Antes el que andaba en bicicleta por Buenos Aires era, en primer lugar, un osado, pues desafiaba a temerarios automovilistas, y, en segundo término, un hippie, un deportista, alguien muy joven o con poco dinero. Ahora se han multiplicado las bicisendas, que ocupan un tercio de ciertas calles, para disgusto de los automovilistas, y también se han sumado a la carrera de los pedales desde oficinistas de traje hasta jubilados. Aunque Latinoamérica no es Ámsterdam, donde la mitad de los viajes se hace en dos ruedas y sin motor, cada vez más la región adopta la bicicleta como medio transporte. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) organizó una encuesta sobre el fenómeno y concluyó que, de seis grandes ciudades relevadas, Bogotá y Santiago de Chile son las que tienen más kilómetros de ciclovías.