Un reciente informe de la consultora argentina Analytica da cuenta de que “crece en Brasil la idea de que ya está en marcha un nuevo eje ordenador de las políticas públicas latinoamericanas, el llamado consenso de Brasilia, bajo el cual regímenes moderados de izquierda combinan conceptos como la inclusión social y el proteccionismo nacionalista sobre los recursos naturales con la ortodoxa estabilidad macroeconómica”. El término consenso de Brasilia fue acuñado por el presidente de la ONG norteamericana Inter-American Dialogue, Michael Shifter. Es el modelo creado por el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y continuado por su sucesora, Dilma Rousseff, aunque con algunos matices nuevos, más proteccionistas en cuestiones industriales. La revista The Economist lo llama lulismo.
Los exponentes del nuevo consenso serían básicamente el Uruguay de José Mujica, el Perú de Ollanta Humala y El Salvador de Mauricio Funes. “En la influyente Fundação Getulio Vargas se plantea que incluso gobiernos de centroderecha como los de Chile y Colombia se están moviendo hacia el modelo brasileño”, señala el informe de Analytica, que dirige el economista Ricardo Delgado. La Argentina de Cristina Fernández de Kirchner y el Paraguay de Fernando Lugo son catalogados como “híbridos”, entre el lulismo y los gobiernos de izquierdas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, "donde los proyectos se basan en medidas más radicales de distribución del ingreso”, según Analytica.
El consenso de Brasilia vendría a reemplazar al de Washington, es decir, a la receta neoliberal pura y dura que se aplicó en la mayoría de los países latinoamericanos en los 90. Desde la izquierda ecologista, en cambio, se habla de un consenso de las materias primas, que abarca a todos los gobiernos latinoamericanos, desde los de derecha hasta los de izquierda y se basa en la necesidad de explotar en forma intensiva los recursos petroleros, mineros y agrícolas, sin reparar demasiado en sus impactos ambientales.
La receta brasileña consiste en estabilidad macroeconómica y fiscal, independencia del banco central, flotación cambiaria y fuerte preocupación por la inclusión social, que se traduce en programas de transferencia de ingresos e incremento del salario mínimo. De hecho, Rousseff comenzó el año con una subida de la nómina mínima. Además del matiz social, el consenso de Brasilia se diferencia del de Washington en que “incluye espacio para las políticas industriales activas, como la sustitución de importaciones”, señala Analytica. “Argentina y Brasil van en esa dirección. Así, sus prescripciones combinan políticas que fácilmente entran en la agenda neoliberal con medidas que espantan a los ortodoxos”, añade la consultora con sede en Buenos Aires. Ha sido Rousseff la que ha dado más importancia que Lula a la política de protección de la industria.
Una explotación de los recursos naturales que deje una mayor renta al Estado, a diferencia de un pasado más favorable a las empresas privadas, es otra de las novedades del consenso de Brasilia. El Gobierno de Rousseff espera que una nueva regulación de la minería, cuyo debate se ha estancado en el Congreso, incremente las regalías de la explotación de estos recursos, según Analytica. “Una de las prioridades de Humala es incrementar los impuestos pagados por las empresas mineras, aun cuando prometió, sin embargo, seguir con el modelo chileno de negociación con las compañías mineras, sin romper contratos”, agrega la consultora.
La Getulio Vargas considera que este consenso se refleja con claridad en Humala. Al asumir la presidencia, a mediados de 2011, prometió gobernar un “Perú para todos”, haciéndose eco de las palabras de su mentor y proveedor de jefe de campaña, Lula, que hablaba de “Brasil, un país para todos”. Humala expandió el programa de transferencia de ingresos Juntos, similiar al Bolsa Familia de Brasil, y aumentó el salario mínimo. “Hugo Chavez, la primera fuente de inspiración para Humala, no fue mencionado siquiera indirectamente” en la campaña electoral del líder peruano, que en los primeros seis meses de Gobierno aplicó “iniciativas moderadas" y formó un "gabinete de centro”, según Analytica.
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