Historias de argentinos en busca de dólares

Por: | 25 de febrero de 2014

Este jueves se cumplirá un mes desde que los argentinos han vuelto a poder comprar dólares para ahorrar. Ésa ha sido la moneda en la que han acumulado las clases altas y medias de Argentina, sobre todo a partir de la década del 70 y las recurrentes crisis cambiarias que ha sufrido este país desde entonces. Pero en junio de 2012, ante la sostenida fuga de capitales que amenazaba con devaluar el peso otra vez, el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner prohibió la compra de divisas para atesoramiento. El 22 y 23 de enero pasado finalmente se produjo la devaluación tan resistida, el dólar subió en dos días un 17%, y el Ejecutivo, para evitar que los ahorradores se volcaran de manera masiva al mercado ilegal de cambios, que se desarrolló a partir de las restricciones, anunció el 24 de ese mes que tres días después los ciudadanos podrían volver a comprar lechuga, como también le llaman en Venezuela, o rúcula, como ahora se la apoda por estas tierras. Solo pueden adquirirla los que tienen ingresos declarados ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) superiores a 644 euros mensuales y con un cupo mensual equivalente al 20% de esos recursos y que no puede sobrepasar los 2.000 dólares (1.457 euros). En los primeros días de liberación parcial del llamado cepo cambiario llegó a haber 50.000 operaciones por día, pero con el correr de las semanas, después del impacto inicial de la medida y de que el Banco Central calmara el derrape del peso, están registrándose unas 10.000. Aquí les presentamos algunas historias de los argentinos que buscan dólares. Otras más sobre ahorradores y empresarios argentinos tras la devaluación pueden leerse en un artículo de la revista Anfibia, cuyo enlace les dejo aquí.

 

A Diego B., graduado en ciencias políticas en la privada Universidad Torcuato Di Tella y empleado de una consultora de empresas, no le sorprendió a sus 27 años la devaluación del 22 y el 23 de enero. “Era obvio que iba a pasar”, comenta mientras bebe agua en Tienda de Café, frente al Obelisco de Buenos Aires. Lo que no tenía tan claro entonces era si el dólar se iba a quedar en 8,02 pesos, adonde trepó desde 6,87, o si iba a continuar subiendo en los días posteriores. En la actualidad cotiza a 7,87.

Javier U., estudiante de economía de 28 años que opera en el mercado bursátil de la capital argentina, no se enloqueció aquellos días. Cuenta que se preocupó “un poco” porque, según él, era “reflejo de una situación económica deteriorada” y provocaría una “ensalada de precios” que perjudicaría sobre todo a “los más necesitados”. Se refiere al cuarto de la población argentina que vive en la pobreza. Javier, en cambio, vive en el acomodado barrio de Belgrano junto con su madre y hermanos.

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Andrés H., de 37 años, empleado de un organismo internacional en Buenos Aires, siempre está informándose por los canales de noticias, como TN, del Grupo Clarín, enemigo del Gobierno de Fernández, o C5N, del empresario kirchnerista Cristóbal López, o por el portal de Internet Infobae o el del periódico La Nación. Aquellos días de devaluación no podía dejar de mirar a una y otra pantalla, pero la veía como una noticia más, que no afectaba su vida. Para Andrés, la devaluación ya estaba en marcha desde 2013 y lo que cambió aquellos días de enero estival fue su ritmo. Además, optimista por naturaleza, pensaba que el Gobierno de Fernández iba a domar el dólar por debajo de los 8 pesos.

