Exquisiteces de la antropología cultural saharaui
“Tiris, -remarcaba en los años cincuenta el antropólogo Julio Caro Baroja- para los nómadas es la zona más hermosa del Sahara y la que ha sido más cantada y alabada por los poetas. A pesar de ello tampoco existe una buena demarcación de los territorios que comprende, [sin embargo, sí que está delimitada en espacio, tiempo y dimensión de verbo, eruditos y poetas, que Baroja no llegó a captar entonces]– que hemos podido hacer ahora gracias a nuestro excelente guía Ali, soldado de Uld Delim”.
Veremos ahora cómo siempre ha sido retratada líricamente por los eruditos y poetas saharauis desde la época de Mohamed Uld Tolba en el siglo XIX a Badi Uld Mohamed Salem (1936 – 2019). Escuché hablar a este último sobre esta mítica tierra saharaui cuando nos recibió a un grupo de antropólogos en su jaima del exilio en Argelia, en octubre de 2011. Recuerdo que al empezar a buscar en su agenda oral para compartir con nosotros se introdujo, como hacen los sabios, en las siguientes líneas que memorizadas hacen retrospectiva a las efemérides de los colosales eruditos y poetas de esta tierra.
– Hoy tengo una cita con los médicos especializados en los aparatos de audición. Y tengo que estar a las seis de la tarde en el hospital, aquí de la wilaya, para que me vean los especialistas. Si no fuera por esta cita me hubiera gustado que nos viéramos hoy por la tarde. Me gustaría haceros unos regalos y quisiera saber en qué momento podéis venir a verme mañana.
– Sí, sí, mañana podemos volver a verle - le respondió el profesor Juan Carlos Gimeno.
– Vale, perfecto, pues os espero mañana – indicó Badi.
Pero antes de proseguir, algo nos quiso comentar valiéndose de una leyenda de la mitología saharaui.
– Bueno ya sabéis que los beduinos generalmente son carnívoros, les gusta mucho la carne. Cuenta una fábula que un beduino iba caminando en la región de los montes de Leyuad y de repente vio a unos hombres que llevaban una cabra. Les interceptó, les saludó y luego les preguntó a dónde iban. Los hombres que eran unos eynun[1] al oír su pregunta ataron la cabra en un tronco y se dirigieron a él, le inmovilizaron y le desdentaron por completo. Cogieron sus dientes y los depositaron en un nudo de su turbante. Luego lo ataron al tronco de un árbol y le advirtieron que cuando viera algunos habitantes de Leyuad haciendo una barbacoa ni se le ocurriera preguntarles quiénes eran ni a dónde iban.
– Él, Juan Carlos, contempló con sus ojos los montes de Leyuad – dijo Badi.
– Sí, sí Badi, los ha visto, y junto con el grupo dormimos una noche entre sus valles, con cierto miedo a sus diabólicas leyendas, que nos ha contado Sidi Brahim – afirmé yo.
– Y a Juan Carlos en su mente qué le ha aparecido Leyuad. Para él qué suponen estos montes – preguntó Badi.
– Su parte geológica yo no la conozco – respondió Juan Carlos Gimeno –. Para mí es más bien un paisaje impresionante con mucho misticismo por las formas redondas, por el tamaño y por los colores. Geológicamente no lo sé, y tampoco creo que tenga importancia.
– Una vez un arqueólogo español me contó acerca de estos montes que, según su parecer, eran un templo de predicación en épocas remotas, ya que había muchos rastros arqueológicos en el lugar – explicó Badi –. Fue un templo en época de siglos pasados, mucho antes de la era tufan[2]. Y lo que ha dicho Juan Carlos al respecto tiene mucho sentido, al relacionarlos con el misticismo.
– Es algo que se siente – reconoció Juan Carlos.
Anteriormente había citado al erudito y poeta Mohamed Uld Tolba (1774-1856) quien señaló en su verso que “Tiris es la tierra donde no debemos preocuparnos por pinzas para sacar espinas, por ser tierra de suelo liso y de dunas finas y cristalinas”. Una relación evidentemente amorosa que Uld Toba ha dejado plasmada en estos exclusivos versos escritos en árabe y no en hasania, debido a su envergadura de gramático y sabio de una época en la que había recorrido antiguos centros del saber en el Azhar de Egipto, la Meca y volver a su Tiris natal para sembrar la semilla del saber literario y de erudición que entonces había adquirido.
Tierra de las colinas,
Dios dará la lluvia que riega
tus jardines.
¡Oh, tierra de colinas!
Las partículas de tu encarnada arena
parecen oro.
Estando en ti no hemos
de preocuparnos de pinzas para sacar espinas.
Y con argumento me atrevo a afirmar que la toponimia de Tiris y su orografía son recursos literarios sin los cuales el verso épico hasaní no tendría alma ni sabor para susurrar su magia y beldad poética en el corazón saharaui, argumento que se puede observar en estos versos del cásico Mohamed Uld Ahmed Merhba (1902-1993).
Qué lejos está Bu Lautad esta vez,
y más lejos aún está Uad Eyena
y cuán lejos está Bu Lariah
y lejos está Leglat y Agailas.
Y qué lejanos son Leyuad,
Gleib Eshig y Leboirat
de Fum Anagsh, Fum El Uad Labiad
y la desembocadura de Itidarat.
La exquisitez de la literatura saharaui en su esencia la podemos encontrar en miles de versos que han sido compuestos, escritos y cantados por referentes vates, como en este pasaje extracto de un poema del gran lírico-épico Salama Uld Eydud. “Oh, tú, el de singular poesía / y mejor poeta del universo. / Tú, Dios, dueño de esta naturaleza, / te ha concedido el don del verso / en su singular género. / Único en estos tiempos.
Por lo tanto, un poema en la lengua hasanía no es más que una simple unión de un profundo amor surgido entre un poeta, nombres de dunas, montes, ríos secos, pozos de agua, un dócil camello, nubes que se anuncian en el cielo con sus relámpagos y truenos. Y que los poetas velan con sus ojos y guardan en su memoria para saber dónde se han precipitado cargadas nubes que desde su avistamiento son motivos de cientos de versos e historias. Similar a las cien cuentas de un sagrado rosario que un creyente balancea cuidadosamente entre las aseadas puntas de sus dedos para orar y luego volcar en su alma los cien nombres de Dios.
[1] Demonios.
[2] La última era glacial. El Corán en sus pasajes la relaciona con el diluvio de Noé y que aparece en los corpus de los textos sagrados del judeocristianismo (la Torá y el Antiguo Testamento) como en el Corán de los musulmanes.
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