TIRIS, y sus nombres que hacen de alma para el verso de la poesía saharaui

Por: | 24 de junio de 2023

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Exquisiteces de la antropología cultural saharaui

“Tiris, -remarcaba en los años cincuenta el antropólogo Julio Caro Baroja- para los nómadas es la zona más hermosa del Sahara y la que ha sido más cantada y alabada por los poetas. A pesar de ello tampoco existe una buena demarcación de los territorios que comprende, [sin embargo, sí que está delimitada en espacio, tiempo y dimensión de verbo, eruditos y poetas, que Baroja no llegó a captar entonces]– que hemos podido hacer ahora gracias a nuestro excelente guía Ali, soldado de Uld Delim”.

Veremos ahora cómo siempre ha sido retratada líricamente por los eruditos y poetas saharauis desde la época de Mohamed Uld Tolba en el siglo XIX a Badi Uld Mohamed Salem (1936 – 2019). Escuché hablar a este último sobre esta mítica tierra saharaui cuando nos recibió a un grupo de antropólogos en su jaima del exilio en Argelia, en octubre de 2011. Recuerdo que al empezar a buscar en su agenda oral para compartir con nosotros se introdujo, como hacen los sabios, en las siguientes líneas que memorizadas hacen retrospectiva a las efemérides de los colosales eruditos y poetas de esta tierra.  

– Hoy tengo una cita con los médicos especializados en los aparatos de audición. Y tengo que estar a las seis de la tarde en el hospital, aquí de la wilaya, para que me vean los especialistas. Si no fuera por esta cita me hubiera gustado que nos viéramos hoy por la tarde. Me gustaría haceros unos regalos y quisiera saber en qué momento podéis venir a verme mañana.

– Sí, sí, mañana podemos volver a verle - le respondió el profesor Juan Carlos Gimeno.  

– Vale, perfecto, pues os espero mañana – indicó Badi.

Pero antes de proseguir, algo nos quiso comentar valiéndose de una leyenda de la mitología saharaui.

– Bueno ya sabéis que los beduinos generalmente son carnívoros, les gusta mucho la carne. Cuenta una fábula que un beduino iba caminando en la región de los montes de Leyuad y de repente vio a unos hombres que llevaban una cabra. Les interceptó, les saludó y luego les preguntó a dónde iban. Los hombres que eran unos eynun[1] al oír su pregunta ataron la cabra en un tronco y se dirigieron a él, le inmovilizaron y le desdentaron por completo. Cogieron sus dientes y los depositaron en un nudo de su turbante. Luego lo ataron al tronco de un árbol y le advirtieron que cuando viera algunos habitantes de Leyuad haciendo una barbacoa ni se le ocurriera preguntarles quiénes eran ni a dónde iban.

– Él, Juan Carlos, contempló con sus ojos los montes de Leyuad – dijo Badi.

– Sí, sí Badi, los ha visto, y junto con el grupo dormimos una noche entre sus valles, con cierto miedo a sus diabólicas leyendas, que nos ha contado Sidi Brahim – afirmé yo.

– Y a Juan Carlos en su mente qué le ha aparecido Leyuad. Para él qué suponen estos montes – preguntó Badi.

– Su parte geológica yo no la conozco – respondió Juan Carlos Gimeno –. Para mí es más bien un paisaje impresionante con mucho misticismo por las formas redondas, por el tamaño y por los colores. Geológicamente no lo sé, y tampoco creo que tenga importancia.

– Una vez un arqueólogo español me contó acerca de estos montes que, según su parecer, eran un templo de predicación en épocas remotas, ya que había muchos rastros arqueológicos en el lugar – explicó Badi –. Fue un templo en época de siglos pasados, mucho antes de la era tufan[2].  Y lo que ha dicho Juan Carlos al respecto tiene mucho sentido, al relacionarlos con el misticismo.

– Es algo que se siente – reconoció Juan Carlos.

Anteriormente había citado al erudito y poeta Mohamed Uld Tolba (1774-1856) quien señaló en su verso que “Tiris es la tierra donde no debemos preocuparnos por pinzas para sacar espinas, por ser tierra de suelo liso y de dunas finas y cristalinas”. Una relación evidentemente amorosa que Uld Toba ha dejado plasmada en estos exclusivos versos escritos en árabe y no en hasania, debido a su envergadura de gramático y sabio de una época en la que había recorrido antiguos centros del saber en el Azhar de Egipto, la Meca y volver a su Tiris natal para sembrar la semilla del saber literario y de erudición que entonces había adquirido.

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Tierra de las colinas,

Dios dará la lluvia que riega

tus jardines.

¡Oh, tierra de colinas!

Las partículas de tu encarnada arena

parecen oro.

Estando en ti no hemos

de preocuparnos de pinzas para sacar espinas.

Y con argumento me atrevo a afirmar que la toponimia de Tiris y su orografía son recursos literarios sin los cuales el verso épico hasaní no tendría alma ni sabor para susurrar su magia y beldad poética en el corazón saharaui, argumento que se puede observar en estos versos del cásico Mohamed Uld Ahmed Merhba (1902-1993).