En cambio, Agustín Mogaburu, canoso de 32 años y abogado de la Defensoría General de la Nación, ni pensaba en todo aquello. Descansaba aquellos días en Durazno, un pueblo de 100 habitantes y sin energía eléctrica en las sierras de la provincia de Córdoba. No pensaba en ese verde, solo en el del césped y los árboles bordeados por arroyos. El 25 de enero, Mogaburu, su esposa y sus tres hijos volvían por la carretera hacia su chalé alquilado en Bella Vista, en la periferia de Buenos Aires, cuando se detuvieron en una gasolinera a repostar. Aprovechó para tomarse un café, le compró unos helados a sus hijos y agarró un periódico que había allí. Era La Capital, de Rosario. No podía creerlo cuando vio que había artículos y más artículos sobre el dólar, que había llegado a superar los 8 pesos. De inmediato se alegró porque tenía ahorros en dólares. Recordó que su mujer, profesora de inglés, había sido autorizada en 2012 a comprar 1.000 dólares para viajar a EE UU por trabajo y la cotización de la moneda norteamericana era de solo 4,80 pesos. Pensó que un depósito a plazo en pesos jamás hubiese rendido tanto como esos 1.000 dólares. Después se dio cuenta de que tampoco era para ponerse tan contento porque la devaluación iba a traer más inflación. De hecho, el índice de precios al consumidor (IPC) subió del 27,5% anual en diciembre al 29,8% en enero. Se lo comentó a su esposa: “Mirá, el dólar se fue a la mierda, pero ahora se puede comprar”. Ella estaba demasiado ocupada tratando de que los niños, hartos de viajar, no se pelearan entre sí ni se mancharan con los helados.

En aquel ejemplar de La Capital se relataba el anuncio que un día antes, el 24 de enero, habían hecho el jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, sobre la liberación parcial del cepo cambiario, es decir, el fin de los 19 meses de abstinencia sin comprar dólares para ahorro. Diego, el consultor de 27 años que alquila un piso en el distinguido barrio de Palermo y planea crear una casa de empeño por Internet con un amigo, había escuchado la noticia el mismo día 24 por Radio Mitre, del Grupo Clarín. No la comprendió bien en un primer momento, pero rápidamente decidió que si le sobraban pesos aquel mes los iba a usar para adquirir el objeto antes prohibido. También hizo su análisis política de la medida: “Es otra más que no resuelve nada, acá no hay plan”.

 

A Javier, el estudiante de economía devenido operador financiero, la noticia de la liberación del cepo le pareció previsible: “Para eso hicieron la devaluta. Si hubiesen liberado el cepo con un dólar a 6,50 pesos, era un suicidio instantáneo. Se iban a tirar encima de los dólares. Con un dólar a 8 pesos es un semisuicidio porque para el mercado es insuficiente, los inversores van a seguir corriendo al Banco Central, que va a perder más divisas”. En las primeras dos semanas después de la devaluación, la autoridad monetaria continuó sufriendo la caída de reservas que viene padeciendo desde 2011, pero en los últimos 15 días la disminución casi se ha frenado. Javier, sin saber lo que ocurriría, calculó, apenas supo de la liberación del cepo, cuánto salario necesitaba una persona para comprar el máximo de 2.000 dólares mensuales. Requería ganar más de 7.284 euros por mes, demasiado lejos de su alcance. De todos modos, él estaba decidido a adquirir todo lo que la AFIP le habilitara.  

Aquel 24 de enero, Andrés se sobresaltó más que con la brusca depreciación del peso. Apenas supo que podría comprar dólares para ahorro, se zambulló en todas las noticias al respecto. Quería hacerse de varios billetes con el rostro de Benjamin Franklin (los de 100), pero aún no podía planear su operación porque faltaban aclaraciones sobre la nueva norma. Durante el fin de semana del 25 y 26 de enero, Andrés siguió con atención las entrevistas que concedían Capitanich y Kicillof. Así es que llegó al lunes 27, el día de la reapertura del cepo, con toda la información necesaria para ir a la página web de la AFIP para pedir autorización para comprar divisas, imprimir el certificado correspondiente y después ir al banco a cambiar pesos por dólares. Así es el trámite que hay que cumplir.

Casa

Andrés llegó temprano el 27 a su oficina. Tenía mucho trabajo, debía entregar urgente un informe a su jefe, pero empezó a leer por las redes sociales que otras personas ya estaban probando cuántos dólares la agencia tributaria los autorizaba a adquirir. Entonces se dijo así mismo: “Bueno, yo también pruebo, no me aguanto más”. Había calculado el 20% de sus ingresos para pedir una cantidad de divisas posible de comprar, pero solicitó cambiar una mayor cantidad, unos 20.000 pesos (1.788 euros) a ver si colaba. Lo carcomía la curiosidad por saber cuánto le tocaba en esa “lotería”. También tenía miedo de que no alcanzaran los dólares para mucha demanda. La AFIP no le dio tanto como anhelaba, pero le autorizó a canjear más de lo previsto en su cálculo inicial: más de 5.600 pesos (500 euros).

