Japón mantiene el interés por Latinoamérica pese a que la economía regional se contraería este año por primera vez desde la crisis global de 2009. “Para Japón, la región tiene tres puntos económicos importantes: muchos recursos naturales, como los agrícolas, energéticos y mineros; un mercado grande, de 600 millones de habitantes; y un PIB de 6 billones de dóares, que es 2,5 veces más grande que ASEAN”, se refiere el embajador japonés en Buenos Aires, Noriteru Fukushima, a las siglas en inglés de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, que integran Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunéi, Vietnam, Laos, Myanmar y Camboya.
En los últimos diez años, mientras China avanzaba en sus negocios en Latinoamérica, Japón también daba sus pasos en forma más sigilosa. Por eso en ese periodo la cantidad de filiales de empresas japonesas en la región subió de 1.200 a 2.000, sobre todo en Brasil (a 700) y México (a 800). En la capital mexicana se instalan con la mirilla en el mercado norteamericano y en Sâo Paulo, con el objetivo sudamericano. Después de que en 2005 entrara en vigencia un tratado de libre comercio (TLC) entre Tokio y México, se duplicó en cinco años el número de subsidiarias japonesas en este país latinoamericano. Arribaron a tierras mexicanas compañías como Toyota, Mazda y sus proveedores. No por nada en abril próximo Japón abrirá un consulado general en León.
“En Brasil lamentablemente el crecimiento fue más lento. En los países del Atlántico vamos un poco más atrasados que en los del Pacífico”, admite el diplomático de Japón, que acaba de firmar el Tratado Trans-Pacífico (TTP) con EE UU, Canadá, México, Perú, Chile, Brunéi, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Malasia y Vietnam. “Pero en Brasil es más fácil entrar porque los japoneses tienen amigos”, recuerda Fukushima la colectividad de 1,6 millones de descendientes de emigrantes que llegaron a este país en entre principios y mediados del siglo XX. En Perú hay 100.000. En Argentina, unos 65.000. Esta presencia colabora en afianzar las relaciones entre Tokio y Latinoamérica.
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en un encuentro en 2014 en Brasilia/REUTERS
En los últimos años, las empresas japonesas han invertido entre 7.000 y 12.000 millones de dólares por año en América Latina. Entre 2003 y 2013 duplicaron la existencia de capital en la región, sobre todo por sus apuestas en Brasil, México, Colombia, Perú y Chile. Lo desembolsado en estas tierras supera con amplitud a lo destinado por las empresas de Japón a África y Oriente Medio. “Esta región es muy estable en lo político”, destaca Fukushima. “Después de los años 80, son países democráticos, estables, que lideran en asuntos internacionales como en el G20 (grupo en el que están Argentina, Brasil y México), los BRICS (colectivo que integra a Brasil). Comparada con Medio Oriente y África, acá no hay problemas de terrorismo. Además nunca tuvimos problemas políticos con esta región. En Asia nos tenemos que cuidar mucho por la historia de la Segunda Guerra Mundial”, se explaya el embajador.
“Es un momento de auge de las relaciones económicas con Brasil”, sorprende Fukushima y cita las recientes inversiones en el negocio de la soja de empresas como Mitsui y Marubeni. “Sabemos que hay países que están sufriendo, como Brasil, pero nosotros miramos a cinco o diez años. Brasil es un mercado de 200 millones de habitantes. Necesita infraestructura, energías renovables, carreteras, trenes, como el tren bala Sâo Paulo-Río de Janeiro, proyecto en el que Mitsui quería entrar pero que el Gobierno abandonó. También hay un proyecto de plataformas petroleras flotantes porque están sacando petróleo a 200 o 300 kilómetros de la costa. Kawasaki y Mitsubishi estaban haciéndolas, pero el Gobierno no las pagó. Hay otros proyectos como el metro de Sâo Paulo”, continúa Fukushima, que hasta principios de 2015 era cónsul general en esta ciudad brasileña.
