El efecto bumerán de algunos impuestos y gastos sobre los pobres

Por: | 05 de enero de 2016

En el continente más urbanizado y desigual del mundo, Latinoamérica, a veces caemos en el error de analizar poco el estado de los más pobres en las zonas rurales. En cantidad suman menos que los que se agolpan en los suburbios de las ciudades, pero en muchos casos pasan más carestías que ellos. Por algo son tantos los que migran, aun a costa del desarraigo y del entorno violento con el que suelen encontrarse. Sobre este flagelo de la pobreza rural han indado los investigadores de la Universidad de Tulane (EE UU) Nora Lustig y Rodrigo Aranda en el trabajo ‘El impacto de los impuestos y las transferencias en la pobreza y la desigualdad rural-urbana en Bolivia, Brasil, Guatemala, México y Perú’. La investigación fue publicada por el Instituto del Compromiso con la Equidad (CEQ, según sus siglas en inglés).

 

Comencemos el análisis por Brasil. Si se considera pobre aquel que recibe menos de 4 dólares diarios, tenemos que la pobreza nacional era del 31% en plena crisis mundial de 2009, pero del 26,7% en las ciudades y del 54,3% en el campo. En lo que hace a la pobreza extrema, es decir a los que tienen ingresos menores a 1,25 dólares diarios, el impacto de la política fiscal, que debería ser redistributiva, es mayor en las urbes, donde este indicador baja del 4,7% al 3,7%, es decir, un 21%, antes y después de impuestos y gasto público, mientras que en las zonas rurales desciende del 15,5% al 13,4%, o sea, un 13%. “Esto es reflejo  de  que  las  transferencias  directas (especialmente,  las pensiones  para  circunstancias  especiales)  benefician proporcionalmente más a  la  población  en pobreza extrema en zonas urbanas”, concluyen Lustig y Aranda.

“Es  un  hecho  que  las  brechas  no  podrán  cerrarse  a  través  de  una  política  fiscal  redistributiva  si  al mismo  tiempo  no  se  atacan  los  factores  estructurales”, aclaran los investigadores antes de proponer soluciones al problema de la pobreza. “El  aspecto  más  preocupante  de  los  resultados  para  Brasil  es  que la pobreza después de todas las transferencias e impuestos es más alta que la pobreza prefiscal (antes del efecto de gravámenes y gasto) y  que  esto  ocurre  tanto  para  las  zonas  urbanas  como  rurales  y  para  todas  las líneas  de  pobreza (menos de 2,50 o 4 dólares diarios),  a  excepción  de  la  línea  de  pobreza extrema nacional”, señalan Lustig y Aranda. La pobreza de los que tienen menos de 2,50 dólares sube del 15,1% al 16,3% después del impacto de impuestos y gasto público. La de los de menos de 4 dólares se eleva de 26,2% a 31% y solo baja la de los de menos de 1,25, del 6,4% al 5,2%.

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Una favela de Sâo Paulo/AFP

 

Otros dos investigadores de Tulane, Sean Higgins y Claudiney Pereira, atribuyen este comportamiento a que “el consumo de los alimentos básicos está gravado a niveles cercanos al 20%, lo cual acaba por ser sumamente oneroso para la población de bajos ingresos”. Solo zafan los pobres extremos por impacto del plan Bolsa Familia. “Corregir  este resultado  en  cierto  modo  aberrante  requeriría  una  reforma  del  sistema  de  impuestos.    De  lo  contrario,  sería  necesario aumentar  el  monto  de transferencias  directas  o  modificar  el  diseño  de  las  existentes  o  agregar  nuevos  programas  de transferencias de tal manera que la población pobre no se viera empobrecida por la política fiscal”, advierten Lustig, doctora en Economía por la Universidad de California Berkeley y asesora de organismos internacionales, y Aranda, graduado de la Universidad Iberoamericana (México).

¿Qué sucede con la pobreza mexicana? También en este país los que reciben menos de 4 dólares diarios en el campo son más (53,3%) que en la ciudad (13,3%). “A pesar de que  las  transferencias  tienden  a  beneficiar  relativamente  más  a  los  pobres  de  zonas  rurales  y  los impuestos  indirectos  afectan  principalmente  a  los  pobres  urbanos,  la  brecha  en  la pobreza rural y urbana no se modifica por la política fiscal”, alertan Lustig y Aranda. “Al parecer, entonces, no queda mucho por hacer a través de la redistribución fiscal. Reducir las diferencias en los niveles de vida dependerá fundamentalmente  de  la  capacidad  de  aumentar la productividad,  ingresos  y  remesas  de  las personas en las zonas rurales”, proponen los economistas una receta diferente que en Brasil.

En Perú es otro cantar. La brecha entre los de pobres con menos de 4 dólares diarios es similar a Perú: 58,4% en zonas rurales y 12,6% en urbanas. Pero las diferencias aparecen por el impacto de tributos y gasto público. “Si bien las brechas en la pobreza se reducen por el efecto de la política  fiscal,  en  parte  esto  se  debe  a  que  la  pobreza  posfiscal  en  zonas  urbanas  termina  siendo más alta (12,6%) que la pobreza prefiscal (11,9%). De hecho, los resultados indican que los pobres en extremo urbanos son pagadores netos (la pobreza extrema en las ciudades sube del 5,5% al 6% después de impuestos y gastos). El principal problema es que la política fiscal tiene un  sesgo antipobres  urbanos  que  se  debiera  corregir  mediante  la  expansión  de  los  programas  de transferencias a zonas urbanas.  Asimismo, el grado de reducción de la pobreza rural (de 60,3% a 58,4%) es bajo debido a  que  las  transferencias,  aun  teniendo  el  sesgo  prorural,  son pequeñas y  no  cubren  a  toda  la población en pobreza extrema en zonas rurales", indica el trabajo del CEQ.

 

Sobre Guatemala y Bolivia se pueden observar algunos rasgos específicos. En ambos países tampoco la política fiscal reduce la pobreza. Por un lado,  el  esfuerzo  fiscal  en Guatemala  es  demasiado pequeño como  para  hacer  alguna  diferencia. Por el otro, en Bolivia deberían reforzarse los programas de transferencias. Los autores prefieren esta opción a una rebaja impositiva a los alimentos básicos que beneficiaría a poblaciones no pobres.

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Sobre el blog

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Sobre el autor

Alejandro Rebossio es periodista. Su especialidad es la economía y trabaja en la corresponsalía de El País en Buenos Aires. Coautor del libro Estoy verde. Dólar, una pasión argentina (Aguilar) y Vaca Muerta (Planeta) junto con Alejandro Bercovich.

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