Este empleado de organismo internacional, casado y con dos hijos, quiere hacerse de dólares porque tiene el objetivo de mediano plazo de mudarse de su actual piso de tres habitaciones en Belgrano a uno de cuatro. Y en los barrios ricos y de clase media de toda Argentina las viviendas terminadas, ya sean usadas o nuevas, se pagan en dólares, y en general en efectivo, desde la década del 70. En esto influyen no solo la debilidad del peso sino la resistencia a depositar moneda norteamericana en bancos después de las congelaciones de depósitos en 1989 y 2001 -el llamado corralito- y también por el alto grado de economía en negro (alrededor de un tercio del total). Por eso, Andrés junta dólares. No es el único argentino que lo hace por ese motivo. 

Antes de correr hacia el banco, Andrés debía presentarle el informe a su jefe, un extranjero. Entonces le mostró el papel que los argentinos necesitaban para hacerse de divisas. A su jefe le llamó la atención, lo miró, le hizo preguntas al respecto y, al final de la conversación prevista sobre otros temas, le dijo: “Ve a comprar dólares”. Andrés insistió una y otra vez para comprar las divisas por banca electrónica, como hacía antes de la prohibición de las transacciones para ahorro, pero no podía. Después llamó a su oficina bancaria y se enteró entonces que debía ir hasta allí. Así lo hizo al día siguiente. En esa oficina no suele haber fila, pero aquel día sí se formó. Muchos clientes llevaban en su mano el certificado de la AFIP para hacerse de rúcula.

 

Andrés ahorraba antes del cepo solo una parte en dólares. Consideraba que el depósito a plazo en pesos rendía más y además no había restricciones para hacerse de moneda norteamericana cuando y cuanto quisiese. Pero el cepo lo hizo dejar de ahorrar en pesos. Nunca fue a buscar dólares al mercado ilegal de cambios, sino que optó por fondos de inversión conservadores. Ahora recuerda a su abuelo, que falleció hace dos años después de una vida en que, sin estudios primarios completos, llegó a ser dueño de una maderera. Aquel anciano le regalaba de pequeño dólares para su cumpleaños. En los 90, cuando la tasa de cambio era fija y un peso equivalía a un dólar, Andrés le decía a su abuelo que era un cabeza dura que no entendía que ya no valía la pena regalar verdes. “No creo que el dólar sea la mejor opción de inversión, pero tampoco hay una opción única buena”, opina en su oficina quien ha apostado también por plazas de garaje.

Javier también estaba “totalmente desesperado” aquel 27 de enero por hacerse de dólares, según confiesa en la cafetería Pétalo, en el centro financiero de Buenos Aires, mientras bebe un café tras otro. Se despertó en su apartamento, fue al baño y entonces se acordó de que ese lunes se abría el cepo. Corrió entonces al ordenador. Al igual que los otros que apetecen rúcula, pidió más de lo que sabía que le iban a entregar. Pero Javier tampoco tenía tiempo para ir al banco aquel día ni los siguientes. Estaba con mucho trabajo y además este mes debe acabar su tesis de licenciatura en Economía en la estatal Universidad de Buenos Aires y planea mudarse solo, sin su novia, a un piso de alquiler en un barrio de clase media, Colegiales. Demasiadas ocupaciones.

Dolar1

Pero Javier estaba decidido a comprar dólares porque quería ahorrar para pagar desde marzo las 15 cuotas mensuales de la maestría que cursará en la privada Universidad de San Andrés. Podría juntar pesos, pero opina que los tipos de interés de los depósitos a plazo aún se encuentran por debajo de la inflación, pese a su reciente subida. Tampoco le convence invertir en acciones: “No quiero timbear (apostar en un juego de azar), puedo tener mayor rendimiento comprando papeles de (la petrolera estatal) YPF, pero no es seguro. Yo necesito una inversión segura para pagar mis estudios y el dólar está fortaleciéndose”.