Pero no todo Mercosur es igual. Para Japón, no es lo mismo Brasil que Argentina o Venezuela. “China puede prestar a Venezuela y Argentina aunque haya riesgo de no devolución, pero para Japón y los países occidentales ninguno de los dos es objeto de financiamiento de nuestros bancos por la alta prima de riesgo. Y así será hasta que Argentina resuelva el conflicto con los ‘fondos buitre’ (que derivó en una suspensión de pagos del país sudamericano en 2014)”, advierte Fukushima.
De todos modos, el embajador japonés en Argentina destaca que “Toyota, Honda y Nissan intentan hacer esfuerzos de inversión” en la industria del automóvil de este país. “Toyota está aumentando la producción en Argentina de 90.000 vehículos anuales a 140.000 y, en lugar de vender a Brasil, exporta a Chile, Colombia y Perú. El problema es que los automóviles hechos en Brasil y Argentina cuestan muy caros, más que en Japón, por los impuestos, la mano de obra, las restricciones a la importación, los problemas de infraestructura. Por ejemplo, Daikin fabrica equipos de aire acondicionado en Manaos (zona franca brasileña), pero no exporta al vecino Perú porque en Perú es más barato comprarlos de Taiwan”, expone Fukushima, que había estado destinado a Argentina hace 20 años. Entonces había 120 empresas japonesas en este país. Ahora solo quedan 50.
“Ojalá que el cambio de gobierno abra las puertas a la inversión extranjera”, se ilusiona el diplomático con el futuro presidente argentino que se eligirá el próximo día 22. “Pero antes hay que terminar con el problema de los ‘fondos buitre’. Si Argentina no negocia bien con ellos, van a aparecer otros. Puede llegar a tener que pagar 20.000 millones de dólarees, pero no podrá pagarlos ahora mismo. Si se resuelve el problema, muchas empresas querrán entrar. Ya están viniendo a visitar porque esperan un cambio en Argentina. Este año se anunció que venía Nissan. Hino quiere fabricar camiones aquí. Marubeni quiere exportar más granos”, cuenta Fukushima.
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y el presidente de México, Enrique Peña Nieto, juntos en Teotihuacán en 2014/AFP
Japón pretende disimular la competencia con China por el mercado latinoamericano. “China está invirtiendo mucho y eso es bueno para todos. No sentimos una rivalidad. Hacen infraestructura, pero nosotros competimos con otros productos, como las tecnologías de la información, de la educación y la salud. En educación tenemos a 100.000 alumnos de Brasil y México estudiando matemáticas con el método Kumon. Empresas japonesas están fabricando catéteres e inyecciones en Brasil. NEC ha provisto la tecnología de reconocimiento de huellas e iris de los aeropuertos argentinos, ha vendido cámaras de seguridad para el municipio de Tigre (Gran Buenos Aires) y la provincia (argentina) de San Juan y está proveyendo tecnología al sistema electoral de Bolivia. China no tiene esta tecnología de calidad y para una gama tan amplia de sectores”, opina Fukushima.
Más allá de las esperanzas en el futuro latinoamericano, el diplomático reconoce las dificultades actuales: “Muchos países dependen de las materias primas y entonces sus mercados sufren. El FMI (Fondo Monetario Internacional) dice que la región no va a crecer este año. Pero no tenemos una visión de corto plazo. En cinco o diez años la región va a subir de vuelta. Ahora es un momento difícil, pero hay oportunidades de comprar compañías sanas para entrar con dólares fuertes, dado que los reales y los pesos están muy bajos”. Bank of Tokio Mitsubishi están prestando a empresas japonesas para su expansión internacional, mientras que el Banco Japonés de Cooperación Internacional (JBIC, según sus siglas en inglés) destina el 40% de su financiamiento a Latinoamérica, una cifra igual que la que va al resto de Asia.
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