A finales del siglo XIX, sirios y libaneses huyeron del Imperio Otomano con rumbo a Brasil, Chile y Argentina. Paradójicamente, en Latinoamérica a los descendientes de aquellos árabes les llaman con el gentilicio del imperio que los dominaba: turcos, porque llegaron a estas tierras con el pasaporte otomano. Se calcula que unos 20 millones de árabes y sus descendientes, sobre todo de Líbano y Siria (como los expresidentes Carlos Menem, de Argentina, Abdalá Bucaram, de Ecuador, y Antonio Saca, de El Salvador), tanto islámicos como cristianos, viven en la actualidad en toda Latinoamérica. Aquella relación sanguínea entre ambas regiones tiene más de 100 años. Ahora es tiempo de cultivar los lazos económicos.