Qué lejos está Bu Lautad esta vez,

y más lejos aún está Uad Eyena

y cuán lejos está Bu Lariah

y lejos está Leglat y Agailas.

Y qué lejanos son Leyuad,

Gleib Eshig y Leboirat

de Fum Anagsh, Fum El Uad Labiad

y la desembocadura de Itidarat.

La exquisitez de la literatura saharaui en su esencia la podemos encontrar en miles de versos que han sido compuestos, escritos y cantados por referentes vates, como en este pasaje extracto de un poema del gran lírico-épico Salama Uld Eydud. “Oh, tú, el de singular poesía / y mejor poeta del universo. / Tú, Dios, dueño de esta naturaleza, / te ha concedido el don del verso / en su singular género. / Único en estos tiempos.

Por lo tanto, un poema en la lengua hasanía no es más que una simple unión de un profundo amor surgido entre un poeta, nombres de dunas, montes, ríos secos, pozos de agua, un dócil camello, nubes que se anuncian en el cielo con sus relámpagos y truenos. Y que los poetas velan con sus ojos y guardan en su memoria para saber dónde se han precipitado cargadas nubes que desde su avistamiento son motivos de cientos de versos e historias. Similar a las cien cuentas de un sagrado rosario que un creyente balancea cuidadosamente entre las aseadas puntas de sus dedos para orar y luego volcar en su alma los cien nombres de Dios.

 

[1] Demonios.

[2] La última era glacial. El Corán en sus pasajes la relaciona con el diluvio de Noé y que aparece en los corpus de los textos sagrados del judeocristianismo (la Torá y el Antiguo Testamento) como en el Corán de los musulmanes.

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Y… ¿dónde queda el Sáhara?

Sobre el blog

Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb

Sobre los autores

Sukina Aali-Taleb Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.

Roberto MajánRoberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.

Bahia Mahmud Awah Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.

Willy Veleta Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.

Liman Boicha Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.

Larosi Haidar Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.

1000 voces para un poema

SANKARA SIDATI2
Poema de Bahia MH Awah, escritor, poeta y antropólogo. Imagen del archivo RASD, el poeta y diplomático saharaui Mohamed Sidati y el desaparecido líder africano Tomás Sankara en 1982 visitando a la República Saharaui y a los campos de refugiados saharauis. 

África vuelo California BA 279

En homenaje a mis hermanos y hermanas del

África negra que surcan por sus

sueños atravesando desiertos y

océanos por un mundo mejor.

 

Lejos y sin cosechas, allí dejo

mi África sin pan.

 

Repetía una y otra vez cuando despedía

tierra firme, su tambor, su mortero y su viejo arado.

Náufrago,

se marchó en busca de otros horizontes,

y el África atrás despedía, sumergida en tristes tinieblas,

de hambrunas,

de guerras de tripas,

de cayucos y pateras,

hundidos con todas las quimeras de la tribu.

 

El pan que un día partió para traer

costaba tanto como el caviar

del “Masa Time Warner Center de Manhattan”.

 

Bububakar, no dejó de llevar consigo un fardo

lleno de ilusiones,

se lo aconsejó el jefe de los saimara,

se lo aconsejó el chej de los bambara,

se lo aconsejó el patriarca de los zulú,

para que el día de la vuelta,

“si Dios navega

en tu habitual deriva de cada mar

viera su nueva chabola rebosando pan,

trigo, maíz, arados y el timbal de tambores”.

 

Desde mi ventanilla busco África y delibero para sofocar

la ira de mi conciencia.

 

Veo una Europa egoísta,

envuelta en oscuras nubes del porvenir,

veo gigantes rascacielos,

veo chimeneas de fábricas triturar mi virgen maíz,

y veo otras ensayar armas que destruyan

los verdes campos de mis trigales,

y al ver otras y otras aldeas de espigas segadas

el dolor remueve mis intestinos vacíos,

esos de quienes llegan la deriva.

 

Preocupados los ancianos del clan,

dicen, de España esta vez llegan al Atlas

blindados de guerra en vez de granos de cebada

para hacer el cuscús del Rif,

y de Francia estorban la vida muchos soldados,

que no dejan de molestar ¡Eh, tu outre ici!

En pleno vuelo,

no dejo de pensar en el viejo continente,

rezo para que esa humanidad vuelva a emerger

otra vez tras este siglo sin siembras

de maíz,

sin arrozales y sin el sagrado trigo de los hijos de Caín.

 

Ya sobre las nubes del Atlántico

siento franqueadas las fronteras,

y rotos los sueños,

los cayucos no cesarán de atravesar estos mares

porque creen que otro mundo más justo es posible.

¿A dónde vas humanidad de tez blanca?

De ojos miopes, azules, oscuros y verdes,

de hurtados cerebros enfermizos,

de vacíos y retuertos vocabularios

de postizos principios y corruptos amigos,

su mundo es tan alejado,

separado y diferente en valores de lucha,

de África y de la franca libertad al mío.

 

Y como africano le confieso que

ni una vez me inclino a la mano que se besa,

ni en mi corazón tengo lugar para cubrir al malvado.

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El País

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