Desde pequeño Javier lleva en su cartera lo que él y muchos otros argentinos llaman el dólar de la suerte. Sueñan con que atrae otros billetes. Su padre, contable que también trabaja en el sistema financiero, le regalaba verdes para que ahorrara y se comprara algún juguete. Así fue que se armó un tren eléctrico hecho en Alemania. Cuando comenzó la universidad también empezó a trabajar y ahorrar en pesos y dólares. La lechuga iba a una caja fuerte en su armario e iba destinada a financiar viajes, como el que hizo a Europa en 2009. Al instaurarse el cepo, recurrió al mercado ilegal de cambios, el llamado blue (azul), para hacerse de dólares, aunque fueran un 50% o 70% más caros que en la cerrada plaza oficial. “No me parecía que estaba haciendo algo malo. Cuando el sistema te rompe el orto (culo), no me genera cargo de conciencia. Lamentablemente no todos los ciudadanos tienen esa forma de defenderse”, se justifica quien frecuentaba entonces una sociedad de bolsa conocida de su padre donde operaba una cueva (casa de cambio ilegal). Incluso compraba allí para amigos que carecían de contactos en ese mundillo. No descarta hacer la llamada bicicleta de comprar ahora dólares en el mercado legal a 7,88 pesos y venderlos en el ilegal a 11,72.

En 2013, Javier comenzó a trabajar en el mercado financiero y aprendió que había una forma de hacerse de dólares de forma legal: usando sus pesos para adquirir títulos públicos de Argentina nominados en moneda norteamericana. Además se resguardó de la inflación consumiendo, al igual que muchos de sus compatriotas que no veían opciones de inversión que superaran el aumento del IPC. Javier compró una moto para evitar el hacinamiento del metro y muebles, televisor, nevera, ollas, cubiertos, microondas, cocina a gas y cama para su futuro piso de alquiler. Ahora recurre al dólar. El 30 de enero acabó yendo al banco británico HSBC en el centro financiero porteño y después de tres horas de trámite se hizo con sus verdes. “Te demoran para desalentarte”, sospecha, pero planea comprar también en febrero. Ya cuenta con la autorización de la agencia tributaria.   

 

Diego, el politólogo, se aguantó un día y fue al banco el 28 de enero. Había 500 clientes en la sede central del estatal Banco Ciudad de Buenos Aires, en la calle peatonal Florida, esperando a ser atendidos. Muchos portaban el certificado de la AFIP en la mano. Diego volvió al día siguiente y había solo 20 personas. Esperó media hora y se llevó 200 dólares. “Compré dólares porque sentía que 8 pesos era un precio lógico para hacerlo”, se explica y aclara que no planea hacer negocio vendiéndolos en el mercado ilegal. En su consultora todos coinciden en que también aprovecharán la oportunidad de comprar dólares porque en la plaza marginal cuesta 48% más caro. “Compré por temor a que esto siga empeorando. Ojalá el dólar se quede en 8 pesos, pero la expectativa es que vamos para peor. No veo que vaya ganar plata (dinero) comprando dólares sino que la idea es no tener sobrantes en pesos”, añade Diego, que por ahora ahorra para viajar. Quiere ir al Mundial próximo en el vecino Brasil, pero le cuesta conseguir entradas y además la devaluación encareció el viaje.

En 2009, en plena crisis global, Diego comenzó a ahorrar y los hacía en depósitos a plazo en moneda argentina: “No compraba dólares porque había estabilidad del peso. No sentía que se iba a desvalorizar”. Pero dos años después, cuando aún regía el mercado libre de cambios, comenzó a canjear esos pesos por dólares porque veía una mayor inflación. En 2009 había sido del 15% y en 2011, del 24,2%. Diego no iba a un banco sino que le cambiaba a su hermano, que necesitaba pesos para gastar. Guardaba los verdes en su casa, una parte en una caja fuerte y otra en una chaqueta, como para engañar a eventuales ladrones. Pero no le teme a los asaltos. Sus padres sufrieron el corralito de sus dólares depositados en 2001. Una vez que comenzaron las restricciones cambiarias para el ahorro, primero parciales en octubre de 2011 y después totales en junio de 2012, el joven consultor se convenció: “En pesos no ahorro nunca más”. Durate el cepo total optó por gastar su dinero en viajes a Colombia, Brasil, Chile y Uruguay. Ahora ha visto que los depósitos a plazo en pesos pagan un interés del 27% anual, pero le genera incertidumbre dejar aparcada moneda nacional por dos meses en el banco.

