En tres de los países donde más se ha extendido y predomina el uso de semillas transgénicas, Brasil, Argentina y Paraguay, se han desatado polémicas por las regalías que deben pagar los agricultores que los usan. Sin que hayan cesados las críticas de ecologistas y pequeños campesinos contra los cultivos genéticamente modificados por sus supuestos impactos en el medio ambiente y en el desplazamiento de la agricultura familiar por los grandes negocios de la exportación agrícola, ahora son los terratenientes los que se rebelan contra la exigencia de las multinacionales, como Monsanto, Syngenta, BASF o Dow, de que les paguen derechos de propiedad intelectual por el uso de semillas que ellas han desarrollado.