Acaba de certificarse la huella de carbono del plátano de Canarias: 254,7 gramos de CO2 por kilogramo de fruta. O lo que es lo mismo, unos 25 gramos de CO2 por cada plátano. Qué nadie se alarme, es bastante poco. De hecho, comerse un plátano constituye uno de los gestos que genera menos emisiones de todos los que analiza el británico Mike Berners-Lee en su curioso libro ‘How bad are bananas? The carbon footprint of everything’. Una obra divulgativa que intenta dar cierta escala a todas las acciones que influyen en el cambio climático.