Dolar

En aquellos últimos días de enero, el abogado Mogaburu también fue a comprar dólares. Estaba de regreso en Bella Vista, pero de vacaciones aún. Fue al centro de su municipio, San Miguel, a una oficina del Banco Patagonia, propiedad del Banco do Brasil, y en 25 minutos se llevó 620 dólares. Es que allí no había nadie para comprar divisas. En cambio, una larga cola de habitantes de barrios pobres se formaba para sacar pesos del cajero automático. Es que viven lejos de la zona bancaria, carecen de coche para movilizarse y entonces van una vez por mes al banco para cobrar todo la ayuda social que reciben. Son los que habitan apartados de la obsesión por el dólar en un país que se caracteriza por ser el que más moneda norteamericana en efectivo ahorra per cápita, fuera de EE UU.

Mogaburu comenzó a ahorrar en dólares en 2005 cada vez que le sobraba dinero y en 2009 aumentó la frecuencia de sus transacciones, pese a que era conciente de que la crisis mundial de entonces, originada en EE UU, debilitaba a la moneda de la superpotencia. “Compraba dólares porque toda mi vida Argentina se manejó en dólares: las casas, los viajes, la gente de campo. Además en 2001 los bancos había empomado (estafado) a todos. Yo no iba a dejar la guita en un banco. No compraba dólares por desconfianza en el Gobierno sino porque quiero comprar un terreno, que cotiza en dólares, para después construir mi casa. Entonces compro la moneda en que compraré el terreno”, argumenta el abogado, que descarta que vuelva a ocurrir un corralito, como el que atrapó a su padre y a su esposa. Calcula que aún le faltan tres años de ahorro para llegar a la parcela propia. Solo cuenta con el 30% del dinero necesario. Cuando lo consiga aprovechará el programa de crédito hipotecario que creó el Gobierno de Fernández en 2012 para financiar la construcción de viviendas y que llevó a que en 2013 Argentina batiera su anterior marca histórica de préstamos de este tipo otorgados, al llegar a 100.000 y superar la cifra de 70.000 de 1973.

En los casi dos años en que estuvo prohibido comprar dólares para ahorro, el joven abogado no consideró la opción de ir al mercado blue: “No me gusta estar en la ilegalidad”. Tampoco le atraía caer en manos de las cuevas que funcionan en sociedades de bolsa, casas de cambio legales, agencias de viajes, compañías financieras, bancos y hasta cualquier joyera o estanco. “Ahí hay tipos que hacen plata con la plata y eso no me gusta”, aclara quien no consideraba que hubiese corrido ningún riesgo por operar en el mercado ilegal. Él ha trabajado en el fuero penal económico y ha visto cómo contrabandistas eludían siempre la prisión. “Muchos comprarán en el mercado legal para blanquear así dólares que ya tenía en negro”, comenta Mogaburu.

 

A falta de dólares para comprar, este joven abogado también se dedicó a consumir entre 2012 y enero pasado: obtuvo un préstamo para adquirir un Chevrolet Corsa familiar, compró un televisor y se fue de viaje solo con su mujer a Brasil. Allí aprovechó para retirar de cajeros automáticos 2.000 dólares. Fue la estrategia para hacerse de rúcula que siguieron muchos argentinos que viajaron al extranjero en estos años de controles cambiarios.

