como el presentimiento y muestra de apoyo que hicieron en su carta estos compatriotas gaboneses cuando me decían “Quizás un día muy pronto se realice” el sueño del pueblo saharaui. Y esta lucha queridos amigos es un amor que quien lo haya probado lo sabe. Dios mediante, en este compromiso con el pueblo saharaui y la historia de nuestras luchas nos dejó muchos ejemplos como esta cita de la despedida de Lumumba a su esposa Pauline y a los pueblos africanos que escribió en 1961 dos semanas antes de ser asesinado: “La historia dirá un día su palabra, pero no será la historia que se enseñe en Bruselas, en París, en Washington o en las Naciones Unidas: será la que se enseñe en los países liberados del colonialismo y de sus títeres. África escribirá su propia historia, de gloria y de dignidad, al norte y al sur del Sahara”. Encarnando este espíritu anticolonial retroalimentado en África en este tercer milenio, los pueblos africanos de nuevo han iniciado una necesaria expurgación del vestigio colonial occidental y en especial, el francés: en Ruanda, Mali, Burkina Faso, Niger, Senegal, Republica Centro Africana reescribiendo con ello la historia que fue el último sueño de Lumumba.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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