Algo extraño pasa en España con las elecciones y la prima de riesgo. Se supone que los mercados deberían preferir las victorias de los gobiernos de derechas, porque están más cerca de sus postulados y prometen mayor disciplina fiscal. Al menos eso es lo que dicen los académicos que trabajan en estas cuestiones (véase http://deepblue.lib.umich.edu/bitstream/2027.42/39961/3/wp575.pdf)
Sin embargo, en las últimas 4 elecciones que se han celebrado en nuestro país, nos encontramos con el efecto contrario. Cuando ha ganado el PP, la prima de riesgo ha aumentado significativamente: así, tras las elecciones europeas del 7-J de2009, la prima subió de 68,9 a 73 puntos básicos; tras las municipales y autonómicas del 22-M de 2011, la prima pasó de 213,3 a 249,9; y tras las elecciones generales del 20-N de 2011, la prima se disparó desde 432,5 a 463,8. Por el contrario, cuando el PSOE ha vencido a las encuestas, como en las elecciones asturianas y andaluzas celebradas ayer, la prima se ha relajado desde 351 a 339 puntos básicos (los datos se pueden ver en http://www.datosmacro.com/prima-riesgo/espana)
Los lectores más cercanos al PP dirán que esta aparente paradoja es pura coincidencia, pero cualquier experto en psicología financiera y en economía política sostendría lo contrario. La crisis de la deuda europea está demostrando en los últimos 24 meses que los mercados no están tan preocupados por el color del gobierno como se afirmaba hasta hace unos años, sino que lo que más les preocupa es la posible inconsistencia entre los discursos y las políticas.
Esa disonancia cognitiva propia de quien dice una cosa y hace la contraria es una constante en toda la carrera política de Rajoy. Por eso ahora parece que los mercados no están muy convencidos del compromiso del PP con la disciplina fiscal, o al menos, no piensan que sea más riguroso que el PSOE. De hecho, el aumento de la prima de riesgo tras las autonómicas de mayo de 2011 puede interpretarse en clave española por la alegría con la que los nuevos dirigentes autonómicos del PP (con Cospedal a la cabeza) comenzaron a hacer catastrofismo sobre las cuentas públicas que habían heredado en sus regiones. Ese “efecto afloramiento” de las cuentas autonómicas, junto al “efecto enfrentamiento” que ello vaticinaba con el gobierno central que aún controlaba Zapatero, pusieron muy nerviosos a unos mercados que ante todo buscan minimizar las incertidumbres. Durante los meses que transcurrieron entre mayo y noviembre del pasado año, los nuevos dirigentes locales del PP engordaron las cifras recibidas, pospusieron los ajustes y ocultaron sus datos al gobierno socialista, impidiéndole cumplir con sus compromisos internacionales.
Tras el 20-N, la victoria de Rajoy no modificó este esquema de actuación. Entonces quedó claro que el PP volvía a poner por delante sus aspiraciones electorales, frente a sus aparentes convicciones fiscales y pese a las promesas hechas por nuestro país. Rajoy pospuso el presupuesto 4 meses, revisó la cifra de déficit para 2011 (subiéndola del 6 al 8,5%), relajó el objetivo de déficit para 2012 (del 4,4 al 5,8) sin negociarlo con Bruselas, y se negó a seguir hablando de ningún recorte adicional. La sensación evidente para algunos analistas internacionales era que modificaba las cifras hacia atrás y hacia adelante para absorber los 4 meses de inacción fiscal que implicaba esa sucia apuesta electoral por desbancar a los socialistas andaluces a toda costa.
El resultado fue que los mercados volvieron a asustarse. Como me contaba este fin de semana un antiguo compañero que hoy trabaja con inversores internacionales en la City de Londres, el sentimiento creciente entre ellos es que “no somos Grecia, pero últimamente nos comportamos de forma parecida (…) afloramos déficit sin explicaciones y no tomamos decisiones mientras hay elecciones”.
Ante este panorama, la derrota de Arenas ante Griñán (no en escaños pero sí en capacidad de gobernar) podría tener la siguiente lectura. En primer lugar, evita el esperado “efecto afloramiento” que sin duda habría hecho el líder regional del PP para tratar de manchar el legado socialista y así comprar algo de margen para los recortes que ocultó durante la campaña. Unas décimas adicionales de déficit andaluz por boca del señor Arenas habrían colmado la paciencia de los mercados.
En segundo lugar, la derrota de Arenas va a forzar a Rajoy a aplicar sus recortes con vehemencia el día 31, para dar signos de fortaleza interna en su partido y para demostrar hacia afuera que “él hará lo que hay que hacer”, a pesar de que la oposición progresista se haya mostrado más viva de lo esperado. Los mercados están esperando esos recortes a nivel nacional, y cualquier signo de dureza adicional será bienvenido.
Por último, es posible que a los mercados les guste el equilibrio democrático que supone el contrapeso socialista en Andalucía. Griñán será más proclive que Arenas a políticas de crecimiento (y no sólo de ajuste), y los mercados saben que las deudas se pagan creciendo (no sólo recortando) en una Comunidad que debe hacer frente a una tasa de paro altísima. Además, el fortalecimiento del PSOE a nivel nacional que supone mantener el gobierno andaluz, permitirá a Rubalcaba seguir adelante con su “oposición útil”, lo que es crucial para sacar al país de la crisis.
En definitiva, como en las próximas elecciones los socialistas vuelvan a resistir (o a mejorar) y los mercados sigan recortando la prima de riesgo, algunos estudiosos van a tener que mirarse el caso español con lupa.