En febrero, Mogaburu ha vuelto a apostar al dólar. Esta vez fue a la sede central del Banco Patagonia en Buenos Aires. Dice que esa inversión en verdes y la inflación lo obligarán a ahorrar en el supermercado. En la cafetería Martínez cerca de Tribunales, en la capital, cuenta que aprovecha todas las rebajas del plan Precios Cuidados, que consiste en unos 100 productos básicos cuyo valor fue pactado entre el Gobierno de Fernández y los grandes almacenes. Pero de todos modos se espanta con el encarecimiento de la carne vacuna, plato favorito de los argentinos, o de la salsa de tomate que acompaña las pastas heredadas de los antepasados italianos. Confiensa que por eso ha eliminado “lujos” y se refiere a las bolsas de patatas fritas o quesos.

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No es difícil tener una moneda relativamente estable, basta un poco de seriedad en las autoridades públicas. Usar dólares como moneda paralela para transacciones importantes sólo sirve para empobrecer un país.

Milanesa: estamos de acuerdo, yo repudio a Clarín que estafó a los jubilados con las AFJP, repudio a los economistas que mencioné antes (me olvidé de Prat Gay, que dice que es de centroizquierda) y que viven en mansiones y le exigen a los demás que vivan en ranchos o villas, repudio a Cavallo que estatizó la deuda privada y nos obligo a todos (que somos el estado) a pagar las deudas de los privados, repudio a los periodistas como Longobardi, Majul, Leuco por dar ejemplos al azar o Bonelli que cobró alrededor de 1.000.000 de pesos por hacer lobby para Repsol y hablar pestes de la estatización de Repsol, o a Lanata, que como prostituta decadente se vende por 600.000 pesos al mes para mentir, difamar y manipular a las mentes simples y llenas de odio que lo siguen. Estamos de acuerdo.

Yo repudio a los que ESTAFAN a los JUBILADOS y los llaman CARANCHOS.
REPUDIO a los que viven en MANSIONES y hablan de la pobreza.
REPUDIO a los que DEFALCAN al estado.
Repudio a los SOBERBIOS Y Mentirosos de la CAMPORA. Y repudio a los periodistas MILITONTOS que gustan de cheques del poder como Prostitutas.

Vi el video del debate con Heller y Melconián. Argumentos contra chicanas, números contra eslóganes, datos contra tergiversaciones. Lo de siempre. A Melconián como a todos los "economistas" del staff que van de estudio en estudio de TN dando recetas (léase Broda, Sturzenegger, De Pablo, Redrado, etc) no resisten el más mínimo archivo, porque todo lo que pregonaban en el pasado terminó en desastre. No entiendo como tienen cara de seguir mostrándose y lo que todavía entiendo menos es cómo hay gente que les cree.

Y yo reivindico lo dicho por Rebossio al indoamericano.

El dólar no es una PASION ARGENTINA estas son las VERDADERAS PASIONES ARGENTINAS fomentadas por gobiernos del PJ: 1)la mentira,2) la corrupción, 3)el peronismo, 4)el matonaje,5) las barras bravas,6) la falta de moral y el respeto a la ley,7) la estafa,8) la inmoralidad de raiz, 9)la incompetencia,10) la ignorancia, 11)la envidia, 12)la mediocridad, 13)la importación de costumbres miserables, 14)el consumo de cocaina, 15) el narcotrafico, 16) importaciones a precios subsidiados, exportadores en quiebra, 17) politicos desfalcadores 18) destrucción de la libertad de expresión y de la educación 19) creación de villas miserias gigantes por fines electorales, 20) destrucción del estado copado por mafias

Indoamericano: repudio tus expresiones soeces.

Nos pisan los derechos los zurdos maltrechos. La libertad peronista es sorda, ciega y muda botoxica y mentirosa. Corrompida y jactanciosa vieja perra viciosa, financiada por la droga y el oscuro capital, fabrica de misera y de pobres, ignorancia, petulancia y maldad. Vieja zorra deforme, con tus matones a sueldo, montoneros viejos putos y bufarrones como el chupapijas de zafaroni

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Sobre el blog

Novedades, tendencias y debates sobre el devenir de la economía y el desarrollo de Latinoamérica y los latinoamericanos.

Sobre el autor

Alejandro Rebossio es periodista. Su especialidad es la economía y trabaja en la corresponsalía de El País en Buenos Aires. Coautor del libro Estoy verde. Dólar, una pasión argentina (Aguilar) y Vaca Muerta (Planeta) junto con Alejandro Bercovich.

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